No, es no, “bonito”

20 jul 2019 / 12:03 H.

Dura mucho tiempo el invierno en Podemos, ahora Unidas. Pablo Iglesias confeso seguidor de Juegos de Tronos comprueba en sus propias carnes el frío polar de la política y las intrigas entre “hermanos” y eso que aún no habían alcanzado el cielo del poder, con sus deslumbrantes cirros, cúmulos y los estratos, estas últimas nubes, a modo de neblina grisácea, que tanto afean el paisaje, pero que dan tan bien para escenarios de tierra media. Entre las purgas propias, decapitaciones y los desencantados con el liderazgo omnímodo del todo poderoso Iglesias, Unidas Podemos se queda sin la necesaria variedad de personajes que dan al relato otras voces, texturas y su electorado preso al albur de los designios que marca un Pablo, con Betty, pero sin Pedro picapiedra. En esta España con tantos reinos como tierras salvajes, anda desnortado en busca de un trono de poder por el que la travesía haya merecido la pena. No tendrá trono pero el sacrificio será heroico y se contará la gesta. De momento, sin embargo, se precipita un fin de ciclo y, el PSOE, estaba dispuesto a liquidarlo de la carrera y tentar al resto. La estrategia de la consulta al oráculo de las bases reforzaba su posicionamiento interno (con menos participación que en el episodio del “chalegate”), pero le dejaba con cero margen de maniobra en la negociación, so pena de desdecirse con otro giro de guion o asaltar la banca, valga la expresión, con otra cabriola de última hora.

Andaba ahora zalamero, con corbata ocasional, con nudo aflojado, como si acabara de salir de la boda y llegara el momento de la distensión de las copas tras el ágape. Pero será “un no, es no” para los hombres que no aman al Estado, susurra un Pedro Sánchez que, como aquel, fue antisistema pero solo contra su partido en su caso. No lo ve como hombre de estado, aunque bien es cierto que el resto de actores para el cásting de las distintas bancadas tampoco da para cincelar un imperio al que le pudieran cantar los Nikis de ahora. No seremos de nuevo un imperio, ni falta que hace, si pudieramos tirar con dignidad como nación.

Dicen que no es verdad que Iván Redondo, el muñidor más famoso de la política española, un Rasputín al servicio de Sánchez, les hizo un “tour” a miembros de Unidas Podemos por los sillones que tendrían en el Consejo de Ministros. Desmienten desde Moncloa el paseíllo, pero quizá no sería descabellado pensar que puso los sillones en Wallapop y solo los enseñó desde su móvil, a modo de ganga de última hora. “Me los quitan de las manos”. Habrá que subrayar la variedad de registros de esta eminencia gris de la política contemporánea española que hasta es plausible imaginarlo en cualquiera de los dos escenarios.

La coalición de izquierdas se evaporaba al arrancar los primeros párrafos de este texto mañanero, pero por la tarde, “voila”, se obró un extraño milagro. Con tantos cambios, Iglesias miró a su rededor, vio jovenzuelos que lo observarán con devoción obligada, pero también con la condescendencia y permisividad que se tiene a los yayos, en este caso, al yayo-flauta. Observó como podía caer, de nuevo, en una zona de inanidad política, de relevancia cero, futil como un Errejón cualquiera y preparó un golpe de efecto de los que crean afición. Subió al púlpito tuitero con un cuidado cambio de guion y un mensaje. Apartó el caliz ministerial, se eliminó de la ecuación para formar gobierno y dejó el campo expedito para el acuerdo final. Cariacontencido —ya con camisa de cuello Mao, foto fundacional del Movimiento 15-M detrás (la imagen es el mensaje)— abre las aguas para un gobierno que cuente con la grey podemita, pero sin el sumo sacerdote que da un paso atrás, quizá ya definitivo, cuando estaba a punto de tocar cartera, de inmortalizarse como el “dedo de Miguel Ángel”. Un movimiento que deja a Sánchez con la decisión de retomar la relación, entregarse ya a los brazos de Unidas Podemos y luego le ponemos el nombre que se quiera a la relación, que ya es de noche.