Y pasaron veinte años...

El colaborador de Diario JAÉN repasa dos décadas de artículos en estas páginas, en las que ha vivido algunas de las citas trascendentales del periódico

17 feb 2019 / 12:37 H.

Veinte años se cumplen. Veinte años desde aquel día de 1999 en que, a punto de cambiar de milenio, me asomaba tímido a estas páginas de Diario JAÉN para continuar una senda emprendida con artículos puntuales en noviembre de 1989 (con una crónica sobre la edición de “Compañeros”, publicación sobre convivencia escolar) y que ya se convertiría en fija desde aquel jueves 18 en el que “Último escalón, primer peldaño” daba el pistoletazo de salida. Treinta años, pues, prendido a nuestro periódico provincial con distintas periodicidades, mensual, quincenal y hasta semanal. Tiempo de disección, opinión, apreciaciones sobre el lento discurrir de la actualidad alrededor. Pero, como dijo alguien, ¿qué es el tiempo? Si nadie me lo pregunta, lo sé. Pero si tuviese que explicárselo a alguien no sabría cómo hacerlo.

En el fondo ¿qué son veinte años —o treinta— en el devenir de una ciudad? Posiblemente solo un suspiro entre las hojas de las palmeras que nos han ido creciendo en este tiempo, o un guiño de las piedras de nuestro Castillo o de los sillares catedralicios. En estos años han pasado por mis más de trescientos artículos y columnas de opinión desde las idas y venidas de la enseñanza en aquel recordado suplemento de Educación (“Cartas desde el Aula”) hasta efemérides cinematográficas, políticas, sociales, de comunicación o, incluso, de avatares personales. Y sobre todas ellas, JAÉN en sus variopintas y caleidoscópicas lecturas. Eso sí, en muchas ocasiones las alusiones a nuestra ciudad han estado teñidas de dolor, rabia, impotencia, congoja o desconsuelo. Títulos como “Jaén y el mundo de Oz”, “Jaén me duele”, “Desde el funicular”, “Talgo nunca estuvo aquí”, “Aceite jaenero que sobrepasa leguas”, “Jaén en el corazón”, “Potemkim jaenero”, “Prestadme algún turista”, “Acné tranviario” o “Trenes rigurosamente olvidados” dibujan ese cierto calvario que nuestra tierra arrastra desde tiempos prácticamente inmemoriales sin que desde las altas esferas se procure solventarlo como desearíamos.

Pero no todo fueron desaires y lamentos. Un honor inmenso fue participar en las actividades promovidas por el periódico con crónicas sobre la audiencia real al staff de Diario JAÉN en noviembre de 2002 (“Futuro se escribe con Z”), la celebración del número 25.000 del periódico en agosto de 2013 con una serie de tres artículos, el especial de los 75 años en abril de 2016 o la presentación de la medalla de Nuestro Padre Jesús de Jabalquinto en julio de 2017 entre otras.

La educación, la lectura, el afán de investigar y las íntimas relaciones de la prensa con la labor escolar (Programa Prensa Escuela) fueron, asimismo, motivo de comentario y glosa en muchas ocasiones como “Viaje al fondo de la poesía”, “En el nombre del libro”, “Érase un niño a internet pegado”, “Prensa, lectura y aventura”, “Partidarios de la felicidad”, “Leer para crecer”, “Aprender hoy, triunfar mañana”, “La guerra de los deberes”, “Planes, pandemias y pupitres” o “Mirando hacia atrás con libros”. Incidir en la importancia de la prensa en la educación de nuestros hijos ha sido un objetivo primordial de este periódico desde hace años y en ello sigue con un empeño encomiable. No puedo sino recordar en este breve resumen las varias ocasiones en que participamos mis “niños” y yo en ese certamen y en otras propuestas de Diario JAÉN que quedaron plasmadas, incluso, en libros que atesoro con cariño. El Jaén cotidiano, el de los establecimientos de a pie de calle, desaparecidos algunos de ellos en la vorágine de crisis irredentas que aún nos sobrevuelan, se asomó también en títulos como: “Las teclas de Gregorio”, “La tijera de los Castro”, “El rincón de Ana”, “Las aventuras de Juana Jabalcuz” o “Adiós al Italiano” entre otros.

Nombres propios de eso tan abigarradamente genérico como es “la cultura” en todas sus múltiples facetas se acercaron “a saludar” en títulos como “Gloria, ¡a la Gloria!”, “Torrente Ballester: Un compañero más”, “Víctor Mature y la escuela del sábado”, “Alberti y nuestros niños”, “Buero Vallejo: Una metáfora de la enseñanza”, “Doña Rosa Neruda”, “Andersen y las hadas”, “La maestra de Gabo”, “Los ojos de “la Magnani”, “El alma de Nati de Miguel” o “Paisanos por Manhattan” (Muñoz Molina). (Por cierto, hablando de Manhattan, siento un orgullo especial de haber paseado a Diario JAÉN por Times Square en Nueva York tal y como apareció en la contraportada del jueves 26 de mayo de 2016). Letras, ideas, apuntes de lo que ya son, como bien decía Fernando Fernán Gómez, un “Tiempo amarillo” que deja su poso sobre las páginas que fueron actualidad rabiosa para adormecerse casi instantáneamente en el lento sendero de la historia. Un tiempo que, en palabras de Goethe, muy insensatos debemos haber sido si lo hemos dejado transcurrir estérilmente. No hay recuerdo que el tiempo no borre pero si está plasmado en las páginas de un periódico el olvido solo es temporal hasta que alguien las ojea de nuevo. Veinte años ya. Treinta. Han cambiado algunas caras, algunas se fueron, otras permanecen. A todos ellos, a todas ellas, gracias por haberme permitido formar parte de la familia de Diario JAÉN. Gracias por ese huequecillo en estas páginas en las que poder contar, soñar, decir, sentir, opinar, criticar... El artículo próximo ya está preparado. La vida continúa y siempre habrá una página que la recoja. Siempre habrá una voz que la explique, la desentrañe y nos la ofrezca desde sus múltiples facetas. Siempre existirá un periódico –aunque cambie su formato o soporte- que nos enseñe que se pueden abrir los ojos de muchas formas y nos incite a intercambiar ideas al respecto. Siempre habrá opiniones que contraponer. He ahí la grandeza de la prensa.