Cuando se suda la gota gorda para procurar la diversión de los demás con total garantía

A quien
le pica el gusanillo de la profesión de feriante acaba por ser una forma
de vida

16 oct 2018 / 12:01 H.

Quien considere que los feriantes son un poco apátridas, por el trajín que llevan de aquí para allá, se equivoca de pe a pa. Porque, no solo tienen su corazoncito, sino también su patria chica y la grande, que es su referencia y a donde regresan, para solaz y descanso, cuando concluye la temporada y pasan página hasta la siguiente. Para muchos de ellos, la de San Lucas es la última feria del ciclo y, a su término, cada mochuelo a su olivo, pues la mayoría son de esta tierra de olivares, que también lo es de feriantes, buscavidas, industriosos y emprendedores. Pero no por las consecuencias de la crisis y el desempleo, sino que les viene de familia, de sus padres, abuelos, bisabuelos y demás.

Y como la feria es un microcosmos que gira en torno al ocio, el esparcimiento y la diversión, también hay una suerte de currantes puntuales, que aportan su grano de arena puntual y solidario por una causa concreta. Este es el caso de Amador Morillas, hermano cofundador de la Hermandad de Jesús de la Piedad y Virgen la Estrella de Jaén, que estos días, junto con otros cofrades, atiende la barra, la cocina y allí donde se le requiera de la caseta de la hermandad. “Yo trabajo en la banca y desde hace muchos años, porque esto es ya una tradición, porque la caseta es una de las fuentes de ingresos más fuertes de las hermandades. Trabajamos de una manera altruista y todo lo que se saca es para la cofradía. Llevamos desde el año 1982”. La caseta de la Estrella está en la zona de comidas y son bastantes los colectivos y empresas que realizan su comida en ella, o en las vecinas de esa u otras calles.

Francisco Cruz blanca lleva una empresa familiar dedicada a comida rápida de las ferias, que la fundó su abuelo. La atiende la familia, sus padres, su hermana y él y donde hay salchichas, gofres, hamburguesas, bocadillos, patatas fritas... “Cada año salimos en mayo y la de San Lucas es la última feria que hacemos. Recorremos casi toda Andalucía y parte de Extremadura, la costa, las capitales. Hay que echar muchas horas, pero los picos es a última hora, cuando acude la gente joven”.

Cheikh Gaye es un joven senegalés, residente en Granada, que cada año acude a la feria de Jaén a vender pulseras, collares y gafas de sol. “Llevo en España 15 años y me busco la vida vendiendo de feria en feria. Esta es la última, hasta el año que viene”.

Antonio Palma también es granadino y, desde que se casó, hace 30 años, acude a la feria de Jaén con su caseta de turrón y otras delicias. “Cuando más se vende es cuando hay gente, y la clientela más fiel es la que ya tiene cierta edad, porque la gente mayor está más arraigada en las tradiciones que la gente joven”.

Pedro José Jiménez es de Navas de San Juan y, desde niño, es feriante. Tiene una caseta de vinos propia y matiza que es suya “y no una franquicia”. “Lo hago por herencia, porque lo hacía mi padre, que tenía una hamburguesería, y mi abuelo, que vendía gambas y turrón que era lo que se vendía antes en las ferias”.

uN COCHE DE CABALLOS PARA DISFRUTAR

La oferta de atracciones van más allá de los cacharritos. Andrés Arévalo y Sergio Castro son amantes de los caballos y tienen tres yeguas y una mula que hacen funciones de tiro y monta. Estos días acuden al ferial con su coche de caballos y dan paseos. “Hay gente que se sube por primera vez y las sensaciones son indescriptibles”, comenta Sergio.

Respecto a los cacharritos, Pejru Jovu y su esposa Didina, son rumanos y llevan la atracción “La Selva” y son feriantes desde siempre.