y jardines
Varias parejas de roedores moran en el Complejo Hospitalario y La Alameda

Es habitual encontrar, en espacios verdes y jardines de las ciudades, a unos simpáticos roedores como son las ardillas, y un claro ejemplo de ello se produce en el madrileño parque de El Retiro, Pero no hace falta irse tan lejos para toparse con uno de estos mamíferos y, de hecho, cada vez son más los ejemplares que se encuentran en diferentes zonas de la capital.
“Desde hace unos diez o quince años es habitual encontrar a estos animales en Jaén, puesto que la ciudad se encuentra muy cerca de los pinares que se ubican en la zona del castillo de Santa Catalina. Pero es cierto que últimamente hay más parejas. Supongo que estarán bajando en busca de nuevos territorios de expansión para ellas; zonas que no están ocupadas por la especie”, explica el coordinador provincial de Ecologistas en Acción, Bernabé López.
Muchas son las personas que, en las últimas semanas, se han cruzado con ellas en el recinto de los centros Médico-Quirúrgico y Materno-Infantil del Complejo Hospitalario de Jaén, donde se encuentran muchos pinos, que suponen su hábitat, entre otros árboles. Y, en el caso del segundo de los centros, ubicado en pleno centro de la ciudad.
La otra zona en las que muchos jienennses las encuentran es en La Alameda, puesto que varias parejas viven en la zona de pinar que se encuentra en el Club de Campo: “Están en su elemento natural, pero en muchas ocasiones hacen incursiones en el parque en busca de más alimento”. En este sentido, apunta López, se trata de animales silvestres que se acostumbran a vivir en la sociedad y a formar parte de la ciudad.
Pero también aprovecha la ocasión para dar algunos consejos a los ciudadanos, puesto que pese al carácter sociable de estos roedores, que además están protegidos en el catálogo de la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza), aunque en el nivel de “preocupación menor”, el instinto siempre está ahí y pueden reaccionar ante el intento de cogerlas: “No hay problema en acercarnos y fotografiarlas, pero con cuidado, puesto que aunque no son agresivas, si se sienten intimidadas pueden atacar y propagar cualquier enfermedad que tengan”. También alerta de la importancia de no darles de comer, puesto que si se les echa pan, pipas o comida, tomarán lo que la gente les dé, pero eso va en perjuicio de que se busque la vida y encuentre el alimento por sus propios medios.
“Hay épocas en las que dejan de verse, porque a lo mejor algunos ejemplares sufren atropellos o son víctimas de desaprensivos, pero al cabo del tiempo regresan y continúan con la búsqueda de nuevos territorios”, manifiesta.