Promotores de primer nivel
músico





Antes de ganar el Premio Nobel, Bob Dylan ya acuñaba frases de esas que el paso del tiempo coloca a pie de página en agendas y almanaques: “Un hombre es exitoso si se levanta por la mañana y se va a la cama por la noche y, en el tiempo entre una y otra cosa, hace lo que le gusta”, dijo una vez sin saber que, al mismo tiempo, ofrecía una definición perfecta de la promotora que, a día de hoy, se encuentra detrás de sus conciertos cuando se deja caer por España: Riff Producciones, Premio Jiennense del Año 2017 en la modalidad de Cultura.
Sí, el cazorleño Carlos Espinosa Pérez y Christopher Ortiz Temnitzer —neoyorquino de ascendencia serrana—, las dos mitades que conforman esta firma de organización de eventos musicales, disfrutan de un trabajo que, en sus propias palabras, les procura momentos “maravillosos”, una forma de vida que nunca llegaron a imaginar cuando, en 1994, Espinosa, “de forma casi artesanal” —como él mismo recuerda—, y, poco tiempo después, Ortiz, se iniciaban en el negocio de la promoción de espectáculos con un festival —“BluesCazorla”— cuya trascendencia, más de dos décadas después, discurre paralela a la de Riff Producciones, denominación empresarial que alude a un término propio de los “bluseros” y de la jerga roquera de la década de 1920, traducible como una suerte de “idea musical”—.
“Al mismo tiempo que traíamos a artistas internacionales a Cazorla comenzamos a buscarles fechas para que actuasen en Madrid, Pontevedra, Murcia, Atarfe (Granada)... Ese fue el origen de la empresa”, aporta Ortiz, y añade: “Cada uno de nosotros teníamos nuestro trabajo, que dejamos para dedicarnos exclusivamente a este mundo, y fundamos Riff, en 2007”. A partir de entonces, Stray Cats, Roger Waters o Mark Knopler, entre otros mitos, actuaron en España con la garantía de calidad de esta firma referente en la promoción musical. Llegar a esos niveles —dado el prestigio creciente de Riff Producciones— no fue desasiado difícil: “Trabajábamos con agencias que, a su vez, trabajaban para otras más grandes, que nos pusieron en contacto”, asegura uno de los dos socios de la productora, que actualmente tiene su sede social en la vecina Córdoba además de porque era un notable nicho de negocio, porque sus infraestructuras ferroviarias, dice Christopher Ortiz, les permiten moverse por España con más comodidad que desde Jaén: “Hacíamos más de ochenta mil kilómetros al año, cada uno, en coche, y el AVE nos facilita mucho nuestra tarea”. Pero solo por eso, porque a “embajadores” de aquí, no hay quien les gane en su ámbito: “Llevamos nuestra tierra adonde vamos e incluso invitamos a muchos artistas a que conozcan nuestro pueblo, del que se van alucinados”, afirma, orgulloso, Espinosa.
Además de los fundadores, la empresa tiene en nómina a otras siete personas en los seis departamentos que la componen —recepción, administración, “ticketing”, márquetin, producción y “booking”—: son Lola Cotrina Trapero, Paz Martínez Marín, Ángel Fernández Priego, Paz Bella Sancho, Esther Moreno Pulido, Sergio Alonso Espinosa y Estrella Fernández Camacho, a los que se suma la contratación externa de las aproximadamente doscientas que toman parte en cada concierto; en definitiva, un equipo perfectamente ensamblado cuya labor ha llevado a Riff Producciones a ser referente en su sector, en el que toca “todos los palos”, desde la producción y organización nacional e internacional —la actuación de Joaquín Sabina en 2017, en Londres, o la próxima de Fito en la misma ciudad, entre otras muchas, llevan el marchamo de la productora— hasta la representación de artistas —el guitarrista cordobés Vicente Amigo, por ejemplo—.
Una posición de privilegio, mantenida a fuerza de buen hacer diario, que los hace merecedores del reconocimiento general de la provincia en la que concibieron su sueño, desde la que despegaron, adonde vuelven con la mejor de las compañías y a la que han legado, entre otros logros, un festival de “blues” que es ya legendario.
El amor que ambos socios sienten por la música es una evidencia que destacan de ellos quienes los conocen, y el propio Cabrales achaca a esa querencia artística gran aparte de la responsabilidad de que se encuentren en el lugar que ocupan en este sector: “Tienen mucho mérito, el BluesCazorla es una locura, hay que ir allí a propósito, no coge de paso, y, sin embargo, quien quiera ver a las grandes figuras del género tiene que ir a Cazorla”. Según el artista, ese prestigio, ganado a pulso con los años, está detrás de que su gira se halle en manos de Riff Producciones, pese a que, normalmente, Cabrales ha apostado por la autogestión.
El bilbaíno recuerda, entre risas, una sabrosa anécdota cazorleña; y es que, como no podía ser menos, Espinosa y Ortiz lo incluyeron en los carteles del festival e hicieron de guías para él y sus músicos: “Estuvimos allí y fue alucinante, caímos en las redes del pueblo literalmente, porque íbamos con una furgoneta grande y se nos quedó encajada en una calle, tuvieron que rescatarnos”. Si se atiende al mensaje de Fito Cabrales, los de Riff fueron buenos cicerones: “En Cazorla, todo huele a blues, estoy deseando volver”.