La IGP como factor diferencial

“Aceite de Jaén” tiene potencial para inducir más valor añadido en un escenario de crisis de precio y consumo

02 ene 2020 / 11:32 H.
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La Identificación Geográfica protegida (IGP) “Aceite de Jaén” inicia el nuevo año con el desarrollo de sus hitos administrativos y de gestión en marcha para un primer semestre del año que debe concluir con el nuevo sello de calidad del aceite de oliva aprobado definitivamente por la UE, una vez pasen los tres meses preceptivos para recibir alegaciones o impugnaciones. Este periodo se pondrá en marcha, previsiblemente, en el mes de mayo, una vez que a finales de este mes de enero, o a principios de febrero, la Comisión Europea publicará el Documento Único estableciendo sus características y funcionamiento reglamentario.

Pero la IGP llega a la provincia, y a España como único sello de calidad en su género, en un contexto marcado por la crisis de los precios en origen y por una tendencia inexorable de pérdida de consumo de aceite de oliva, no solo en el ámbito nacional, sino también en el internacional.

¿Lastra este contexto su desarrollo y el papel que debe cumplir? “No le influye negativamente. Es más, debe inducir el efecto contrario, de estímulo, porque en un contexto de crisis de precios la gente, el consumidor, suele aferrarse al hecho diferencial”, responde Manuel Parras Rosa, presidente de la Federación de Productores de Aceite de Oliva de Jaén, entidad impulsora de la IGP, y catedrático de Comercialización e Investigación de Mercados de la Universidad de Jaén. El sello “Aceite de Jaén” amparará aceites de máxima calidad en el ámbito de toda la provincia. Es un dato significativo. Podrá llegar también a certificar los de dos comarcas que no pudieron tener sus denominaciones, La Campiña y Sierra Sur. Complementa así la labor de las tres Denominaciones de Origen Protegidas en sus respectivas comarcas, Segura, Mágina y Cazorla.

CONSUMO. Tras ser aprobada por la UE en diciembre pasado, los impulsores de la IGP explicaron el objetivo fundamental. Inducir en los consumidores la actitud, o tendencia, para que paguen un diferencial de precio por la calidad de estos aceites certificados, que será máxima y formará un “club selecto” identificado como hecho diferencial, avalado por la UE y localizado en el territorio de la primera productora mundial, Jaén. Además, los productores que voluntariamente obtengan la certificación de sus aceites vírgenes con el sello “Aceite de Jaén” lo pueden usar, sin problemas, con la etiqueta de su denominación de origen, si es el caso, reforzando posición.

¿Qué diferencial de precio puede inducir la IGP? “Eso es imposible saberlo, y no queremos especular. Tendremos que testarlo antes para saber cómo se comportan los consumidores y ver todos los resultados que arroja”, responde Manuel Parras. No será, por lo tanto, certificar y besar el santo la próxima campaña. Es un proceso más dilatado en el que habrá que ver si se produce la tendencia que permita rescatar más valor añadido y cómo consolidarla e incrementarla en este nicho de aceites vírgenes avalados por la UE.

Insiste, no obstante, en el marco en el que se va a mover la IGP. Crisis de precios actual, que está a punto de levantar al sector en movilizaciones, y otro contexto que parece pasar desapercibido y no es menos preocupante, la caída del consumo, explica el catedrático, tanto por cambio de hábitos como por gustos más baratos, porque también el girasol ha bajado en consumo. En los últimos 15 años, España, Italia y Grecia han perdido 500.000 toneladas de consumo. La campaña pasada se saldó con un enlace de 600.000 toneladas y para la actual se prevé producir 3,2 millones de kilos. Sin prisas, pero sin pausas, la IGP deberá consolidar el hecho diferencial de calidad y ser un acicate para los productores.

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