El Pato Rojo continúa su vuelo en un mar de bonanza

La afamada marisquería de la capital, ubicada en la calle Bernabé Soriano, celebra sus bodas de oro de la misma forma que en 1974: repartiendo felicidad

04 ago 2024 / 18:33 H.
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El bullicio es prácticamente inminente desde que levanta la persiana cada jornada a las doce y media del mediodía, de martes a domingo, en un habitáculo angosto que es parte de la esencia de un establecimiento hostelero que ha sabido marcar la diferencia en la capital jiennense con productos que no nacen de la tierra, sino en el mar, algo sorprendente, aparentemente, en una ciudad de interior. Y con un nombre que, aunque nada tenga ver con lo que ofrece, se ha convertido en un emblema de la gastronomía jiennense. Esta asidua vorágine, en la que prima la felicidad, con la habitual estampa de una caña y una tapa de marisco o pescado, es fruto de un talento generacional que está a la misma altura de la ambición de José Manuel Martos, propietario de la Marisquería El Pato Rojo, que cumple medio siglo de vida en la calle Bernabé Soriano. Cincuenta años dan para mucho, son una vida. Mucho ha cambiado la ciudad desde que Manuel Martos, en 1974, cogiera las riendas de un bar que, en cuanto a cocina, no se distinguía de lo que ofrecía la competencia por aquel entonces. El padre del actual propietario no era consciente de que aquel enorme cartel que colgaba en vertical de la fachada del número 10 de la céntrica vía pasaría a ser la entrada de uno de los bares con mayor solera de la ciudad, sobre todo cuando estuvo a punto de quitarlo. Pensó en poner un nombre más acorde al de una marisquería, pero el cartel impidió el cambio. La maltrecha economía en el comienzo hizo que diera prioridad a otros asuntos y mantuviera así el rótulo de El Pato Rojo.

<i>Manuel Martos, fundador de El Pato Rojo. </i>
Manuel Martos, fundador de El Pato Rojo.

Manuel Martos, que trabajó años anteriores en un restaurante dedicado al marisco, decidió trasladar el concepto de marisquería a su flamante establecimiento, introduciendo paulatinamente en la cocina lo que es hoy es su seña de identidad. Lo cuenta su hijo a Diario JAÉN mientras quien escribe saborea su particular chato de vino —o dos—, que es sinónimo de fruición, de diversión y de buena compañía. Lo introdujo el artífice del bar hace 40 años y, desde entonces, cada ronda se sirve de la misma manera: con un vaso helado. “Este vino ha sido testigo de infinidad de festejos”, afirma José Manuel Martos. En la filosofía de la marisquería nada ha cambiado desde que comenzara su andadura hace 50 años, intentando dar un servicio de calidad a un buen precio. “Es mi máxima. No busco la excelencia a base de gastarme los cuartos, porque eso repercute en la cuenta de los clientes y no vuelven. Al cliente, como decía mi padre, hay que sacarle el dinero despacio. El Pato Rojo siempre ha sido una marisquería que ha dado la máxima calidad sin perder de vista el precio en la minuta. Aunque vendamos un producto que es pescado en el mar, nuestros precios son populares. Yo intento que ese poquito más que implica comer en una marisquería no sea mucho más, como en un bar normal”, explica.

<i>Imagen de la marisquería en la década de los 80.</i>
Imagen de la marisquería en la década de los 80.

José Manuel Martos destaca que cuando se puso en marcha el bar, para alcanzar el éxito, sus padres, Manuel Martos y Carmen Jiménez, trabajaron a destajo, junto con sus abuelos maternos. Los primeros años fueron duros, como sucede en la mayoría de los negocios que se emprenden de la nada, pero con mucho esfuerzo lo iban sacando adelante, poco a poco, como se cocina la reputación. “Mi abuela materna fue muy querida por la clientela y es todavía recordada en las conversaciones mantenidas sobre la barra metálica del bar entre caña y caña”, relata Martos. Cuando su hermana, Raquel Martos, y José Manuel Martos tuvieron la suficiente edad para sostener una bandeja abarrotada de platos, también ayudaron a sacar adelante el negocio. La profesión de hostelero la llevan en la sangre, desde muy pequeños, puesto que eran otros tiempos y había que arrimar el hombro. “Yo llevo aquí metido 32 años y tengo 47. Para tener un bar hay que ser constante, ser un yunque. No parar, no parar y no parar”, subraya Martos, que, en relación a la idiosincrasia de El Pato Rojo, agrega: “Es un establecimiento alegre y desenfadado. Es un bar de toda la vida, con barra, tapas, bullicioso, y muy dinámico”. Su padre se jubiló en 2013, en su 65 cumpleaños, y su hermana lo hizo por enfermedad en 2014.

<i>José Manuel Martos, actual propietario e hijo del fundador. </i>
José Manuel Martos, actual propietario e hijo del fundador.

En estos 50 años han pasado muchos trabajadores por El Pato Rojo y cada uno de ellos ha participado en su exitosa trayectoria. De hecho, según remarca Martos, algunos de los empleados forman parte de la familia, como si fueran hermanos. “Estoy muy agradecido a ellos. A los que han fallecido, a los que se han jubilado y a los que continúan con nosotros”, resalta el propietario, que en las postrimerías de la conversación dedica unas palabras en homenaje a su mujer, pues sin ella, dice, nunca habría conseguido prolongar el legado de sus padres. “Ella también trabajó duramente en la cocina, pero su mayor labor fue apoyarme incondicionalmente en este oficio tan bonito que es opuesto a la conciliación familiar. Gracias a ella y a mi hija por estar siempre ahí”, agradece.



Jaén