Solo un fugaz abrazo con Santa Catalina

El día de la patrona se deslució por culpa de la lluvia, que provocó la cancelación de la procesión

26 nov 2018 / 11:31 H.

Tostada, café con leche y media de sardinas. Ese es el desayuno de los jiennenses cada 25 de noviembre, pues el día de su patrona, Santa Catalina, no es un día cualquiera. Y es que, a pesar de la “mala cara” con la que se levantó Jaén, muchos se aproximaron hasta la parroquia San Pedro Pascual para ver cómo su patrona iniciaba su tan esperada romería. Fue una mañana llena de esperanzas.

Los anderos de Santa Catalina se apostaban a la entrada de la estancia que guarda la imagen antes de su procesión junto a algunos devotos y hermanos de la Hermandad de Santa Catalina. A pesar del frío que arrastraba el viento y el gris del cielo, no parecía que hubiera duda en sus ojos. Querían que su patrona se luciera por la capital. Sin embargo, la noticia de una fuerte lluvia que se acercaba desde Los Villares puso a muchos en tensión y, finalmente, el temor de que el agua dañase la imagen de la venerada ganó la partida. Así, los anderos se dispusieron a portarla hasta la parroquia. Un breve paseo comparado con el original, solo un fugaz abrazo con el pueblo jiennense que la esperaba. Con cuidado, la bajaron de las andas y, en volandas, la llevaron hasta el interior de la iglesia, donde, en un altar, la rodearon de flores. Poco a poco, muchos fieles entraron en el templo para participar en la misa que ofreció el párroco Manuel Ángel Castillo, que hizo las veces de la tradicional eucaristía que se celebra en el patio del castillo. Hasta allí se acercaron numerosas autoridades, entre las que se encontró Javier Márquez, alcalde de la ciudad, quien apuntó: “La festividad continúa, pues hay que tener en cuenta que es el día de la patrona. Sigue siendo un día muy importante para los jiennenses y la historia de Jaén. Los jiennenses siempre son alegres y esto es una romería de alegría”.

Y no se equivocó. No importó la lluvia, el frío o el famoso viento que corre siempre por la capital. Cientos de personas siguieron la tradición de celebrar el día de Santa Catalina en el cerro que lleva su nombre. Ya sea con familia o amigos, solo o con mascota, el sendero que lleva hasta el castillo se llenó de jiennenses —y muchos turistas, algo típico del domingo—. Sin embargo, la multitud no podía compararse a otros años en los que subió hasta el castillo la patrona. En comparación, mientras que el año pasado se formó un enorme atasco de vehículos en el camino, en este era raro encontrarse con grupos de más de diez personas juntos. Allí, en el merendero de la loma de la fortaleza, algunas familias y amigos disfrutaban de los pocos rayos de sol que se escapaban de entre las nubes y, un poco más arriba, en el mismo castillo, se echaba en falta no solo a la imagen de la Santa. Este año, no hubo ni puestos ni chiringuitos. No hubo mesas abarrotadas de platos ni pandillas de amigos improvisadas. Este año, el olor de las sardinas asadas no revoloteó en el ambiente. Y, cercanas las tres del mediodía, las piedras que componen el suelo del castillo comenzaron a mojarse levemente. Una lluvia que, para muchos, no significó más que un elemento más de su romería.