¿Por qué ellos y no yo?

En un encuentro sin precedentes, el Papa Francisco celebró el domingo pasado la misa para mil presos, acompañados de policías, funcionarios de prisiones, voluntarios, capellanes y familias hasta 4.000 personas

    13 nov 2016 / 11:41 H.

    El Papa siempre ha mostrado gran interés por la situación de los encarcelados, y le preocupa la pena de muerte en el mundo, un castigo que siempre ha condenado. De hecho mantiene contacto telefónico con varios condenados a muerte. En sus viajes apostólicos ha deseado repetidamente visitar las cárceles y dar a los detenidos un mensaje de cercanía y esperanza. En un encuentro sin precedentes, el Papa Francisco celebró el domingo pasado la misa para mil presos, acompañados de policías, funcionarios de prisiones, voluntarios, capellanes y familias hasta un total de cuatro mil personas en la basílica de San Pedro. Entre los reclusos de doce nacionalidades figuraban treinta y cinco españoles con permiso especial y entre ellos uno de Jaén, en concreto de Andújar. Conocemos personalmente a José Antonio, pues el curso pasado participamos en su formación para recibir la Confirmación. Es emocionante escuchar cómo ha vivido esta experiencia desde el momento en que le comunicaron que iba a participar de este encuentro. Nosotros tenemos la suerte de haber visto dentro de la prisión verdaderas conversiones. Cómo personas que han desperdiciado años de su vida esclavizados por la droga, el alcohol y tantas otras dependencias haciendo tanto daño a otras personas, se ponen en pie, cogen su vida entre las manos y deciden cambiar. Algunos compañeros nuestros de la Pastoral Penitenciaria así como los dos capellanes acompañaron a José Antonio al encuentro con el Papa, al Jubileo, representándonos a todos los que hubiésemos querido participar. Os compartimos parte de la homilía de este día del Papa, no tiene desperdicio: Queridos reclusos, es el día de vuestro Jubileo. Que hoy, ante el Señor, vuestra esperanza se encienda. El Jubileo, por su misma naturaleza, lleva consigo el anuncio de la liberación. No depende de mí poderla conceder, pero suscitar el deseo de la verdadera libertad en cada uno de vosotros es una tarea a la que la Iglesia no puede renunciar. A veces, una cierta hipocresía lleva a ver sólo en vosotros personas que se han equivocado, para las que el único camino es la cárcel. Os digo: cada vez que entro en una cárcel, me pregunto: «¿Por qué ellos y no yo?». Todos tenemos la posibilidad de equivocarnos: todos. De una manera u otra, nos hemos equivocado. Y la hipocresía hace que no se piense en la posibilidad de cambiar de vida, hay poca confianza en la rehabilitación, en la reinserción en la sociedad. Pero de este modo se olvida que todos somos pecadores y, muchas veces, somos prisioneros sin darnos cuenta. Cuando se permanece encerrados en los propios prejuicios, o se es esclavo de los ídolos de un falso bienestar, cuando uno se mueve dentro de esquemas ideológicos o absolutiza leyes de mercado que aplastan a las personas, en realidad no se hace otra cosa que estar entre las estrechas paredes de la celda del individualismo y de la autosuficiencia, privados de la verdad que genera la libertad. Y señalar con el dedo a quien se ha equivocado no puede ser una excusa para esconder las propias contradicciones.

    Sabemos que ante Dios nadie puede considerarse justo. Pero nadie puede vivir sin la certeza de encontrar el perdón. El ladrón arrepentido, crucificado junto a Jesús, lo ha acompañado en el paraíso. Ninguno de vosotros, por tanto, se encierre en el pasado. La historia pasada, aunque lo quisiéramos, no puede ser escrita de nuevo. Pero la historia que inicia hoy, y que mira al futuro, está todavía sin escribir, con la gracia de Dios y con vuestra responsabilidad personal. Aprendiendo de los errores del pasado, se puede abrir un nuevo capítulo de la vida. No caigamos en la tentación de pensar que no podemos ser perdonados. Ante cualquier cosa, pequeña o grande, que nos reproche el corazón, sólo debemos poner nuestra confianza en su misericordia, pues “Dios es mayor que nuestro corazón”.

    Pan ácimo desde prisión
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    El pan ácimo llegó a Roma para el Jubileo de los encarcelados y detenidos desde el
    Instituto Penitenciario de Milán, algunos de cuyos internos se han encargado de su fabricación.

    Actitud de perdón
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    El Papa abraza a unos de los presos que participaron en el Jubileo de la Misericordia, dando ejemplo de la actitud de perdón que la Iglesia y quienes la formamos debemos tener con estos hermanos.

    una buena representación
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    En el grupo de Jaén, además de José Antonio, participaron voluntarios, un funcionario y los capellanes.

    capellanes jiennenses
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    Los capellanes de nuestra diócesis también participaron. A la izquierda, Jose Luis Cejudo y José González. Ellos sumen el acompañamiento espiritual a los internos e internas de la Prisión de Jaén aportando esperanza y poniendo luz en situaciones muy dramáticas.