En las desgracias, ¿dónde está Dios?

26 mar 2020 / 12:39 H.
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Es la pregunta que se hace mucha gente de fe y de “no fe”. Pregunta habitual en las grandes desgracias. Me acuerdo cuando el terremoto de Haití de 2010, que mucha gente también se la hacía.

¿Dónde está Dios ante estas situaciones? Normalmente nos acordamos de Dios muchas veces, pero cuando estamos con el agua al cuello nos acordamos más y hasta nos gustaría algún milagro. Pero no hemos de pedir milagros.

El mejor milagro es nuestra vida de cada día, don y regalo, y oportunidad para hacer el bien. Milagro es tanta gente buena, desde médicos, sanitarios, científicos, etcétera, que ayudan a solucionar el problema. Milagro es tanta gente buena que no puede hacer más y rezan intensamente por sus hermanos.

Dios no está teledirigiendo la vida desde una avioneta y vigilando. Dios nos regaló lo más grande, que es la libertad, y nos dijo: “Sed felices y haced todo el bien a vuestro alcance”. Y cuando no es así, tampoco Dios se deprime, sino que sufre nuestras torpezas y egoísmos y hasta es misericordioso siempre con nosotros. ¡Es la paciencia de Dios!

Quizás estas experiencias dolorosas nos ayuden a sensibilizarnos y a ser mejores y a encontrar a Dios donde no lo esperábamos. La historia de la humanidad ha vivido otros momentos semejantes de pestes y epidemias, y hasta el mismo Albert Camus nos lo cuenta en su libro La Peste. Lo importante es preguntarnos: “¿Saldremos mejores de esta situación? El Papa Francisco, que está en la realidad de cada día, dice que sí, que tiene mucha esperanza en las personas y en los pueblos. Pero también nos recuerda algo importante: “Dios perdona siempre, nosotros de vez en cuando y la Naturaleza no perdona nunca”, y grita para que nos hagamos cargo de la situación. Tomemos nota.

Los humanistas dicen que esta crisis es una especie de “cuaresma secular” que nos concentra en los valores esenciales a veces olvidados, como son la vida, el amor, la solidaridad y nos obliga a relativizar cosas, nosotros que tenemos tanto e innecesario. Ojalá nos sirva para poner en valor los valores esenciales.

Ahora resulta que a los europeos nos toca vivir algo que pensábamos que nunca iba a llegar, o al menos no nos iba a tocar. Ahora entenderemos mejor el sufrimiento de tantos refugiados e inmigrantes a los que les hemos cerrado puertas.

Nosotros que nos hemos creído el “ombligo del mundo”, los señores de la ciencia y el progreso... Viene un “bichito” de nombre covid-19 y nos pone todo patas arriba, en nuestro sitio y nos baja los humos.

Pero no hay mal que por bien no venga, ¿no dicen eso? Ahora nos necesitamos. Ahora nos hacemos más interdependientes y nos interconectamos mejor. Ahora aprendemos a querernos. En este momento toca creer en Dios y en las personas y unir esfuerzos. Creer en Dios, Padre-Madre creador, no castigador. Bueno, y misericordioso, que siempre está. En Andalucía decimos: “para un roto y para un descosido”.

Lo cual no impide que nuestra relación con Él sea como de padre a hijos y viceversa y nos quejemos y hasta le digamos: “¿Dónde estás? Es como el hijo que tiene desavenencias con su hermano y le dice al padre que intervenga. El padre, ¿que diría? “Vamos a llevarnos bien, hablemos y arreglemos por el bien de todos... Al fin y al cabo, nos guste o no, somos hermanos”. En nuestras manos esta hacer siempre lo mejor.

Jaén