Declarado culpable por allanar la casa de su expareja

El jurado lo considera autor de un único delito ya que estima que entró al domicilio sin permiso una sola vez

06 jun 2017 / 11:09 H.

Un jurado declaró anoche a Eduardo A. M. culpable de un único delito de allanamiento de morada. Los nueve miembros del tribunal popular, que emitieron su veredicto al filo de las nueve, consideraron que este joven linarense accedió sin permiso al domicilio de su expareja sentimental en una sola ocasión y no en dos, como la Fiscalía había mantenido en el juicio. Con esa decisión, el Ministerio Público pidió a la presidenta del tribunal, la magistrada María Fernanda García, que condene a Eduardo A. M. a dos años de prisión. Mientras, la defensa solicitó seis meses de cárcel, es decir, el mínimo castigo para este delito. Y es que el jurado popular estimó que en este caso concurre la atenuante de parentesco. El juicio ya está visto para sentencia.

Por la mañana, el hombre, de 29 años, se sentó en el banquillo para responder de dos delitos de allanamiento de morada. El acusado reconoció que entró en el domicilio de su antigua compañera sentimental, “como había hecho otras muchas otras veces”. En marzo de 2013, apenas una semana después de que la relación se acabara, Eduardo explicó que accedió a la casa con la intención de convencer a su expareja para que volvieran a estar juntos. “Le llevé hasta un regalo”, dijo al tribunal. “¿Por qué estaba escondido detrás de una puerta?”, le preguntó la fiscal Ana Carolina Parejo. “Ella quería que lleváramos oculta la relación. Ese día me escondí porque venía con su hermana”, se justificó. El jurado absolvió a Eduardo A. M. de este primer cargo. Sin embargo, lo consideró culpable del segundo, ocurrido en septiembre de 2013. Entonces, la víctima encontró a su expareja metido debajo de la cama. “Habíamos estado de fiesta el día de antes y pasamos la noche juntos. Ella se marchó por la mañana para recoger a su hijo y me pidió que me fuera para antes de que volviera. Lo que pasa es que me dormí y cuando regresaron, me escondí para que el niño no me viera”, relató. “Fui el más tonto del mundo. Me metí yo solo en este berenjenal”, llegó a decir al tribunal. Eduardo explicó que la relación estuvo marcada por las continuas peleas, rupturas y reconciliaciones: “Yo siempre trataba de arreglar las cosas”, aclaró. Su abogado, incluso, aseguró que su cliente “igual se puso un poco cansino, pero no es un delincuente”.

La versión de la víctima fue muy diferente: “Cómo le iba a dar permiso para que entrar a mi casa si solo quería que me dejara tranquila”, explicó, al tiempo que reconoció haber pasado “miedo” porque Eduardo estaba “obsesionado”.