Jaén guarda silencio ante el paso de la Virgen de la Soledad

San Ildefonso acoge un legado que no se olvida, que se vive y que se siente

19 abr 2025 / 18:02 H.
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Soledad y Yacente que en la tarde del Viernes Santo cerraron la noche de luto de la ciudad y que presentó al pueblo dos secciones: el Cristo Yacente y la Virgen de la Soledad. Eran las 20:45 horas cuando se abrieron las puertas del templo, y Jaén, una vez más, se rindió tanto al misterio del sepulcro como al desgarro silencioso de una Madre rota por el dolor. El Cristo Yacente, en su urna de recogimiento eterno, avanzó entre corales que no rompían, sino que acariciaban el silencio. La Coral Villa de Mengíbar puso voz al luto que envolvía cada calle, cada piedra y cada rincón. Y tras Él, Nuestra Señora de la Soledad, reina del duelo, caminó bajo su palio negro, acompañada por los sones de la Coral Ciudad de Granada, la cual supo transformar la pena en música celestial. Fue una procesión de emociones contenidas, de lágrimas interiores y de oración sincera. A su paso por la Carrera Oficial, entre las 22:05 y las 23:25 horas, los nazarenos, de riguroso negro, como manda la tradición, marcharon con paso firme y alma temblorosa, informa Juanjo Armijo.

Túnica de lanilla, capa de raso, caperuz alto y cíngulo del mismo color. No hicieron falta palabras. El silencio fue el lenguaje de una noche que dolía. La procesión concluyó pasada la medianoche. Volvieron los pasos a su templo, donde con un transcurrir fúnebre en su barrio, San Ildefonso, los jiennenses esperaron a la cofradía que aguardará un año entero ese Cristo dormido y esa Madre que no duerme. Y con ellos, también se recogieron las oraciones de un pueblo que, en la noche más larga de la Pasión, se aferró al consuelo de la fe. Fue, junto al Santo Sepulcro, el broche de oro a una jornada marcada por el recogimiento; una noche de Viernes Santo en la que Jaén volvió a mirarse al espejo de la tradición y del sentimiento más puro. La Cofradía del Cristo Yacente y Nuestra Señora de la Soledad es faro de devoción en la Semana Santa jiennense, guardiana de un legado que no se olvida, que se vive y que se siente.

Jaén