“Un barítono de Úbeda”
Uno de los más fervientes admiradores del artista elogia su trayectoria emergente y destaca las cualidades que han llevado al intérprete a figurar en los carteles de los principales teatros


Decía el gran Kraus que “para ser cantante está bien tener... ¡incluso algo de voz!”. Con ello ponía de manifiesto la enorme dificultad que tiene hacer carrera en el canto. No digamos ya en la ópera. Se tienen que juntar un montón de condiciones y circunstancias entre las que la voz es solo una más. Grandes voces se han quedado en el camino de ascenso a los teatros líricos de fama por un matrimonio mal avenido, una condición psicológica inadecuada, una técnica rudimentaria, una inteligencia “justita”, una ambición desmedida, falta de ella... Realmente el cantante es un ser extraño en el que confluye una compleja serie de virtudes que solo su adecuada mezcla, en la que además ha de incluirse la suerte, le permitirá pasearse por las tablas de los más ilustres escenarios de ópera o de las salas de concierto, y además vivir de ello.
Tanta cualidad parece haberse concitado en un joven de Úbeda, lo que nos llena de alegría a quienes lo conocemos, a los que admiramos ese instrumento divino que es la voz y a quienes amamos ese género musical que lleva a esta a la máxima expresión de sus potenciales: la ópera y sus géneros acompañantes, la zarzuela, el oratorio, la canción clásica y la de concierto. Vamos ya de una vez a decir su nombre: Damián del Castillo.
Entrado ya el siglo XXI comienza a dejarse ver un joven estudiante de música, frecuentador de tunas y teatros, con una bella voz de barítono. Timbrada y extensa, capaz de abordar, además de las canciones populares clásicas en esos grupos de capa con cintas de colores, algunas de las más intrincadas páginas de zarzuela. Aún lo recuerdo cantando con magnífico estilo la romanza de “La del Soto del Parral” de Soutullo y Vert. Ahí había material; se notaba. Y a ese material le han dado forma distintos profesores a lo largo de sus estudios superiores de Canto en Málaga, con el resultado que ahora podemos ver y escuchar.
Un barítono lírico con todos los aditamentos para ser cantante de ópera de prestigio, con buen oído, buena estampa, magnífico actor (a lo que no es ajena su genética en la que abundan estupendos actores de teatro aficionado), templanza, profesionalidad, fraseo digno del fantástico liederista que también es, técnica depurada, voz personal y “distinguible”, perfectamente colocada en sus resonadores, sonora y con agudos, y... algo que solo los grandes tienen: esa cosa interior que les empuja a avanzar en su carrera, a saltar obstáculos, a no desmayar, a hacer enseñanza de los fallos eso que algunos llaman “gusanillo” y que, para ser cantante tiene que ser, no la pequeña larva que hemos dicho, sino una auténtica serpiente pitón que ocupe sus entrañas por completo y le haga volar cada vez más alto en este mundo intrincado y lleno de trampas que es la carrera del intérprete lírico. Gracias a Dios, Damián tiene todo eso, y tan buena mezcla de capacidades le ha llevado a estar donde está y labrarse un nombre con prestigio en su profesión, de manera que no le faltan compromisos ni llamadas de los teatros más acrisolados. Su voz es sonora y extensa, apta para cualquier papel de ópera italiana o francesa, sin dejar de lado repertorios como el estadounidense de “Dead Man Walking” de Jake Heggie recientemente interpretada en el Real. Los grandes papeles para barítono como el protagonista de “Rigoletto”, el Germont de “La Traviata” o el Rodrigo de Posa en “Don Carlo”, todas de Verdi, los ha abordado con éxito varias veces; el repertorio de zarzuela, difícil como él solo, lo ha defendido en numerosos teatros encabezados por el de la Zarzuela de Madrid donde ha sido escuchado en “Marina”, “El juramento de Gaztambide”, “María del Pilar”, zarzuela recientemente “resucitada” del gran Gerónimo Giménez y, sobre todo, “La verbena de la Paloma”, donde su Julián fue muy comentado hace algunas temporadas. Estos días actúa nuevamente en el Liceo de Barcelona en un papel protagónico: el Sharpless de “Madama Butterfly” de Puccini, con estupendas críticas en la prensa especializada. Pronto lo veremos en Úbeda donde se le ha confiado el estreno mundial de “Lilith”, de David del Puerto. Y así sucesivamente... Andalucía es tierra de grandes barítonos. Actualmente son los más punteros del panorama español el malagueño Carlos Álvarez y el onubense, de Cartaya, Juan Jesús Rodríguez. No tardará nuestra querida provincia, nuestra Úbeda, en abrirse un hueco para el tercero. Hacemos votos para ello.