Emilio García, ingresado por covid-19: “No era capaz ni de rezar”

El médico jiennense recuerda cuando estuvo en la UCI en las primeras semanas de la pandemia

16 mar 2025 / 07:00 H.
Ver comentarios

Emilio García de la Torre fue uno de los primeros jiennenses en conocer, de primera mano, la magnitud de la covid-19. El entonces presidente del Consejo Andaluz de Colegios de Médicos recuerda que en los meses previos al decreto del estado de alarma hizo varias declaraciones en medios de comunicación informando de las notificaciones que le llegaban del Ministerio de Sanidad. “Algunas de ellas resultaron ser inciertas, como que no había necesidad de mascarillas, algo que nos contagió después. Este fue uno de los grandes problemas, porque al principio se dijo que era menos que una gripe”, señala a Diario JAÉN cuando se cumple el quinto aniversario desde que el Gobierno declaró el estado de alarma. Tan solo unos días después, el jiennense comprobó en primera persona que esto no era así, y que los efectos que traía consigo el coronavirus eran muy graves. “El 17 de marzo empecé a encontrarme mal y a manifestar algunos de los síntomas, me hicieron una prueba y di positivo. No solo yo me contagié, también lo hizo el resto de mi familia —mi mujer, mi hija y mi yerno—”, relata García de la Torre.

Poco tardaron los síntomas en volverse cada vez más severos, hasta que llegó el ingreso. “El día 26 de marzo no me despertaba y mi mujer, muy preocupada, llamó a emergencias. La llamada se hizo a las 8:00 horas, pero no llegaron hasta las 11:30”, asegura. Entonces, los sanitarios tenían que prepararse rigurosamente y llevar la ropa necesaria para evitar contagiarse. Cuando los profesionales llegaron a la casa del médico, este afirma sentirse consciente, aunque no recuerda prácticamente nada de su traslado al hospital. “Me ingresaron y al día siguiente hicieron lo mismo con mi mujer. Tuve suerte porque compartimos la misma habitación”. La situación, lejos de mejorar, empeoraría en las siguientes horas. Emilio García tenía dificultades para respirar y sentía que el aire no le llegaba a los pulmones. “Por eso me bajaron a la UCI al tiempo. Estuve un mes ingresado, y no podía ni pensar, por eso no se nos hizo muy largo. Soy cristiano, y tenía tan pocas fuerzas que no era capaz ni de rezar”, expresa.

Sin embargo, el virus no pudo con él, y se recuperó con más fuerza al tiempo. “Si que creo que hayamos aprendido algo, pues si viene otra pandemia actuaremos de forma diferente. También me da la sensación de que las personas más jóvenes se están olvidando de una época tan mala”, apuntala. Dicen que lo que no te mata te hace más fuerte, y eso es justo lo que ocurrió con Emilio García, que aún hoy sigue pasando consulta como otorrino y desviviéndose por la profesión a la que le profesa un incalculable amor vocacional.

Miguel Ángel Bueno de la Rosa: “La llegada de la vacunación supuso un antes y un después”

Emilio García, ingresado por covid-19: “No era capaz ni de rezar”

A Miguel Ángel Bueno de la Rosa le resulta complicado olvidar su experiencia cuando trabajó en plena pandemia de la covid-19. El epidemiólogo del distrito sanitario Jaén/Jaén Sur y director de la Unidad de Vigilancia Promoción y Prevención es de los que piensa que de todo se aprende, y aunque contempla la posibilidad de que algo así pueda volver a ocurrir, cree que la sociedad estará mejor preparada.

—¿Qué recuerda de los meses previos a la covid-19?

—Mucho trabajo y tensión, hay que tener en cuenta que ya aparecían casos unos meses antes y estábamos preocupados. Cuando empiezan aquí los contagios tenemos un ritmo frenético de trabajo en el que tenemos que cumplir las instrucciones que nos mandan las administraciones y realizar las pruebas y estudios de contactos, entre otras labores.

—¿Qué hacía usted cuando se decretó el estado de alarma?

—No lo recuerdo exactamente. Pero sí que es cierto que no fue algo que me cogiera de sorpresa, se veía venir porque el ritmo de trabajo era muy intenso. Hay que tener en cuenta que, en ese momento, cuando se hacía una PCR, antes de hacerla los profesionales tenían que contactar con Epidemiología para grabar el caso en la red de alerta. Había un ritmo constante de muchas llamadas, y recuerdo que teníamos dificultades hasta para poder almorzar.

—¿Cuál fue, en su opinión, el peor momento de la pandemia?

—El peor momento es cuando no tienes seguridad ante lo que ocurría. Nunca nos habíamos enfrentado a una situación como está, íbamos por detrás de los acontecimientos y había mucha precariedad en los medios, que tuvieron la necesidad de reforzarse. Además, la desinformación contribuyó a generar ruido, y muchas veces el mensaje de los sanitarios no llegaba con claridad.

—¿La sociedad se confió demasiado pronto?

—Creo que en general el comportamiento fue muy bueno y la gente fue muy disciplinada. Es normal que cuando se relajaron las medidas la gente quisiera recuperar la normalidad. Pero es importante destacar que este virus es estacional, tiene capacidad de mutar, y era la primera vez que tenía contacto con él. Todos éramos susceptibles. En cambio, la gripe cambia a lo largo de los años, pero la mayor parte de la población ya ha tenido contacto, por lo que tiene cierto grado de inmunidad.

—¿Hemos aprendido algo? ¿Qué probabilidad hay de que ocurra algo similar?

—Que hay que hay que invertir en salud pública y que es necesario adecuar nuestras dimensiones de personal a una sociedad moderna. Hay que resaltar también la magnífica respuesta por parte de las vacunas, que suponen un antes y un después. Cuando llegó la vacunación, había mejor pronóstico en los casos en las residencias y menos fallecidos. Calcular la probabilidad de que vuelva a suceder es imposible, pero tarde o temprano puede volver a ocurrir. No podemos vaticinar la gravedad, pero si podemos prepararnos para reaccionar y que el impacto que sea el mínimo posible.

Jaén