La madre del acusado: “Yo ya enterré a mi hijo, no lo quiero ni muerto ni vivo”
Testigos afirman que Lucas serró el cuello de su hermana

En un momento de la mañana ya rayando en el mediodía, justo después de que prestara declaración el octavo testigo de la acusación, Lucas P. R. —cejas arqueadas, ojos severos, actitud displicente— jugó brevemente con sus esposas, se giró hacia su abogado, apoyó sus codos en la mesa y le dijo: “Están mintiendo”. Desde que este lunes comenzara el juicio por el presunto asesinato de su hermana, Manuela, a la que supuestamente él degolló el 25 de septiembre de 2020, han sido numerosas las confidencias entre acusado y letrado. Cuando se produjo, ayer, el episodio descrito al principio, ya habían declarado tres testigos presenciales de los hechos, un vecino de su madre, la propia madre y las tres hijas de la víctima. En total durante el día fueron cerca de una veintena.
Esos tres testigos del supuesto asesinato de Manuela a manos de su hermano afirmaron que el acusado serró en varias ocasiones y con fuerza el cuello de la víctima mientras la inmovilizaba poniéndose sobre ella, que estaba de boca abajo. Su testimonio inauguró la segunda sesión del juicio por unos hechos para los que la Fiscalía pide 27 años de cárcel para Lucas P. R. por diversos delitos, entre estos, el de asesinato. Tras una maratoniana jornada inicial en la sala de vistas de la Audiencia Provincial, la segunda no le fue a la zaga en este sentido.
Los dos primeros testigos declararon que estaban en la casa de uno de ellos el día de marras, por la tarde. Ambos afirmaron que escucharon gritos, ante lo cual bajaron a la calle y vieron al acusado sobre la víctima mientras le serraba el cuello, lo cual confirma parte de la versión de la acusación. El primero, que salió delante de su amigo y que fue quien trató de auxiliar a Manuela poniéndole su camiseta en el cuello “para intentar taponar la herida”, añadió que incluso llegó a ver “el final” de la supuesta agresión. “Vi que la atacó por detrás, cuando ella ya estaba cayendo”. La defensa trató de buscar posibles incoherencias en este relato, sobre todo acerca de este último detalle del presunto ataque —cabe recordar que el letrado del acusado expresó en la sesión del lunes que Lucas P. R. no atacó a su hermana, sino que hubo un forcejeo entre ambos, cayeron y el serrucho acabó de forma fortuita en el cuello de la víctima—, aunque, en cualquier caso, ambos testigos afirmaron que Lucas P. R. estaba usando un serrucho sobre el cuello de Manuela haciendo varios movimientos “de izquierda a derecha” —representación incluida— y reconocieron la herramienta en la sala. El primer testigo llegó a hablar de “entre siete y doce” movimientos. Los dos también aseguraron que el acusado se encontraba sobre Manuela, que no tenía posibilidad de defenderse, versión de los hechos que dio un tercer testigo que también presenció la escena, en este caso, de frente. “En la posición en la que estaban ella no tenía posibilidad de defenderse. Él estaba encima, y ella con la cabeza pegada al suelo”, detalló.

CONSUMO DE ALCOHOL
El lunes, el acusado aseveró que había bebido varias copas en diversos bares y se había fumado un porro antes del suceso —el abogado defensor habló de “trastorno mental transitorio” fruto de una adicción crónica desde la adolescencia—, una versión que ayer trató de desmontar la acusación. La defensa llamó a testificar a los dueños de dos de los locales de Mancha Real en los que se detuvo Lucas P. R.: una dijo que consumió una copa de whisky con hielo y otro, que su empleada también le sirvió “dos o cuatro” vasos del mismo licor, pero ninguno advirtió en el acusado síntomas de embriaguez. Además, los tres testigos de los hechos manifestaron que, cuando emprendió la huida en su vehículo, no condujo de manera atropellada, sino fluidamente. También prestaron declaración las tres hijas y las dos hermanas de la víctima, que, junto al viudo y a la madre, respectivamente, ejercen las dos acusaciones particulares. Todos sus testimonios —excepto una de las hermanas, que residía en Madrid— coincidieron en señalar que siempre habían visto a Lucas P. R. beber cerveza sin alcohol, como apuntó el día anterior el marido de Manuela. Una de las hijas, además, relató que su tío le agredió en una ocasión a patadas y puñetazos “sólo por llevarle la contraria” sin que él estuviera borracho. “Es una persona que no soporta que se le lleve la contraria. En cuanto eso ocurre, tienes problemas con él”. Y en la misma línea, una de las hermanas de acusado y víctima declaró: “Mi hermano es un chulo al que le gusta imponer su ley, y punto”.
EL TRASTERO
Las tres hijas, las hermanas y el hermano mayor de la víctima, que también declaró como testigo, en este caso, de la defensa, no dudaron en asegurar que la relación familiar de Manuela, su marido y sus hijas con Lucas P. R., su mujer y sus hijos era “normal” —“se llevaban muy bien”, dijo el hermano mayor—, pero que todo cambió en febrero de 2019, cuando una de las hermanas pidió al hijo del acusado que dejara de trapichear con droga en el trastero de su abuela —la madre de ella—. De hecho, se llegó a interponer una denuncia al respecto, pero se dictó una sentencia absolutoria, algo a lo que aludió constantemente la defensa, además de a la ausencia de pruebas. Aquello fue, según las testigos de la acusación, el “detonante” de las supuestas amenazas de muerte que Lucas P. R. comenzó a proferir hacia todas sus hermanas, pero, en especial, hacia Manuela. “Mi madre tenía mucho miedo. Yo intentaba que viviese su vida, quería que mis padres fuesen felices, pero mi madre estaba atemorizada. Todas las denuncias que se pusieron se cumplieron”, expresó una de las hijas de la víctima.
El hermano mayor, por su parte, afirmó que, “últimamente”, sus hermanas “humillaban y ridiculizaban” a Lucas P. R., una de las grandes bazas de la defensa para justificar que, cuando supuestamente agredió a Manuela el 25 de septiembre de 2020, lo hizo movido, aparte de por el alcohol y las drogas, por un cóctel emocional que acabó estallando. También indicó que la víctima le llegó a confesar un día en la calle que iba a denunciar al acusado “todos los días” y “siempre que se le ocurriera” sólo “para ver si lo jodía bien jodido”. Pese a ello, nunca testificó contra su hermana en ninguna de esas denuncias, pero fue, según manifestó, “porque intenté quedarme al margen de todo este follón”.

Sin embargo, la casi nonagenaria madre de Lucas P. R. y Manuela, aunque prácticamente sorda —la fiscal y los letrados tuvieron que ponerse a su lado para interrogarla— aseguró que, el día en el que falleció la víctima, el acusado se presentó en su casa en actitud agresiva. “Me dijo que mis hijas eran unas hijas de puta y que nos tenía que matar a todas, y me incluía a mí”. Añadió que su hijo le había llamado “zorra” en reiteradas ocasiones, algo que confirmó otro testigo, un vecino de la anciana. “Yo ya enterré a mi hijo. No lo quiero ni muerto ni vivo”, sentenció.
“QUEREMOS QUE SE HAGA JUSTICIA”
El 25 de septiembre de 2020, día en el que, presuntamente, Lucas P. R. asesinó a su hermana Manuela degollándola, una de las hijas de la víctima estaba embarazada. “Mi hijo dejó de crecer cuando ocurrieron los hechos. Me tuvieron que provocar el parto y el niño salió con un problema de corazón. Tuvieron que operarle a los siete meses. Por suerte, ahora está bien”, relató ayer en su comparecencia ante la jueza, el jurado popular y las partes. Fue uno de los efectos colaterales de todo cuanto aconteció aquel día en Mancha Real, pero no el único. “Yo tengo miedo. En su momento no entendía el miedo de mi madre, le decía que siguiera su vida, pero ahora voy por la noche paseando a los perros y tengo que ir mirando hacia atrás”, añadió. Una de sus hermanas contó una situación similar: “Yo, desde el 25 de septiembre de 2020, vivo en un infierno. Tengo miedo de salir a la calle con mi hijo. No consigo conciliar el sueño y tengo pesadillas”. “Lo único que queremos es que se haga justicia con mi madre”, agregó la primera.