“Miguelillo”, del ladrillo a la cárcel
El acusado del crimen, que se ganó la vida como albañil, fue condenado por drogas
M iguel Ángel O. M. siempre fue “Miguelillo”. Un apodo que le pusieron cuando era un niño, por ser el más pequeño de su familia y no excesivamente alto. Un chico de barrio “normal y corriente”. Un hombre trabajador, que se ganaba la vida como albañil hace unos años pero que, en los últimos meses, se ha visto envuelto en una espiral de violencia, celos y drogas que lo ha llevado de vuelta a la cárcel. Sobre él pesa un cargo de asesinato. Y es que “Miguelillo” ya ha pasado su segunda noche en prisión, acusado de ser el presunto autor del crimen de Alberto Magalhaes.
La Policía sostiene que lo mató por despecho, porque sospechaba que su mujer y la víctima tenían una relación sentimental. Presuntamente, fue el pistolero que aguardó al fallecido a la puerta de su casa en la calle Tiro Nacional y le disparó prácticamente a bocajarro con una escopeta. El único proyectil le atravesó la cabeza, sin que los sanitarios pudieran hacer nada por salvarle la vida. Junto al presunto autor material de los hechos, en la cárcel también está su cuñado Rubén M. C., apodado “El Perenne”, al que la Policía acusa de ser un cooperador necesario para el crimen. Los investigadores estiman que lo llevó en su coche en la noche en que ocurrieron los hechos en busca de Magalhaes y que, después, le facilitó la huida del lugar. Y se apoyan en el testimonio de varios testigos que los vieron juntos a lo largo de la madrugada en distintas zonas de la capital.
Muy pocos se esperaban que “Miguelillo” fuera capaz de llegar hasta el punto de matar a un hombre, tal y como sostiene la Policía. Nació en la capital hace 31 años, en el seno de una familia humilde. Su padre era taxista y su madre, ama de casa. No terminó la Secundaria en el instituto de Las Fuentezuelas, el centro de su barrio en el que estudió. “Ya por entonces, tenía malas compañías. Lo llamaban Urzaiz, como al futbolista, porque le gustaba mucho”, explica una persona que compartió aula con él. En aquella época, sus problemas con la Justicia fueron menores, aunque ya por entonces comenzaba a coquetear con la droga.
Cuando encontró trabajo en la obra, se estabilizó. “Es un buen albañil y ganó dinero”, aclara un abogado que lo ha defendido en algún que otro juicio. Para entonces, ya estaba “enganchado” a la cocaína. Un consumidor habitual, como suele decirse en el argot. Cuando llegó la crisis y perdió el empleo, se vio sin dinero y con una familia a la que mantener. “Miguelillo” ya tenía dos hijos con una hermana de “El Perenne” —los niños tienen hoy 6 y 8 años—. Y comenzó a traficar con drogas. De hecho, en diciembre de 2014, la Brigada de Estupefacientes lo detuvo en una operación policial en la que también cayó su hermano —taxista de profesión— y un ciudadano argentino que era el que los abastecía de “farlopa”. Fueron bautizados como “la banda del taxi”, porque utilizaban este vehículo para llevar la droga al cliente. Miguel tuvo el teléfono intervenido durante meses y se comprobó que movía importantes cantidades de droga y que, además, podría tener acceso a armas de fuego. En el registro de su casa, los agentes encontraron una balanza de precisión y sustancia de corte. Nada más.
El 16 de marzo de 2015, los tres fueron condenados a tres años de cárcel por un delito contra la salud pública. Solo el argentino entró en prisión. Miguel y su hermano consiguieron que se les suspendiera esa condena y alegaron que tenían una fuerte adicción. De hecho, tuvieron que someterse a un tratamiento de desintoxicación, aunque el presunto autor de la muerte de Magalhaes se saltó muchas de las sesiones. Fue en esa época cuando comenzó a convertirse en un tipo mucho más peligroso, tal y como cuentan agentes que patrullan a diario las calles de Jaén. Tuvo que entrar en prisión por otras causas que tenía pendientes. De hecho, en su historial de antecedentes policiales, le constan nueve detenciones por robo con fuerza, tenencia ilícita de armas, apropiación indebida y malos tratos. Parece que su paso por la cárcel no lo suavizó y que, cuando salió, descubrió que su pareja había tenido una relación con Magalhaes. “Le pegaba mucho. Era muy celoso y violento”, dicen familiares de la mujer, que prefieren mantenerse en el anonimato por miedo.
A principios de mayo, la Policía lo puso en busca y captura, acusado de ser uno de los presuntos autores del tiroteo contra una casa de la carretera de Circunvalación, en la que sus inquilinos tuvieron que tirarse al suelo para no ser alcanzados por las balas. El hermano de “Miguelillo” fue detenido, mientras que él, literalmente, se esfumó. Todos los esfuerzos por encontrarlo fueron infructuosos, a pesar de que su detención era una prioridad para la Policía. El hecho de que fuera armado lo convertía en un riesgo potencial. En su perfil de “Facebook”, publicó una foto el pasado día 23, en la que decía que estaba de viaje en Murcia. Miguel Ángel O. M. volvió a aparecer en la madrugada del día 25. Fue entonces cuando, presuntamente, mató a Magalhaes y huyó a Fuengirola, donde se refugió en un establecimiento hotelero, en el que se registró con una falsa identidad. A la Costa del Sol lo llevó un amigo, que también fue detenido acusado de encubrimiento, aunque quedó en libertad con cargos. La UDEV localizó y detuvo a “Miguelillo” el pasado lunes en el marco de una investigación que todavía no está cerrada. Y la juez del caso lo mandó a prisión preventiva acusado de asesinato.