Los mil tentáculos del machismo

Los colectivos más vulnerables exigen más y mejores políticas de igualdad

25 nov 2021 / 13:37 H.
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Son mujeres, al igual que el resto, y sobre ellas también recae el peso del yugo machista. La principal diferencia es que tanto su lucha como el tipo de violencia de género que sufren no goza del mismo grado de visibilización que otros, pero está ahí.

No se puede hacer caso omiso a la realidad de millones de mujeres que, por formar parte de una minoría social en concreto, son objeto de una doble discriminación que, en ocasiones, se multiplica. Es cierto que, con el paso de los años, una simple búsqueda en internet sobre violencia de género arroja cada vez más resultados relacionados con las diferentes realidades que atraviesan mujeres de toda índole en cualquier parte del mundo, pero eso, en ocasiones, es aún insuficiente.

Si se atiende a la definición que incluyó la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en su Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer (1993), esta misma es “todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada”. Esto es, que la violencia de género no se circunscribe únicamente a controlar los mensajes de un teléfono móvil, a un insulto o a una bofetada, sino que abarca más, muchísimo más.

Las protagonistas de hoy son también esas mujeres que hacen sentirse doblemente amenazado a un sistema heteropatriarcal en el que no caben versos sueltos. Ser una mujer transexual, ser gitana y autosuficiente, tener una discapacidad y salir adelante o dedicarse a una profesión que históricamente ha estado reservada a los hombres, por ejemplo, y los hay muchos, es todavía, por raro que pueda parecer sobre el papel, inaceptable para algunos, demasiados.

MINORÍAS. El machismo es como un pulpo y sus tentáculos llegan aún a controlar muchos ámbitos de la vida pública y privada de las mujeres, una discriminación que se hace más aguda en según qué casos, en los que surge la necesidad de diversificar los mensajes contra la violencia de género que se emiten, día tras día, a través de diferentes canales, principal conclusión a la que llegan los colectivos de mujeres gitanas, desde donde consideran que los citados mensajes no incluyen su especificidad cultural ni su realidad.

En el caso de las mujeres transexuales, sorprende que todavía haya que recordar que también pueden ser, y de hecho lo son, víctimas de violencia de género, a lo que hay que sumar la que sufren por pertenecer a un colectivo minoritario, estigmatizado y habitualmente precario. En esta línea, la mayor parte de la violencia que hay hacia las mujeres es invisible, sobre todo en el caso de minorías sociales, comprendidas por personas no normativas, con menos privilegios y que, por lo tanto, sufren más acoso. Por si esto no fuera poco, hay un sector del feminismo que no las termina de ver como iguales, concretamente las trans-exclusionary radical feminist (TERF), feministas trans excluyentes en español. ¿Puede haber un movimiento que persiga la igualdad y excluya al semejante? Es inconcebible, pero lo hay.

En definitiva, las políticas y todo el trabajo que se haga en favor de la eliminación de la violencia contra las mujeres debe incluirlas a todas, en primer lugar, y para ello se hace necesario, en segundo, atender sus particularidades.

Los últimos datos en cuanto a número de llamadas al 016, cantidad de denuncias por violencia de género y muertes —los indicadores más utilizados— adoptan una tendencia descendente, aunque desde las asociaciones de mujeres alertan de que eso no siempre es síntoma de que poco a poco se le gana la batalla a la violencia de género, sino que probablemente esta se haga más invisible.

MARÍA DEL CARMEN CAMACHO SANTIAGO - Orientadora educativa en la Fundación Secretariado Gitano

Los mil tentáculos del machismo

“La igualdad de las gitanas es una utopía en el patriarcado”

María del Carmen Camacho es, además de orientadora educativa en la Fundación Secretariado Gitano en Linares, una gitana muy orgullosa de serlo. Considera que la igualdad real de la mujer gitana en particular y de los gitanos en general no se alcanzará en el marco de la actual sociedad patriarcal. “Los principales retos a los que nos enfrentamos las mujeres gitanas son, por un lado, romper con los estereotipos que son la base del antiginatismo y, por otro, la necesidad de concienciar a la población sobre la importancia de cambiar la idea de integración por la de inclusión, ya que las mujeres gitanas no necesitamos integrarnos, ya formamos parte de la sociedad, sin embargo necesitamos sentirnos incluidas en ella como ciudadanas de pleno derecho, sin que se nos discrimine por nuestra identidad cultural, que es muy respetable y enriquecedora”, argumenta.

Recuerda cómo durante su etapa universitaria algunos profesores “perpetuaban los estereotipos”. “Encasillaban al pueblo gitano en aspectos negativos sin tener en cuenta que parte de esos alumnos serán profesores algún día y llevarán el prejuicio a las aulas”, explica Camacho, quien, sobre la situación de la mujer, dice: “Sufre una múltiple discriminación debido a que se unen diversas variables, como la clase social o económica, lo que hace que la desventaja por ser mujer sea peor si se es gitana”.

VALERIA BARRIONUEVO PAREJA - Estudiante de Filología Inglesa en la Universidad de Jaén (UJA)

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“El movimiento feminista tiene que incluir a las mujeres trans”

Por fortuna nadie le ha puesto una mano encima por ser una chica trans, pero conoce de buena tinta situaciones —que ella misma tilda de escabrosas— que le han ocurrido a otras mujeres trans. “Por ejemplo, quedar con chicos a través de una aplicación de citas y que te peguen y te dejen tirada en medio de la nada...”, comenta Valeria Barrionuevo, que sí reconoce haber sido sexualizada en más de una y de dos ocasiones. “He vivido que una persona borracha se sienta con el derecho de cogerme por el brazo, acosarme sexualmente...”, asegura la linarense, quien señala a las redes sociales como escenario de la mayoría de violencias que sufre el colectivo trans. “Está presente esa dualidad, ese fetiche relacionado con la mujer trans. Cuando les deja de interesar te llaman hombre y esa violencia es exclusiva de las mujeres trans. También te dicen que si eres una guarra, una puta...”, lamenta Barrionuevo, que considera sin lugar a dudas que las mujeres trans deben formar parte de la lucha feminista. “Deberíamos tener mucha más participación de la que tenemos. No obstante, creo que cada una debe tener su parcela, porque a pesar de que son luchas iguales hay aspectos diferentes”, asegura, a la vez que habla del feminismo transexcluyente: “Piensan que lo que sufre una mujer cisgénero no lo podemos sufrir nosotras, pero sí, además de otras preocupaciones que ellas no tienen”.

MARÍA ISABEL SERRANO GARCÍA - Árbitra profesional de fútbol

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“Hay comentarios machistas, pero no tantos como antes”

Empezó en el arbitraje hace trece o catorce años y considera que el papel de la mujer en su profesión “ha evolucionado bastante a lo largo del tiempo”. “Todavía hay comentarios machistas en los terrenos de juego, pero no son tan asiduos como antes”, asegura la jiennense María Isabel Serrano, árbitra profesional de fútbol, quien reconoce que al haber alcanzado ya una categoría superior, no le ocurre apenas. “Cuando arbitro mujeres eso no ocurre y es una gran ventaja. En la categoría masculina tampoco... Quizá algún comentario que otro, pero nada parecido a lo que se escuchaba antes, no sé si porque los medios de comunicación están más pendientes de ese tipo de comportamientos, pero la verdad es que ha aflojado un poco”, puntualiza.

Si echa la vista atrás, recuerda que cuando empezó en el arbitraje todo era mucho peor. “Incluso las mismas mujeres nos decían cosas, era mucho peor, ya no solo por los años, sino porque son categorías más inferiores. En el ámbito nacional es distinto”, asegura Serrano, que rechaza la existencia de actitudes discriminatorias dentro de la profesión misma. “Nada, cero discriminación, las mujeres son una más en el equipo, como ellos”, manifiesta tajante, al mismo tiempo que asevera que, en cuanto al papel de la mujer como jugadora de fútbol, ellas son tratadas exactamente igual que ellos, sin diferencias.

MARÍA DEL CARMEN ORTIZ PALOMARES - Vendedora de la ONCE

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“Nunca he tenido dificultades añadidas en el mundo laboral”

Vende cupones de la Organización Nacional de Ciegos de España (ONCE) desde 2012. Tiene un grado de discapacidad del 52% que le afecta, fundamentalmente, a la vista. A pesar de todo, no considera que su condición de mujer con discapacidad le haya supuesto una dificultad añadida a la hora de encontrar oportunidades laborales. “Con anterioridad a la ONCE trabajé en la hostelería”, asegura, a la vez que reconoce que ella, en el mundo laboral, “siempre se ha manejado bien”. “Llevo lentillas y con ellas veo... Ahora, si me las quito es otra cosa”, bromea María del Carmen Ortiz, que dejó la hostelería porque era mucha carga de trabajo. “Llegó un momento en el que trabajaba yo sola en mi bar propio”, añade Ortiz, que fue hace unos nueve años cuando tomó la decisión de dejar el sector arropada por sus hijos. “Tenía que buscarme la vida por otro lado, así que, como yo ya contaba con esta discapacidad, le pregunté a un vendedor que era amigo mío qué tenía que hacer para trabajar en la ONCE”, relata una mujer que, según su testimonio, “necesitaba trabajar para dar de comer a sus hijos”. Entre que entró a trabajar en la ONCE y no, no encontró nada de trabajo salvo unos meses que estuvo en otro bar. “Finalmente cerró, me tenía que buscar la vida por otro sitio y me llamaron de la ONCE. Actualmente vendo cupones en Cazorla, La Iruela y Burunchel”, asegura.

Jaén