Aceptar los desiertos

Hace unos días le oí a un amigo de fe recia y profunda, hablar de “pasividades”, expresión y concepto que un poco me desoriento porque no llegaba a entender que quería decir. Mi primera reacción fue de hacerle poco caso, porque yo precisamente soy un persona dinámica y aveces activo en exceso, y ese concepto me sonaba a dejadez, resignación, que otro lo haga... expresiones que no van con mi manera de ser.
Pero ni desistí, más bien quise ahondar y quise reflexionar más a fondo el sentido de pasividades. Y confieso que me ha encantado y hasta me ha identificado. Es una expresión muy jesuitica, de Ignacio de Loyola en sus ejercicios espirituales.
He de decir que es interesante pero he de leerla con los ojos de hoy y en el contexto de hoy. Y me puse a sacarle jugo al contenido.
Pasividad es “recibir lo que se presenta y acogerlo con paz interior”. Pero recibir y acoger lo que se presenta sin resignación, ni brazos cruzados... sabiendo lo que es y lo que hay, asumirlo para transformarlo y habiendo puesto todo de mi parte dejar que Otro lleve mi vida o al menos me oriente y me aporte su luz y su paz.
¿Cual es el contexto de hoy? Está marcado por el conocido virus covid-19.
Paradojas de la vida. De una parte nuestra vida ha sido eficacia, rendimiento, actividad, organizar, proponer, conseguir objetivos, ir, venir, salir y entrar...y de golpe llega el vecino “covid”, vecino de esta aldea global llamada mundo, y nos pone todo patas arriba, nos mete el miedo en el cuerpo y nos previene, nos encierra y esperar. Cuídate para cuidar.
Y ahora dónde está la eficacia, el rendimiento, la prisa, los objetivos... ¿Dónde?
Y nos toca parar y pensar, asumir y aceptar, proponer y esperar.
Y sobre todo confesar con humildad que no somos tan valientes ni autosuficientes ni indispensables...y que recogido el mantel nos encontramos solos y frágiles. Y sentir que hemos pasado del vergel de libertad y abundancia a la tierra desértica y árida, encerrados y sometidos y masticando nuestras carencias y creciendo desde nuestros silencios.
Los desiertos de la vida tienen mucho bueno y mucho malo. ¿Cómo digerirlo? La necesidad obliga. O nos deprimimos o salimos reforzados de la situación y reflexión sincera que nos obliga a aceptar nuestras limitaciones y asumir nuestras desgracias.
Mañana seguirá saliendo el sol también para mí, aunque por el momento no lo pueda disfrutar.
Y ante eso o me agarro a la soledad y a la tristeza impotente, o busco entretenimiento o me lanzo a bucear en mi interior para hacer una lectura más profunda de la vida y de mi vida y agarrarme al Dios de la vida que es el que acompaña silencios y soledades, se mete en mi zapato, camina y mi historia y volverá a sacar el arco iris para todos, como en tiempos de Noé.
Dios me encuentra en mis desiertos interiores y se pone a hacer camino conmigo y de transfundo “los aullidos” de los telediarios, la prensa y analistas que a veces ayudan y otras no, y que quitan la paz interior, cansados de oír tanta desgracia.
El Dios de Jesús preocupado por el sufrimiento presente y preocupado por el estaba por llegar, intenta adentrarse en nosotros y transformar el dolor en esperanza, tan vital en este momento.
Al final optamos por amar su voluntad sin resignación, pero Fijos los ojos en aquel que acompaña, conforta y fortalece sobre todo cuando la barca de la vida va a pique y ni la sabemos enderezar.
Y acabar diciendo, “en tus manos estamos Señor”, por hoy puedo poner poco, solo estar en mi casa, aprendiendo que tal vez mañana aprenda a hacer las cosas mejor.
Con todo y consciente de la situación también me rebelo un poco y me digo, ¿qué culpa tengo yo de este virus que anda por ahí suelto, venido de tan lejos, haciendo tanto daño? Culpa aparentemente ninguna. Pero soy ciudadano del mundo para lo bueno y para lo malo y corresponsable de lo que pasa.
Ahora toca asumir culpas solidarias y salir juntos de esta situación. ¿Cómo? De momento cuidándome para que no anide en mí, ni lo transmita, porque cuidándome, cuido y ayudo a cuidar. Por eso prudencia, en casa... cuídate para poder cuidar.