“Cada oenegé, desde su particular batalla, hace grande a la sociedad”

Emotivo discurso con la que la redactora jefa ensalza la solidaridad jiennense

18 dic 2016 / 11:14 H.

Manuela Rosa, redactora jefa de Diario JAÉN, pronunció palabras conmovedoras con las que quienes hacen el periódico se sumaron al tributo.

“Lo tenía todo planeado para celebrar un fin de año memorable, al abrigo de una familia numerosa unida y entrañable. 2010 terminaba y el balance de los doce meses no podía ser más perfecto para una joven de veinte años que se estrenaba como empresaria en un negocio ilusionante. Reflexionaba en voz baja mientras cerraba la puerta de Bicicletas Laura, un sueño hecho realidad gracias al empeño y al tesón de sus padres. Esa noche tenía un pesado dolor de cabeza que presumía ser pasajero. Durmió mal y despertó con un agudizado malestar que la llevó hasta el hospital con la confianza de recuperar pronto la normalidad. Sin embargo, el destino quiso que la vida de Laura López Montiel diera un giro inesperado. Una hemorragia cerebelosa cambió por completo su trayectoria y la de todos cuantos la rodean. Truncó su presente y su futuro. En la orilla de un mar embravecido, cuando la muerte se acercaba con aires de soberanía, su familia cosió las redes de la esperanza para construir un dique imposible de rebasar. La ciencia remó contra viento y marea por mantener en cubierta el escaso hilo de vida del que dependía su corazón. Fue difícil luchar contra la fuerza de la naturaleza. Hubo quienes pensaban en el naufragio, en el desastre y en el fracaso, mientras que otros miraban el horizonte con la confianza de ver, algún día, el mar en calma. Los avances científicos contaron con el aliado idóneo para impedir que la fuerza del agua arrastrara a Laura López mar adentro. Sus padres, sus dos hermanas y sus incontables tíos, primos y amigos fueron los que se armaron de paciencia para construir, como hormigas, los cimientos de un poderoso malecón. Sin mirar el reloj, con cariño y entereza, los que se mantuvieron cerca de ella lograron que, mientras dormía, sus neuronas despertaran lentamente, sin prisa, lo que dura un embarazo, hasta devolverle la vida. Quiso el milagro aliarse con la ciencia en lo que supone un ejemplo de superación jamás conocido. En el final feliz de la historia de Laura hubo unas hermosas manos que la enseñaron a caminar de nuevo hasta lograr la añorada independencia. Los profesionales que trabajan en la Asociación de Daño Cerebral Adquirido, Adacea, fueron quienes detectaron que su cerebro funcionaba. Su equipo multidisciplinar no cesó en su empeño. Se volcó por completo en ella hasta conseguir no solo su necesaria movilidad física, sino su plena integración social. Laura López es el triunfo de la medicina y de la colectividad social.

Un ejemplo del trabajo sincero y callado que realizan asociaciones como las que hoy Diario JAÉN homenajea con un sencillo y emotivo acto. A ellos sirvan estas palabras como el mejor de los aplausos. Un aplauso que nace desde lo más profundo del corazón de quienes formamos parte de esta gran familia. En el periódico en el que ustedes se encuentran nos esforzamos cada día para regalar al lector historias de jiennenses anónimos que, en su quehacer cotidiano, se convierten en verdaderos héroes. Protagonistas con nombres y apellidos, de corazón solidario, nacidos para ayudar a los demás sin pedir nada a cambio. Organizados bajo siglas y colectividades de voluntariado con arraigo en la sociedad, extienden sus tentáculos por aquellas capas en las que la marginación, en toda la extensión del término, les coarta la libertad. Amparados en la defensa a ultranza de los derechos humanos y alejados de la compasión y de la limosna, mantienen una constante lucha por la globalización del bienestar en unos tiempos en los que imperan las redes sociales por encima de los valores.

Cada oenegé y cada asociación, desde su particular batalla, hace grande la sociedad. Ellas son las que proporcionan las herramientas necesarias para jiennenses que necesitan cambiar el rumbo de su vida. Forjados para impedir que el hambre y la pobreza frenen el desarrollo, armados para que la educación y la sanidad dejen de ser una quimera, guardianes de la infancia de los niños, buscadores de refugio para el emigrante, censores de la explotación del más débil, vigías de la igualdad entre hombres y mujeres... El voluntariado mueve montañas en una tierra necesitada de iniciativas que nos permitan levantar la mirada de nuestro mismísimo ombligo. Es hora de que en este mar de olivos, del que nos gusta presumir, radiemos en voz alta los proyectos que hacen mejores personas a quienes se levantan cada mañana abriendo sus puertas de par en par.

Vivimos momentos difíciles. La crisis come derechos y adelgaza la dignidad de las personas. La falta de trabajo censura el bienestar. Sin embargo, ahora que los zapatos aprietan hasta impedir caminar, es cuando surgen iniciativas repletas de solidaridad que merecen una ovación unánime. Familias enteras viven de la ayuda desinteresada y de las manos encalladas de los voluntarios, el patrimonio humano más universal de todos cuantos hoy reciben tributo de la mano de Diario JAÉN. Vemos cada día cómo esos comedores que manejan asociaciones cristianas de toda laya están quitando hambre a espuertas, cómo las colas de necesitados son cada día más largas en demanda de lo más básico que puede pedir un ser humano, un plato de comida. Asistimos a un escenario en el que es la colectividad la que resuelve un problema cuando la pelota está en otros tejados. Ahora que se acerca la Navidad se multiplican los mercadillos, las recogidas de alimentos, las campañas para recaudar juguetes y todo tipo de propuestas que nos recuerdan, en una época con especial tirón para agudizar la sensibilidad, que el egoísmo nos apodera. El espíritu de la Navidad tiene que impregnar cada uno de los doce meses del año para rendir honores a esa solidaridad en mayúsculas que colectivos como los vuestros llevan impresa en su ADN. El mismo espíritu que irradia, solo con su presencia, el padre Ángel, mensajero de la paz de grandiosa sonrisa. Han pasado muchos años desde que se colocó por primera vez un traje oscuro, una camisa blanca, una corbata roja y unas llaves en la mano. Y, como dice él, unos zapatos resistentes para recorrer el mundo de punta a punta. Un ejemplo, un gran ejemplo para todos. La amistad, el cariño, la complicidad y la generosidad que encuentra en cada paso refuerzan su filosofía de vida. Son las verdaderas razones que lo acompañan en el camino por el que, un buen día, le llevó su corazón. Gracias al padre Ángel y a todos cuantos hacen grande el nombre de Jaén a través de oenegés y colectivos sociales en los que la lucha contra los males que nos aquejan es su faro y guía”.