El difícil arte de acercar la política
Sánchez Herrera fue todo un referente de la buena labor en el ámbito municipal
La política no es una ciencia exacta, sino un arte”. La frase corresponde a Otto von Bismarck, el estadista y político alemán. Alfonso Sánchez Herrera podría encarnar a la perfección la esencia de esta definición, al erigirse por méritos propios en todo un referente de la buena labor en el ámbito municipal. Es en esta parcela donde a buen seguro la política alcanza su mayor complejidad y, a su vez, el contexto en el que se hace más tangible su aspiración de hacer felices a las gentes, objetivo último y principal que debe marcar el rumbo de quienes a ella se dedican. El querido y ya también desaparecido Paco Fontecha se enorgullecía del acierto que supuso el “fichaje” de Sánchez Herrera para plantar cara a un PSOE que ganaba todas las municipales en el Ayuntamiento jiennense desde las primeras elecciones democráticas. Su carismática forma de ser, su cercanía y su pura esencia jiennense supusieron toda una garantía en la aspiración por arrebatar al partido del puño y la rosa el bastón de mando en el Consistorio de la capital. Con este fin, se convirtió en cabeza de lista del PP para el periodo 1987-1991. Fue a mediados de mandato, en 1989, cuando fructificó una moción de censura contra José María de la Torre, alcalde socialista, de la mano del CDS. Durante dos años ocupó la presidencia del Consistorio de la capital, lo que no le garantizó repetir en el puesto.
Aunque fue el vencedor de los comicios locales de 1991, empató a ediles con el PSOE y un acuerdo de este último con IU dio al traste con las aspiraciones de Sánchez Herrera. Fue ya en 1995 cuando arrasó en las urnas, con un 53,31 por ciento de los votos, que se tradujeron en una mayoría absoluta de 15 concejales, todo un hito para el partido conservador. La gestión estuvo marcada por su inconfundible personalidad. Se le podía ver tanto pateándose cualquiera de los barrios y recogiendo las inquietudes vecinales, como enfundándose la camiseta del Real Jaén o abanderando una protesta contra la temida reforma de la OCM de olivar y el aceite de oliva. Estaba en todas partes, lo que le valió el cariñoso apodo por todos recordado. De su etapa se atesoran cientos de anécdotas y sucedidos, fruto de su sentido del humor y de su fina ironía.
A pesar de ser un alcalde querido y de que a buen seguro habría revalidado su éxito en las urnas en los comicios locales de 1999, el desacuerdo con la dirección provincial, encabezada entonces por Miguel Sánchez de Alcázar, le llevó a renunciar a presentarse a las elecciones. Las tensiones internas supusieron que de un plumazo pusiera punto final a una trayectoria como regidor con significativas luces en el ámbito municipal y que, a diferencia de muchos otros, careció de posterior proyección en la política regional y nacional.
En el ámbito interno del PP, su nombre reapareció en el año 2005, como uno de los opositores, en el congreso provincial, a la gestión realizada por el entonces presidente del PP de Jaén, José Enrique Fernández de Moya, alienándose así, curiosamente, con Sánchez de Alcázar, entonces alcalde. A pesar de ello, dos años después, se convirtió en el número 2 de la lista popular en las elecciones municipales de 2007. Un reclamo que resultó infructífero y que mandó al PP a la oposición tras un acuerdo entre PSOE e IU. Finalmente, en 2015, ocupó el puesto 27 de la lista, un lugar simbólico de reconocimiento al que supo imprimir su estilo cercano al ciudadano. Algo valorado no solo por sus afines, sino también por sus adversarios, y que se refleja en el hecho de que su nombre forme parte de la memoria colectiva como alcalde —el alcalde—, de —su— Jaén.