La Policía vigila 22 clubes de alterne con unas 500 mujeres

El negocio de la prostitución se muda de los burdeles a los pisos

31 jul 2019 / 11:15 H.

Los burdeles de carretera resisten. El negocio de las luces de neón sigue siendo rentable. “Siempre lo ha sido”, dice un veterano agente de la Comisaría de Jaén que lleva años en la Brigada de Provincial Extranjería. Actualmente, la Policía Nacional tiene controlados 22 clubes de alterne en la provincia de Jaén, una cifra ligeramente superior a la registrada hace ahora un lustro. Algunos son prostíbulos muy grandes, con medio centenar de chicas o más, y otros más pequeños con apenas media docena. Prácticamente, todos se encuentran ubicados junto a las principales vías de comunicación de la provincia y en las inmediaciones de los municipios más importantes. Lupanares que salpican los arcenes de las carreteras y los polígonos industriales del mar de olivos. Casas de citas ubicadas, fundamentalmente, en el eje de la autovía de Andalucía, entre Bailén y Andújar, y en la Nacional 322. Son las dos “rutas del sexo” en Jaén, donde se calcula que trabajan unas 500 mujeres, muchas de ellas extranjeras. Son los datos facilitados ayer por la Comisaría de Jaén, precisamente en la jornada en la que se celebra el Día Mundial contra la Trata de Personas.

Los clubes de alterne funcionan bajo la fórmula jurídica de un hotel. En estos establecimientos se alojan las señoritas, que pagan un precio por la habitación (entre 30 y 60 euros). Lo que pase de puertas para adentro se queda entre esas cuatro paredes y no le interesa a los dueños del negocio. Solo el papel, a las mujeres solo les cobran por la estancia, ya que otra cosa sería un delito de explotación sexual.

Aunque resiste, este modelo de negocio se ha resentido enormemente con las casas particulares. Buena parte de la prostitución ha hecho la mudanza desde los prostíbulos hasta los pisos de tapadillo. La Policía calcula que, solo en la capital, funcionan unos treinta domicilios particulares en los que se paga a cambio de estar con mujeres. Varían constantemente de ubicación, por los problemas que surgen con las comunidades de vecinos. Estos burdeles “domésticos” suelen ser más seguros para ellas y más discretos para ellos, por lo que el fenómeno ha proliferado enormemente. En las viviendas se les alquila una habitación compartida con dos o tres mujeres más, habitaciones que sirven además para ocuparse con los “clientes”. Por ese espacio tienen que abonar unos precio semanal (entre 150 y 300 euros). También, desde hace unos años aparecen y desaparecen locales que parecen pubes, pero donde todas las “clientas” son chicas que aceptan copas de cualquiera que desee invitarlas. En Jaén, a diferencia de otras ciudades, no hay chicas que hagan la calle, es decir, la prostitución callejera no existe.

La Policía Nacional no baja la guardia con este asunto tan espinoso. La Comisaría realiza controles aleatorios en los 22 locales que tiene censados en los que se ejerce la prostitución en la provincia. Los agentes no persiguen a quienes trabajan en el oficio más antiguo del mundo de forma voluntaria. Eso no es delito. Con sus inspecciones, la Brigada de Extranjería trata de detectar si hay mujeres explotadas sexualmente, es decir, retenidas contra su voluntad y obligadas a prostituirse, o si existen mujeres que ganan dinero a su costa (los “chulos” o las “mamis”). No obstante, en las redadas lo más normal es encontrar a chicas sin papeles. Son detenidas y expulsadas por infracción a la Ley de Extranjería. Pero sus puestos son cubiertos rápidamente. El negocio apenas si se resiente de estas “bajas” por estos controles. En los pisos burdel es mucho más difícil ejercer la vigilancia. Tiene que haber denuncia previa bien de una mujer que esté explotada o bien de los vecinos que sufran las molestias.

El proyecto Candela de Cáritas ayuda a las víctimas de la prostitución

Cuando a una chica que ejerce la prostitución se le pregunta si le gustaría dejarlo, suele responder con una frase cargada de amarga ironía: “Nadie está aquí por gusto”. Salir de la denigrante oscuridad del burdel es posible. De hecho, Cáritas Jaén tiene en marcha una iniciativa desde hace tres años que trata de ayudar a las víctimas de esta lacra social. Se trata del proyecto “Candela”, que ha prestado labores de acompañamiento y orientación a casi un centenar de mujeres en la provincia. Un equipo de voluntarios acude a los clubes de alterne y en los pisos en los que se ejerce la prostitución. Hablan con las mujeres para ofrecerles ayuda, asesoramiento sanitario y, también, formación y empleo. El perfil de estas mujeres está muy definido: extranjera, normalmente rumana o sudamericana, de entre 20 y 30 años, con escasa cualificación y con familia en sus países de origen, que suelen depender de ellas económicamente. Los voluntarios de “Candela” tratan de ganarse su confianza de forma paulatina. Primero, acompañándolas a las analíticas o a ponerse las vacunas. Después, van reforzando ese lazo y dotarlas de las herramientas necesarias para que puedan dejar atrás el sórdido mundo de la prostitución.