La “Niña Florida” de San Juan

Nuestra Señora del Carmen despierta fervor inmesurable a su paso por Jaén

17 jul 2019 / 10:59 H.

Caían las ocho de la tarde en la primigenia Plaza de San Juan, cuando un discurrir de vecinos comenzaban a dejarse ver por sus callejuelas colindantes. No obstante, muchos eran quienes se aglutinaban en el interior de la Iglesia de San Juan y San Pedro. La tarde de ayer parecía emular un ausente Viernes Santo que, a diferencia de su vecindario, no dejó verse meses atrás. El barrio de San Juan, castizo donde los haya, vibraba fervor ante la inminente salida de la Virgen del Carmen. Su “Niña Florida” se hacía de rogar unos cinco minutos más de su hora de salida, prevista a las ocho y media, y que no hizo más que acrecentar el fervor de sus devotos. Cuarenta anderos se hallaban prestos y dispuestos para portar sobre sus hombros a la “Flor del Carmelo”. Minutos antes de este esperado instante, los ojos de la cuadrilla eran fiel reflejo de la devoción imperecedera a pesar de los años de veteranía concedidos por su Señora. Otras miradas, reverberaban los nervios típicos de una primera vez, seguramente de muchas, paseando por su barrio a la Virgen del Carmen. “Llevamos tantos años siendo anderos de la Virgen que ya ni nos acordamos”, decía con ilusión Antonio, uno de los veteranos. Sin más dilación, las puertas de San Juan y San Pedro abrieron una tarde-noche del 16 de julio que, si bien presentaba una elevada sensación térmica, congregó a un barrio que ardía en deseos de ver a la “Reina del Mar”.

Tras una laboriosa salida, inducida por los peldaños que anteceden la entrada del templo, la Banda Municipal de Jaén apuntó Marcha Real para recibir a la Virgen del Carmen de San Juan. Los vítores y aplausos no tardaron en desencadenarse. Su cortejo procesional abría el elegante discurrir de María. A poco de encarar por completo la arteria del casco antiguo, Almendros Aguilar, una incansable petalada rosiblanca embelleció, aun más si cabe, una estampa que muchos quisieron fotografiar. Quienes paseasen a partir de las nueve y media de la noche, serían partícipes de los más bellos resquicios de una lluvia exquisita. Sin duda, uno de los momentos más entrañables lo protagonizó en el Arco de San Lorenzo. Bajo su arco ojival, la Virgen del Carmen fue mecida delicadamente por su cuadrilla, aquella que la inundaba de vítores desgarrados por el fervor inefable.

Ya en calle Maestra, los puntos de luz del cortejo procesional quedaron mimetizados con el alumbrado público, presuroso por darle encuentro a la Señora. La Capital del Santo Reino no quiso perder ni un ápice del desfile procesional de la Cofradía de Nuestra Señora del Carmen. No hubo instante en el que los corazones devotos dejasen de palpitar al unísono del delicado caminar de la “Niña Florida” de San Juan.