Silvia Heredia, cooperante del programa solidario ‘Paso a Paso’: “La provincia es muy solidaria”

Es una misionera invitada por Manos Unidas a una visita por Jaén para dar a conocer en centros sociales y educativos la labor que realiza esta Organización No Gubernamental con
el dinero que recauda de los jiennenses

04 mar 2024 / 16:30 H.
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LA ENTREVISTA

Silvia Heredia Martínez es trabajadora social de profesión, alicantina de nacimiento y hondureña de corazón, donde lleva más de dos décadas de trabajo solidario con quienes más lo necesitan, convencida de que el futuro está en la educación. Es cooperante del programa católico “Paso a Paso” y visitó la provincia recientemente, invitada por Manos Unidas, para regalar una lección de vida en colegios, institutos y todo tipo de centros sociales en los que es importante visualizar en qué se invierte en dinero que los jiennenses donan.

—¿Qué hace en Jaén?

—Estoy invitada por Manos Unidas, organización que conozco desde hace 18 años, gracias a su campaña “El efecto ser humano”. El programa en el que yo trabajo se llama “Paso a Paso”, un proyecto de educación en Centroamérica que existe gracias, en gran parte, a los jiennenses. He venido para que la gente vea que es real que el dinero con el que ellos ayudan se invierte en iniciativas solidarias. A mí me ha tocado impartir charlas en centros educativos y, además de llevar la realidad a estos lugares, damos a conocer la labor misionera.

—¿En qué apoya Jaén?

—Jaén apoya con cuatro proyectos, dos en América, uno en África y otro en Asia. Esta provincia apuesta fuerte, los jiennenses son muy solidarios. Conociendo la realidad que tenéis aquí, donde tampoco es que haya mucho dinero, lo que hay que agradecer es eso, que no es gente que da lo que le sobra, sino que hace un esfuerzo tremendo, un valor en el que hace hincapié Manos Unidas, una organización puramente que arranca con personas voluntarias que tienen su vida profesional y dedican tiempo a esto. Gracias a Jaén se va a beneficiar Marruecos con un proyecto de mujeres migrantes para poderles dar educación y formación laboral. En El Líbano participa con el apoyo a la ampliación de un hospital que ya funciona para refugiados sirios. En Haití, un proyecto tipo, porque será agrícola y educativo, para que las familias puedan tener su terreno, sus animales con formación en agricultura y ganadería sostenible, además de cursos de veterinaria para fortalecer un territorio que está sumamente deforestado y con agresiones climáticas que lo convierten en muy vulnerable. Casi 1.500 personas se verán beneficiadas directamente. Y en Honduras está el respaldo a proyectos educativos en zonas suburbanas en las que yo estoy.

—¿Cómo es aquella realidad?

—La capital política es Tegucigalpa y la industrial es San Pedro Sula. Llegó un momento en el que había mucha gente en la ciudad y se hicieron asentamientos humanos, como en el que yo vivo, que está a veinte minutos de la ciudad. Este proyecto al que apoyará Jaén es precioso, porque ayudará a treinta y siete comunidades rurales para que tengan acceso a la educación. “El maestro en casa” es un proyecto a través de la radio que permite estudiar de forma individual y luego se juntan en un centro que entiendo que el dinero que se va a recaudar es para pagar a los maestros y poner en marcha la iniciativa. Es algo que ya funciona, pero que necesita mejorar.

—¿Cómo es la vida en Honduras?

—Muy complicada, es un país que expulsa, que no apuesta por la gente y vive de las remesas. Honduras tiene 8 millones de habitantes y 1,8 millones está fuera, entre Europa y Estados Unidos. Llegan las noticias de caravanas de emigrantes y son ciertas, porque al presidente que tuvimos le interesaba que viniera dinero de fuera. Manos Unidas nació para erradicar el hambre en el mundo, pero hay otra hambre que es la falta de formación. La educación no es sólo para tener conceptos académicos, sino para que los niños entiendan a lo que vienen a la vida, porque es lo que nos transforma y nos ayuda a posicionarnos en el mundo. En Honduras la gente no tiene acceso a educación, no hay maestros y, en este sentido, lo que hace Manos Unidas es encomiable, porque están ayudando a que la gente se forme. Cuando las personas tienen formación, vemos la vida de otra manera, por lo que yo siempre digo que esta organización genera esperanzas. Estamos hablando de un país en el que no hay acceso a alimento diario, con una gran desnutrición y con violencia, donde puedes tener, por ley, hasta trece armas y, además, fue declarado Estado Femicida. Esa es la realidad.

—Hay otras muchas organizaciones volcadas en aquel territorio. ¿Qué diferencial tiene Manos Unidas?

—Sí, hay muchas, pero se nota el trabajo de Manos Unidas.

—¿Cómo nació su proyecto?

—Nació para prevenir en un sector donde el riesgo social es altísimo, de embarazos en jóvenes, de violencia y delincuencia... Yo he venido a compartir que si no es por este proyecto muchos chavales no tienen acceso a la educación. Tenemos jóvenes que deben salir para poder estudiar y Manos Unidas es la que paga ese transporte. Lo mismo pasa con la nutrición. No sirve de nada que un niño vaya a la escuela si se duerme porque está mal alimentado. También ocurre con el programa para potabilizar el agua, porque allí sale el agua amarilla y nos consiguieron una purificadora. Tenemos diecisiete huertas comunitarias y un proyecto con gallinas. Son tantas cosas...

—¿Por qué eligió vivir así?

—Yo siempre digo que tuve el privilegio de elegir cuando el obispo me llamó hace veintidós años y vi la realidad que había.

—¿Ha corrido su vida peligro?

—Sí, claro, pero lo dejamos ahí.

—¿Cuál es la recompensa?

—Parte del equipo educativo formó parte del programa, fue a la Universidad y hoy están con nosotros formando a otros jóvenes. Nuestro proyecto no consiste en decirle a la gente lo que tiene que hacer, sino que entienda que vale la pena esforzarse y valorar a lo que vienes a la vida. También trabajamos la parte espiritual en “Paso a Paso”. Honduras está en el mundo, no está en otra galaxia, por lo que hay problemas comunes a nuestra sociedad. La cooperativa nace de un capital semilla, que esa es otra cosa muy interesante de Manos Unidas, que da la oportunidad de poner en marcha proyectos para hacer a los beneficiarios partícipes.

—¿Qué visión se lleva de Jaén y de los jiennenses?

—Estoy súper feliz. Digo que es la gran desconocida y veo que es mucho más que aceite. Además, los jiennenses son muy solidarios, creativos y muy trabajadores. Esto lo ve Manos Unidas con sus continuas campañas de recaudación y con los legados que recibe de herencias. Lleva sesenta y cinco años, no es de ayer, una organización transparente que quiere que la gente sepa que su dinero llega hasta donde hace falta.

Jaén