De estar atrapadas en las drogas a ver la luz: ¿Quieren saber sus historias?

Encarni, Natalia, Yessenia y Loli: cuatro mujeres valientes de Proyecto Hombre dan la cara con testimonios que a nadie dejarán indiferente

08 mar 2024 / 16:30 H.
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Estaban en un callejón sin salida, etiquetadas, rechazadas y con serio riesgo de perder el rumbo de su vida. Un buen día se cruzó en sus respectivos caminos Proyecto Hombre y, con fuerza y perseverancia, intentan salir del túnel de la oscuridad en el que se vieron por culpa de las drogas, desde el alcohol hasta la cocaína e, incluso, los fármacos. Son cuatro mujeres valientes que exponen su experiencia personal para ayudar a las demás. Cuatro ejemplos que, en el Día Internacional de la Mujer, dan la cara con testimonios que a nadie dejarán indiferente. El Seminario de Jaén es, ahora, su casa. La comunidad terapéutica abre las puertas a Diario JAÉN.

Encarni Villar Aguilar (Martos, 41 años)

Empezó su historia con sustancias tóxicas como el alcohol y los fármacos. “He tenido varias recaídas y me he levantado varias veces. Toqué fondo hasta verme prácticamente sola”. Así empieza el testimonio de esta marteña de 41 años, quien continúa: “No tengo apoyo de la familia ahora mismo porque he causado mucho dolor, mientras consumimos no vemos el problema, nos sentimos víctimas, cuando ellos son los que sufren y no nos damos cuenta”. Es consciente del sufrimiento ajeno gracias a las terapias de rehabilitación que desarrolla Proyecto Hombre. Dice Encarni Villar: “Es normal que nos aparten, están en su derecho, han sufrido las consecuencias de nuestro consumo”. Lleva dos meses interna en el Seminario y, aunque es la segunda vez, está convencida de que es ahora o nunca. Quiere hacer ver a los jiennenses, fundamentalmente a las mujeres, que el consumo de drogas no ayuda a evadirte de los problemas, sino que genera muchos más hasta llegar a destruir a las personas. “Proyecto Hombre nos ayuda a querernos, a corregir conductas y a cambiar comportamientos. El alcohol es un hábito social y cuando menos acuerdas estás sola encerrada en casa y bebiendo. Hay muchas mujeres como yo, que tienen miedo y que se sienten rechazadas. Quiero decirles que se puede salir con mucha fuerza”.

Reconoce que los recursos económicos son importantes para entrar en la comunidad, pero deja claro que hay ayudas públicas, como la Junta de Andalucía o Cáritas. “Estar aquí es una inversión de futuro”, expone. Y agrega: “Es fácil caer, pero levantarse es obligatorio, por lo que merecemos una, dos, tres y las oportunidades que hagan falta. Hay muchas mujeres que se pueden ver reflejadas en nosotras”.

Natalia Belinchón Blanco (Linares, 20 años)

Es la segunda más joven del equipo terapéutico. Su flirteo con las drogas comenzó con los porros, con trece años, hasta llegar a consumir “de todo”. “La verdad es que tenía un problema, porque sufrí maltrato por parte de mi pareja. Me evadía con el alcohol y la cocaína y, aunque parezca una excusa, lo que me hacía me derivaba a estar mal y consumiendo me liberaba”, relata de forma valiente. Fueron sus padres los que acudieron a Proyecto Hombre para ponerla a salvo. “Vinieron sin decirme nada y luego me trajeron con la excusa de que íbamos a hablar con un psicólogo, yo no quería, pero vine y vi que era lo mejor. Hoy puedo decir que es la mejor decisión que he tomado. Llevo tres meses y estoy muy contenta, aquí tenemos mucho apoyo, hay momentos difíciles, porque recuerdas cosas que te hacen sufrir, pero dónde voy a estar mejor que aquí”, relata. Expone la perfecta organización que hay en el centro, las responsabilidades que cada usuario asume y admite que se siente privilegiada. “No todo el mundo puede estar aquí”, subraya. ¿Cuál es su objetivo? Responde: “Quiero ser feliz, vivir y retomar mi vida”.

Natalia Belinchón afirma: “Era consciente de lo que me sucedía, pero no lo quería ver, era muy dependiente. Yo tenía claro que nunca iba a dejar de consumir, el dinero lo tiraba, he trabajado muchísimo y no tengo nada. He sido independiente, pero dependiente. El mensaje que quiero dar es que se puede salir de esto y, a las mujeres, que nadie se muere de amor. He llorado muchísimo y ahora ya no lloro tanto”. Escalofriante testimonio de una joven de veinte años mucho más madura que las mujeres de su edad, que asegura: “Pienso mucho en qué puede pasar cuando salga de aquí, no estoy preparada todavía”. Y agrega: “Quiero decir que podemos sentir vergüenza, pero ninguna, estamos aquí para curarnos, para ser mejores personas y porque queremos cambiar, queremos levantarnos después de habernos caído”.

Yessenia Ramírez Dávila (Colombia, 32 años)

Llegó a España procedente de Colombia con ocho años y, después de un periplo por varias ciudades, estableció su residencia en Mancha Real. No es fácil su vida. Lleva catorce años sin ver a su madre y, sin embargo, tiene el apoyo de su padre. Madre de dos hijas, fueron ellas quienes le sirvieron de aliento para intentar salir de la oscuridad. “Empecé en el CPD —Centro Provincial de Drogodependencias— y me ayudaron a entrar aquí, porque allí tienen sus limitaciones y con la ayuda ambulatoria es más fácil recaer. Aquí no hay tentaciones. Llevo tres meses y me encuentro muy bien. Cuando llegué era diferente, creí que esto era otra cosa y la verdad es que estoy muy contenta. He tenido bajones, pero ahora estoy convencida de lo que quiero”, dice. Subraya el motivo por el que decidió entrar en Proyecto Hombre: “Si no me llegan a decir que me iban a quitar a mis hijas, no hubiera dado el paso. Tuve que armarme de valor y de fuerza, me ha costado mucho entrar aquí, estaba perdida”. Lo más duro es pasar días sin ver a sus pequeñas, aunque hay fines de semana, como este, que sus terapeutas le permiten trasladarse a su domicilio. Explica Yessenia Ramírez: “Ha sido un cambio brutal, ya no me importa el alcohol, estoy fuerte psicológicamente. Empecé a hacerlo por mis hijas, pero me di cuenta de que tengo que hacerlo por mí para poder luchar por ellas, porque si yo no estoy bien, ellas tampoco lo estarán”. Asegura que es más difícil para una mujer el proceso de recuperación: “Tenemos derecho, esto es como volver a nacer”.

No tiene palabras para agradecer a su padre, a su abuela y a las asistentas sociales de Mancha Real la ayuda prestada: “Animo a las mujeres a que den el paso, aquí estamos para ayudarles y darles un abrazo, aquí somos una familia”.

Loli Ríos Naranjo (Cañete del Real, 36 años)

“No me imaginaba estar aquí, tan lejos de mi familia y de mi niño tan pequeño, de dos años”. Esta es la principal reflexión que hace esta malagueña, que también llegó procedente del CPD. “Consumía cocaína antes de mi embarazo, dejé de hacerlo, pero a las 36 semanas tuve un problema familiar y caí. Pedí ayuda porque me sentía muy sola, se lo comentaba al ginecólogo, pero no la recibí. Me refugié en la cocaína y en el alcohol, se me aceleró el parto y corrió peligro la vida de mi bebé. Como fui sincera, me retiraron la custodia y mis padres se hicieron cargo de él justo cuando se lo iban a dar a una familia de Cádiz. Yo quería luchar por mi hijo, me despertó las garras de madre y sufrí mucho, además en plena pandemia. En el Materno de Málaga estuvo entre la vida y la muerte por una bacteria y durante seis meses mis padres se hicieron cargo del niño hasta que me dieron el alta, me hicieron una revocación de desamparo y me lo devolvieron”, resume. Sin embargo, el pasado verano volvió a las drogas y, perdida como estaba, un día puso los pies en la tierra y llegó a Proyecto Hombre dispuesta a cambiar. “Quería la alta terapéutica lo antes posible, pero cuando pasan los días me doy cuenta de que esto es un crecimiento personal brutal, ahora me quiero a mí misma, que no sabía qué era eso, y tengo ganas de terminar el proceso completo porque mi hijo me necesita bien”, subraya. Lanza un mensaje a las mujeres embarazadas: “Que pidan ayuda antes de consumir”. Concluye: “Quiero ser una mujer empoderada, qué palabra tan grande”. Cuatro mujeres de las que Jaén puede presumir, porque son ejemplo para otras muchas más que ocultan una adicción de la que se puede salir.

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