Una empresa pionera

La filosofía empresarial de Alcalá Oliva se basa en la comunión de dos conceptos no excluyentes, la tradición y la innovación, en torno a la producción y comercialización del aceite de oliva virgen extra jiennense

16 jul 2017 / 11:09 H.

Alcalá Oliva tiene muy claro su concepto empresarial, una filosofía en la que la tradición y la innovación conviven sin roces en beneficio de la producción y, con especial énfasis, comercialización del AOVE de calidad que sale de sus olivos. La firma, de marcado carácter comercial y muy arraigada al territorio alcalaíno donde se ubica, nació en 1997 de la mano de Santiago Pérez Anguita, un inquieto empresario con experiencia en diferentes sectores que apostó por el campo oleícola para emprender. En estos veinte años de existencia, en palabras de Ángela Pérez, directora de Exportación de la compañía, la puesta en el mercado de su producto es uno de los logros más destacables de Alcalá Oliva.

Dos centros productivos conforman la estructura fabril de la empresa: de un lado, la fábrica de aceite situada en Las Grajeras, una aldea alcalaína distante once kilómetros de la ciudad de La Mota, y de otro las oficinas generales de la entidad y el museo, en Caserías de San Isidro. Desde ambos recintos, la mejora de la calidad y la apuesta por la óptima distribución del aceite de oliva virgen extra de la marca alcalaína son el motor que mueve su actividad, cuya potencia impulsa el empleo en la zona. No en vano, la repercusión directa e indirecta de la almazara en el ámbito laboral de Alcalá la Real es evidente. Y es que a los diez puestos de trabajo constantes de la fábrica y los quince de la planta de envasado hay que sumar las contrataciones temporales para asumir las labores propias de la campaña de recolección, cuyo impacto se extiende también a sectores auxiliares que se benefician de la riqueza que genera Alcalá Oliva en su zona.

Pionera en muchos aspectos, la aportación de los formatos monodosis es uno de los grandes logros de la firma de Santiago Pérez Anguita, que pusieron en el mercado hace una década como envase novedoso y que, con el paso del tiempo, se ha convertido en una de las señas de identidad de su actividad productiva. Sí, la característica y singular aceituna rellena de aceite —o de vinagres, vinagretas o aceites aromatizados— para su degustación representa, a partir de una estética fácilmente reconocible que ha calado en el consumidor, todo un éxito de Alcalá Oliva, que ha conseguido introducir este formato propio en el mercado internacional, con Japón a la cabeza como principal demandante junto con Canadá y Estados Unidos, entre otros países.

Presente en las más importantes convocatorias internacionales del sector —la última, el Salón de Sial—, esta veinteañera firma alcalaína no ceja en su empeño de implantar el uso del “oro líquido” que atesoran sus olivares allá donde la calidad sea condición indispensable para el consumidor actual.

Por la sostenibilidad

El apego de Alcalá Oliva a su paisaje lleva a la empresa a apostar por un modelo sostenible en su actividad, principios que extiende a la red de agricultores que trabajan con la firma. Así, el aprovechamiento de los subproductos que genera el proceso de producción resulta esencial, con el uso de los restos de la poda para crear biomasa, la alimentación de las calderas a partir del orujillo —hueso de la aceituna—, así como la gestión del alpeorujo para la cogeneración de energía y la producción de compostaje, sin olvidar la recuperación de las aguas usadas en el proceso para reutizarlas en la fertirrigación del olivar.

Firma reconocida

Alcalá Oliva cuenta con un nutrido palmarés de reconocimientos a todos los niveles. Como ejemplo, la certificación IFS, importante norma de calidad internacional sobre seguridad alimentaria imprescindible a la hora de colocar en el mercado exterior sus productos oleícolas con garantías de que lo que venden está avalado por las instituciones que vigilan al sector. La feria mundial Sial de 2012 le concedió, igualmente, el Premio a la Innovación por sus originales formatos monodosis, un galardón muy similar al que, un año antes, consiguió en la “CPMA” canadiense gracias a sus envases pioneros, como la “bombonera”.