Ya estas entre nosotros

Tras nueve meses de espera, por fin el pequeño Saúl ha llegado a este mundo para aportar el mayor de los colmos a toda su familia, especialmente a sus padres, abuelos y tíos, además de a su hermano mayor, Abel

06 oct 2019 / 12:05 H.

Saúl, hace algo más de una semana desde que llegaste a nuestro mundo, para colmar —aún más— nuestra dicha; especialmente la de tus padres, abuelos y tíos. Han sido nueve meses de larga espera que han merecido la pena.

Ya te conocemos en persona, después de tu largo viaje. Eres morenito y lindo, como tu hermano Abel (aunque él nació más rubito que tú); tienes una boquita de piñón bien enmarcada en un semblante sereno con dos ojitos vivarachos que miran a todo el que se te cruza en tu camino. Has venido pertrechado de tus instintos naturales más primarios intactos, incluyendo el de llorar y enfadarte cuando no se atiende —instantáneamente— a tus peticiones que se pueden resumir en tres: comer con ansia y golosidad del pecho de tu madre; dormir a pierna suelta (mejor en brazos de tu madre o alguien que acompase su corazón al tuyo); y que te cambien en cuanto tus necesidades fisiológicas campan por sus fueros; sabiendo, con esa inteligencia natural que Dios y tus padres te han dotado, que has de llorar para que se te haga caso de inmediato; si no, te cabreas y con tus recién estrenados pulmones pides cual mando en plaza se te atienda, con certeza y seguridad de rey. Lo dice el proverbio popular: “El que no llora, no mama”. Y es que eres el nuevo rey de la casa que ha venido a complementar y revolucionar los amores que ya albergaban dentro, especialmente el de nuestro querido Abel, tu añorado hermano mayor. Él te dice que eres muy cariñoso, queriendo decir, en realidad, que eres muy bonico y tierno, mientras que no para de darte besos por cualquier motivo y, especialmente, si te encuentras enfadado o llorando...

En fin, querido nieto, te deseo mucha salud para los muchos años que espero Dios te conceda y toda suerte de bienes, más espirituales que materiales, para que vayas forjando tu personalidad en el amor y en el servicio a los demás, comenzando por tus padres, hermano y el resto de tu familia, así como de tus futuros compañeros, amigos y conocidos.

Quiero que sepas que este enamorado y sensible abuelo estará eternamente agradecido a Dios y a tus padres por tu llegada a nuestro planeta Tierra, del que, por desgracia, poco estamos cuidando para que tú y las generaciones futuras podáis disfrutarlo y administrarlo de una manera sensata y ecológica. Más bien seremos los particulares lo que habremos de hacerlo, pues poco confío yo en los políticos o mandatarios actuales que siempre suelen ir a su avío.

Saúl, tu familia terrena te queremos mucho, tanto como tu familia celestial: tu abuela Luisa; tus bisabuelos Manuela, Paquita, Fernando y José que, desde el cielo seguro te estarán acunando y cuidando como lo que son: tus ángeles particulares de la guarda.

¡¡Qué descanso y tranquilidad, Saúl; qué suerte y alegría la nuestra; ya te tenemos entre nosotros!!