“Miguel Ángel Blanco y el fascismo etarra”

12 jul 2023 / 17:54 H.
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El alcalde de Jaén, Agustín González, subraya: “En la solidaridad espontánea de la sociedad española participó Jaén, donde, como en el resto de ciudades y pueblos del país, miles de personas expresaron en las calles su rechazo al zulo, al calibre 9, al impuesto revolucionario, al matonismo nacionalista”.

Lea lo que opina el nuevo alcalde de Jaén 26 años después de un acontecimiento único y significativo para toda la sociedad jiennense. Agustín González retira la última frase publicada en la edición impresa de este miércoles de Diario JAÉN, que considera fuera de lugar, y aboga por la convivencia. “Si hay que rectificar se rectifica, que nada emborrone el recuerdo de Miguel Ángel Blanco”, manifiesta.

“Quien mata a un hombre por defender una idea no defiende una idea, mata a un hombre”. Lo escribió Juan Goytisolo antes de que ETA asesinara a Miguel Ángel Blanco. Ahora que un presidente del Gobierno de España blanquea a la banda terrorista para que la Historia la exonere es preciso recordar el aserto del escritor porque hace 26 años un joven concejal del PP de Ermua fue víctima del totalitarismo del hacha y la serpiente, del odio encapuchado, del fascismo etarra. Hay días en la vida que, por distintas circunstancias, todos guardamos en la memoria como si fuese ayer. Como para la mayoría de los españoles, aquel 12 de julio de 1997 es uno de ellos. En mi caso, me encontraba con mis amigos en la playa, celebrando que por fin habíamos terminado la carrera. Sin embargo, aquella mañana no nos separamos del televisor esperando la noticia de la liberación que desgraciadamente nunca llegó. A Miguel Ángel Blanco hay que recordarlo como lo que fue: un buen chico de mirada limpia al que dos asesinos le descerrajaron dos disparos en un monte para dejarlo morir lentamente. A ellos también hay que recordarles como lo que fueron: mala gente que, por utilizar la palabra de Antonio Machado, apestó la tierra. Asimismo, los que vivimos la tragedia tenemos que recordarnos como lo que fuimos: hacedores de una revolución de manos blancas.

En la solidaridad espontánea de la sociedad española participó Jaén, donde, como en el resto de ciudades y pueblos del país, miles de personas expresaron en las calles su rechazo al zulo, al calibre 9, al impuesto revolucionario, al matonismo nacionalista. Aquí, en una capital de provincia situada a casi 738 kilómetros de distancia de Ermua, se escenificó el hartazgo que generan los actos de barbarie y cristalizó el desprecio a la política mafiosa de la dictadura abertzale. El asesinato de Miguel Ángel Blanco nos hizo reaccionar y nos debe hacer reaccionar. Los héroes que mueren por la espalda devienen en mártires. Él es un mártir de la democracia al que hay que homenajear cada día con hechos, gestos y palabras. Como las de este artículo, que es la vez un tributo y una denuncia a la intolerancia de quienes argumentan con percutor y razonan con bombas lapa para no dar la cara. La cobardía es siempre la marca de agua de los asesinos.

De eso saben muchos las dos víctimas de ETA que residen en Jaén con las que me reuní hace meses. Ambos guardias civiles. Uno de ellos fue tiroteado en el País Vasco durante una emboscada en la que perdieron la vida sus compañeros de patrulla. Otro viajaba en el autobús de la Guardia Civil reventado en la plaza de la República Dominicana por un coche bomba que acabó con la vida de 12 jóvenes recién incorporados al cuerpo de seguridad del Estado. Ellos no pueden olvidarlo, nosotros tampoco deberíamos. En circunstancias normales este artículo tendría un único propósito: rendir tributo a Miguel Ángel Blanco y al resto de víctimas de ETA. Pero las circunstancias no son normales porque Pedro Sánchez ha convertido a Bildu en socio de legislatura. Ha cambiado su apoyo parlamentario por el traslado de presos, además de intentar arrancar la infamante biografía de la banda de la memoria colectiva”.

Jaén