El negocio del oleoturismo
Empresarios oleícolas defienden la necesidad de diversificar
Jaén es una alfombra con 66 millones de olivos. Un cultivo que lleva aparejado un tipo de agricultura específica: almazaras, cortijos, haciendas, caseríos... Edificios de gran belleza y singularidad, ¿Por qué no hacerlos visitables? ¿Por qué no aprovechar estos recursos? Es el negocio del oleoturismo, una apuesta que cada vez gana más peso en la provincia. El Congreso Internacional sobre el Patrimonio Arquitectónico de la provincia organizó ayer una mesa redonda en la que varios empresarios jiennenses que fueron pioneros en ondear esta bandera contaron sus experiencias. Francisco Vañó, de Turismo Gourmet Castillo de Canena; José Antonio Jiménez, de Oleícola San Francisco de Begíjar; Ignacio Gutiérrez Rojas, del Cortijo El Madroño, y la técnico de Diputación Ana Fernández Zamora debatieron la importancia de poner en valor los recursos ya existentes para generar una rentabilidad añadida a la producción de aceite de oliva.
Estos especialistas destacaron que el sector es, por sí mismo, un imán para el turismo a través de una variada oferta relacionada con el olivar y el aceite: museos, almazaras, restaurantes especializados, alojamientos rurales, cortijos, fiestas, degustaciones y catas del oro líquido que conforman una oferta única en España.
Ignacio Gutiérrez explicó cómo convirtieron una almazara eminentemente familiar, dedicada desde hace décadas en exclusiva a la molturación de aceitunas, en un lugar idílico para la celebración de eventos como bodas. “Nos planteamos profesionalizar la empresa para que, al mirar la cuenta de resultados, no solo viésemos los gastos. Mantener una infraestructura de este tipo cuesta mucho dinero y buscamos otras fuentes de financiación”, asegura. En principio, se planteaban organizar no más de cinco bodas al año. “Este año hemos realizado 45”, sostiene.
José Antonio Jiménez, de Oleícola San Francisco de Begíjar, es otro de los “valientes” que ha apostado por el oleoturismo. El patrón se repite en este caso: la vieja almazara, construida por su familia en 1927, se ha convertido en un foco de atracción para el turismo gracias a que ha sabido “vender” experiencias relacionadas con el aceite de oliva. Recibe unos 7.000 visitantes de 47 países distintos: “El aceite está de moda”, asegura este empresario. De momento, su actividad principal es la producción del oro líquido, mientras que el turismo es algo más secundario. No obstante, José Antonio Jiménez no descarta poder dar la vuelta a esta situación.