Un incómodo “compañero”

Las consecuencias de ingerir gluten para un celíaco pueden ser muy graves. Supone vivir constantemente pendiente de evitar el contacto con él. Desde Apeceja realizan una importante labor dirigida a quienes padecen la enfermedad

13 dic 2015 / 15:21 H.

El gluten... algo que cualquiera consume sin ni siquiera saber que existe y que supone un, increíblemente molesto, compañero de viaje vitalicio para muchísima gente. Las consecuencias de ingerir gluten para un celíaco pueden ser muy graves. Ser celíaco supone vivir constantemente pendiente de evitar cualquier contacto con él. Actuar de manera escrupulosa para evitar su consumo se convierte, poco a poco, en un hábito que hay que aprender irremediablemente.

Si ya de por sí esto ya supone un serio contratiempo en nuestras vidas, la cosa se agrava cuando tenemos que añadir el desconocimiento absoluto que gran parte de la población tiene al respecto. Precisamente la poca importancia que le damos a este problema se convierte, curiosamente, en un problema por sí solo.

Habría que empezar por concienciar a la población, empezando por los profesionales que trabajan manipulando alimentos, de los riesgos que corren los celíacos por nuestra ignorancia o nuestra inconsciencia.

El simple gesto de cortar una barra de pan normal con un cuchillo ya supone un riesgo caso de utilizar ese mismo cuchillo para cortar luego algo que va a ir destinado a un celíaco. El riesgo de “contaminación” es máximo. No consiste solo en no incluir harina en la elaboración de un plato (por ejemplo, en un restaurante), como piensa la mayoría de la gente.

Sabemos que existe el gluten porque vemos muchas etiquetas donde se especifica que un determinado alimento no lo incluye. Pues bien, esas mismas etiquetas es otro caballo de batalla de este colectivo. Los celíacos tienen que mirar las etiquetas con lupa. Y no es una metáfora. Literalmente, se requiere una lupa para revisar la mayoría de etiquetas que encontramos en cualquier tienda de alimentos. Sería cuestión simplemente de aumentar el tamaño de la letra y de elaborar un protocolo que resumiera la información dando luz verde o no al consumo de alimentos para según qué personas, pero no es eso lo que ocurre. Tan sencillo como establecer una información similar a la fecha de caducidad.

El tema económico clama al cielo. Incomprensible que, por ejemplo, una barra de pan cuatro veces menor que una normal cueste hasta tres veces más. Ya es duro tener que sobrellevar una vida pendientes de evitar este “peligroso compañero” como para, encima, tener que soportar un gasto económico desorbitado derivado de la compra de alimentos como cualquier hijo de vecino. Injusto e inaceptable que esto ocurra.

La Universidad Popular presta su ayuda a la asociación cediendo un aula donde se celebran actividades de información práctica y teórica sobre el tema que nos ocupa. Fui testigo del maravilloso Curso de cocina que se imparte a los asociados para elaborar todo tipo de recetas adecuadas a las necesidades de los celíacos. El aula estaba llena de críos que, de forma divertida con la elaboración de galletas, tartas y todo tipo de suculentas tentaciones, van aprendiendo a convivir con este lastre molesto.

Estoy contentísimo de estar visitando a todas las asociaciones y, en este caso, con más motivo. Entre otras muchas razones porque me di cuenta de un nuevo fallo que tenemos los que desconocemos los problemas que nos son ajenos bien por falta de tiempo, por dejadez o por inconsciencia, y eso provoca, en ocasiones, un perjuicio a la gente que nos rodea. Los niños celíacos, además de sus familiares, tienen que soportar, a veces, en muchas ocasiones, como pueden ser cumpleaños o celebraciones similares, la “discriminación” y los comentarios inconvenientes y desagradables, de los propios adultos que asisten al evento.

De nuevo, he vuelto a comprobar la falta de humanidad y lo burro que es el ser humano. El animal más inteligente del planeta es el más animal de todos en este tipo de cosas. Herimos cada vez que actuamos o hablamos. Me indignó muchísimo pensar la sensación que cualquier niño celíaco tiene que experimentar viendo cómo sus amiguitos pueden disfrutar de un trozo de tarta mientras a él se le recuerda, delante de todos, que no puede hacer lo mismo, como si fuera culpa de él.

Nuevamente aconsejo, como cada semana, hacer una visita a la asociación. No está de más ver qué problemas tienen los demás... no está de más intentar ser mejor persona. Y, como en el resto de asociaciones, me alegro de incluir a Apeceja en el Festival Siete Aceitunas Solidarias y Un Lagarto porque, como en el resto de los casos, a mis paisanos de la asociación les hace falta nuestro apoyo para conseguir ser tenidos en cuenta y que todos seamos conscientes de que la vida es más fácil para todos si nos apoyamos unos a otros. Pasear solo es muy aburrido.