El coronavirus y el Arca de Noé

19 mar 2020 / 13:09 H.
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Es cierto que el covid-19 nos ha metido el miedo en el cuerpo, pero con miedo no vamos a ninguna parte porque el miedo paraliza y es mal compañero de camino. Ahora es tiempo de pelear contra él, ganarle, y después ya veremos. En cualquier caso, yo prefiero pensar que detrás del covid-19 hay un trasfondo mucho más profundo y que es consecuencia de muchas cosas, y a la vez es llamada de atención muy seria. Por eso la reflexión y pararse a pensar es oportuno y necesario y nos propone mirar más allá.

¿Cuál es el trasfondo? No soy experto ni científico, soy un simple observador de calle y hombre de fe, lleno de ignorancia pero preocupado y convencido de que las cosas no son “porque sí”, ni por casualidad, y que todo tiene “su porqué”. Observar siempre es bueno para aprender y transformar.

No sé si estamos llegando al “Armageddon” (Apocalipsis 16;16): “es un término bíblico apocalíptico, usado no solo por el cristianismo, sino por otras religiones y culturas antiguas que lo empleaban para referirse al fin del mundo o fin del tiempo mediante catástrofes”.

No creo que estemos al final del mundo. Seguro que no. Pero sí puede que estemos al final de una “etapa del tiempo” o al “final de una época”, donde vislumbramos que así no podemos seguir y que todo lo que está pasando son avisos y signos de los tiempos que nos invitan a pararnos a pensar y cambiar actitudes.

Lo que sí tengo claro, desde mi oscura atalaya, es que necesitamos entender de otra manera nuestra relación con la vida y con el planeta tierra, para mí, “la madre tierra” que nos regala la vida al nacer y nos acoge y cobija cuando nos vamos. Y hablar de la madre tierra es hablar de producir, de distribuir y de consumir. Y esto sí que hay que repensarlo. En esta materia es experto el gran teólogo brasileño Leonardo Boff.

Tal vez el covid-19 sea el prólogo o anticipo que nos pone en “sobre aviso” y nos hace caer en la cuenta de nuestras torpezas y nos anuncia, a la vez, amenazas que ya están sobre nuestras cabezas y que se generalizan en nuestro sistema vida y sistema tierra y que hacemos tan poco caso. Pongo como ejemplos el calentamiento global, tan ignorado por muchos, la escasez de agua y el maltrato de las mismas con toneladas de basura, la acumulación en pocas manos a expensas de generar más pobreza... el esquilmar la tierra... y todo esto se está traduciendo:

—Fuertes lluvias caídas a destiempo haciendo daño.

—Inundaciones desastrosas.

—Incendios terribles (los últimos en Australia)...

—Olas de calor.

Todas estas desgracias son señales inequívocas de que la tierra ha perdido su equilibrio y anda buscando otros equilibrios nuevos, porque ya no aguanta tanta desolación o devastación y tanto maltrato fruto de nuestro egoísmo posesivo de tener más y más.

El coronavirus puede ser el anuncio de la nueva devastación de la especie humana. Y por que no? Lo cierto es que esto no hay quien lo pare, y no sé si nos lo estamos tomando en serio o necesitamos un policía en cada puerta. A veces los humanos somos necios.

Tal vez la tierra, la vida y el ser humano hemos entrado en “rojo” de peligro y empezamos a “engrosar el cortejo de aquellos que se dirigen hacia su propia tumba”. Y ahora no hay Arca de Noé. Pero estamos a tiempo. Ni la misma ciencia tiene la última palabra y hasta es imprescindible, pero no lo puede todo, si el ser humano no colabora.

La ciencia pronto conseguirá una vacuna, pero mientras tanto el virus, expresión de, desequilibrio humano, se habrá llevado a muchos y cuando se esté superando, otro nuevo llegará.

Por eso los humanos hemos de tomarnos en serio la vida y el planeta tierra, casa común. Porque la tierra no es un baúl de recuerdos, ni de recursos para los más listos vivir mejor. Ya lo dice el evangelio a los que viven llenando graneros para luego echarse a dormir. ¿Creerán que se lo van a llevar? Tal vez estén esperando el camión de la mudanza, como dice el Papa Francisco.

Necesitamos una nueva visión de la realidad. La vida no son solo cosas y almacenar para mejor vivir. Hoy más que nunca necesitamos más ética y moral que nos sensibilice y nos dé un espíritu diferente. Hay que rescatar los valores más allá de, tener, poder, prestigio. Hay que rescatar afectos, empatía y compasión —sentir con el otro—. Si no recuperamos valores el futuro es negro. Necesitamos la cultura del cuidado y de la responsabilidad colectiva.

Jaén