Rincones repletos de vida
Carmen Monereo Marín lleva dos años viviendo en Oaxaca, en México. La joven restauradora se enamoró de la ciudad desde el primer momento en el que la vio y desde entonces celebra sus tradiciones y recorre sus rincones
Una ciudad que integra en la mayor parte de sus rincones puestos de artesanías, en sus mercados o puestos callejeros. Allí, además, nombres de bares, cafeterías y restaurantes recuerdan el vínculo que tiene el lugar con España con lugares que tiene como nombre “El asador vasco”, “La lonja de Valencia” o “El Cantábrico”. En ese rincón del mundo, en Oaxaca de Juárez, México, vive desde hace dos años Carmen Monereo Marín. No era un lugar en el que esperase acabar, pero la joven se adaptó pronto y consiguió trabajo para contar con una mayor experiencia. “Primero llegué con una beca de intercambio a Guadalajara, Jalisco, donde acabé la carrera de Conservación y Restauración. Al terminar el semestre empecé a buscar trabajo por todo el país y, en menos de un mes ya estaba en Oaxaca, sin pensarlo. No buscaba específicamente venirme aquí, ni había estado antes, pero cuando me llamaron no lo pensé dos veces y sin quererlo llegué a una ciudad que me acabó conquistando”, explica Carmen.
Sin embargo, no fue una razón dulce el motivo de encontrar un trabajo tan pronto. Todo vino motivado por los terremotos que asolaron Oaxaca en 2017. Tantos daños han hecho que sea indispensable que haya profesionales en restauración. Su llegada a México era en un principio de cinco meses pero ya tenía la intención de quedarse si surgía la oportunidad. “Es uno de los países con mayor cantidad de patrimonio histórico del mundo y con mucha cultura, donde además no hay demasiados restauradores, por lo que buscar trabajo aquí me parecía una oportunidad muy atractiva para ganar experiencia y ampliar horizontes”, sentencia.
En lo que respecta a la adaptación al país, Carmen piensa que no fue complicado porque hay más parecidos con la cultura española de los que, a priori, se pudiese imaginar. “En este caso la adaptación no fue difícil, ya que no existe la barrera del idioma y la cultura es más parecida de lo que se cree. Lo peor es llegar a una ciudad totalmente desconocida, aunque por suerte, una buena amiga me ayudó y pronto ya encontré una ‘nueva familia’ que me apoyaría en todo”, reconoce la joven. Y es que, otra de las cosas que le apenan y que descubrió al llegar es el prejuicio que hay contra los mexicanos y el pensamiento general de que son sitios peligrosos para vivir. “Me parecen muy tristes los prejuicios que se pueden tener sobre México, que mucha gente piense que es un país peligroso o conflictivo saliendo de la zona turística. Es un país con mucho que ofrecer, lleno de vida y cultura. El carácter de la gente es parecido al de los andaluces, son amables, cariñosos y sobre todo muy alegres. De hecho, lo que más me gusta de Oaxaca es la vida y ambiente que tiene, siempre encuentran motivos para celebrar algo, y lo hacen a lo grande”, reclama y defiende Carmen sobre la forma de vida y el carácter de la gente que ha conocido en la ciudad.
Y es que son muchas las cosas que se pueden hacer en Oaxaca y Carmen no ha querido desperdiciar la oportunidad de conocer todos sus rincones y perderse por ellos en esta aventura que le ha surgido. “Mi vida es bastante tranquila, vivo cerca del trabajo y del centro por lo que me muevo casi siempre caminando. Mi trabajo lo suelo desarrollar en la oficina, aunque muchas veces me toca salir a visitar diferentes pueblos o comunidades dentro del estado de Oaxaca, lo que es muy interesante y me permite conocer lugares impresionantes a los que no hubiera llegado en la vida”, matiza. Además, en su tiempo libre siempre tiene tiempo de estar por Oaxaca y perderse por sus calles o aprovechar los fines de semana para conocer a fondo maravillosos pueblos cercanos.
Por motivos de trabajo, carmen ha tenido que viajar a diferentes zonas y poblados cercanos a Oaxaca. Muchos de ellos aislados de y que suponen momentos para el recuerdo para la joven al conocer otras culturas y formas de vida. “Me ha tocado llegar a pueblos muy aislados, donde la población es indígena, casi no saben español o no han visto un extranjero en su vida. Las visitas a las comunidades siempre son toda una experiencia, ya que no sabes cómo te van a recibir. Algunas veces al llegar por el trabajo de restauración de las iglesias, las autoridades del pueblo, agradecidos, deciden invitarnos a un mezcal. Muchas de esas veces la invitación acaba convirtiéndose en todo un banquete con medio pueblo donde no dudan en deleitarnos con sus platillos tradicionales. A veces desconfían y piensan que llegas a engañarles o estafarles y te sacan el machete”, reconoce la joven sobre la experiencia.
La joven reconoce que está muy contenta tras llevar dos años en la ciudad y que, aunque siempre existe la opción de volver a casa, se encuentra muy cómoda allí, motivo por el que alienta a los chicos a salir a descubrir mundo. “Creo que salir de la zona de confort es muy bueno, las buenas oportunidades en la vida no van a tocar a tu puerta, hay que salir a buscarlas, aunque pueda ser más o menos difícil. En muchos casos incluso sirve para descubrir nuevos intereses o conocerse mejor a uno mismo. Trabajar en otro país es un crecimiento constante, donde se intercambian muchos conocimientos y se aprende mucho. Personalmente, creo que también hay que valorar los destinos poco conocidos y las ciudades pequeñas, ya que son más auténticas, la gente es más cercana, y te permite conocer mejor la cultura”, añade y valora Carmen.
Carmen es gran defesnora de la gastronomía y del arte que existe en zona en la que reside. Para ella, son dos de los grandes bastiones con los que cuentan ciudades como Oaxaca. “La comida oaxaqueña tiene mucha fama en todo México y además es muy barata. Podría destacar el mole oaxaqueño, las tlayudas, los tamales o los chapulines (grillos), siempre acompañados de un buen mezcal, la bebida oaxaqueña por excelencia”, explica. En lo que respecta a al arte, la ciudad cuenta con muchas galerias y puestos con cerámicas que resultan de gran curiosidad para los visitantes. “No solo hay muchas artesanías, principalmente alebrijes, cerámicas y textiles, también hay muchas galerías de arte y talleres de arte gráfico o grabado. De hecho, encuentras arte gráfico por todas las paredes del centro histórico.Son algunas de las características que hacen de la ciudad un lugar muy especial, que cuentacon grandes monumentos y sitios por descubrir para aquellos que no hayan estado en ese lado del mundo.
Cuando uno llega a un nuevo lugar no sabe como va a ser la experiencia ni a la gente que conocerá. Por fortuna, Carmen ha tenido la oportunidad de hacerse con una nueva familia allí y unos amigos que están para lo que necesite y con los que pasa el tiempo. Ellos son Chuy, Geraldine, Roberto, Kaya o Carlos.
De las cosas más difíciles al estar fuera es tener lejos a la familia, pero es una alegría cuando ellos son los que vienen. En este caso, los padres de Carmen, Fernando y Concha, estuvieron el pasado mes de enero con su hija conociendo lugares de México como, por ejemplo, las cascadas de Agua Azul, en la selva de Chiapas.
En la celebración del Día de Muertos la gente tiene por costumbre pintarse como Catrinas. “Siento mucha admiración por cómo se reúnen las familias con sus difuntos. Van al cementerio, decoran todo con flores, incienso y pasan la noche celebrando con ellos que siempre estarán presentes. Es lo más emocionante que he visto nunca”.
Uno de los aspectosmás destacados de vivir en México es que Carmen aprovecha el tiempo para visitar y viajar a otros sitios que son increíbles. Uno de los rincones que más la ha enamorado es el lago Atitlán en Guatemala. Un sitio que está rodeado de volcanes y donde la joven ha vuelto a ir en diversas ocasiones.