La Cuaresma entra con agua en la ciudad

La lluvia desluce el traslado de Jesús de la Piedad hasta la Catedral y obliga a oficiar el viacrucis dentro del templo

07 mar 2019 / 11:42 H.

No es un pronóstico oficial, pero el mundo cofrade se sobrecoge cuando el Miércoles de Ceniza llueve, como si esa agua presagiase una Semana Santa deslucida, húmeda, inestable. Son muchos días de espera, a lo largo de todo el año, hasta llegar al primer día de Cuaresma, y lo último que desean los fieles es tener que abrir los paraguas. Pero contra la naturaleza, ya se sabe...

La mañana del primer día de preparación para la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo amaneció extraña, con amenaza de precipitaciones en cada nube, y a mediodía el cielo de Jaén no aguantó más. Una situación que, ya por la tarde, volvió a hacerse con la ciudad, de forma intermitente pero intensa. No obstante, el mal tiempo se retiró un rato, a eso de las siete, y permitió a la hermandad dominica del barrio de la Alcantarilla que su Ecce Homo tocase calle y que el primer incienso de 2019 embriagase al personal. Eso sí, una hora después de lo previsto. Con el alma en vilo por si la lluvia volvía a presentarse, el cortejo acortó calles y, por el dédalo del antiguo arrabal de las Monjas, alcanzó la Plaza de Santa María justo cuando el agua comenzó a descargar de nuevo en la capital.

Una vez dentro de la Catedral, a la que el mal tiempo le restó afluencia, el obispo, Amadeo Rodríguez Magro, presidió la solemne eucaristía concelebrada de imposición de la ceniza, que contó con la presencia de delegaciones de todas las cofradías de Pasión y Gloria de la ciudad. Al término de la ceremonia se daba por hecho que la comitiva penitencial volvería en viacrucis hacia el convento de la Purísima, sede canónica de la hermandad, pero las ganas se convirtieron en frustración cuando, de nuevo, la lluvia apareció y dio un giro a los acontecimientos. Así, Nuestro Padre Jesús de la Piedad en su Sagrada Presentación al Pueblo presidió la piadosa cita pero, en lugar de a cielo abierto, lo hizo bajo las bóvedas catedralicias. Un comienzo de Cuaresma que no fue el deseado pero que no le restó ni un ápice de devoción.