Pepe Román: Triste adiós a un gran amigo
in memoriam. Maestro y solidario a dosis gigantescas, su recuerdo deja escenas imborrables en quienes lo conocieron
Don José Román Grima para los intelectuales y, Pepe Román, también para los intelectuales, pero sin bombo ni platillo a todo sonoro pronunciamiento engolado, se nos fue, en tiempo de zambombas y chinchines navideños, quién sabe a qué parnaso inalcanzable a las manos de los que todavía aquí vivimos.
Pepe Román, activo con la prolífica y sapiente pluma, que no altivo en absoluto en sus sencillos modales, tal correspondían a su ancha humanidad, disfrutó como un niño en su etapa educacional. Hizo hacer sonreír a toda su clase de Mengíbar. Fue una vez, cogido del brazo del famoso Paco Almagro, el de Jaén por San Lucas y la ovejita lucera, haciendo pasar el mejor de los momentos a una juventud temprana, pendiente de sus inocentes ocurrencias. Infancia escolar, precisamente, encauzada por la paciencia y el saber de mi gran Pepe Román, maestro de viejo cuño renovado también en las nuevas metodologías pedagógicas.
Amante de los necesitados allende las fronteras, empleó su tiempo en hacer felices con la palabra y el dinero a unas criaturas que hablan español, ahora ninguneado por una panda de fanáticos “inmersionistas” del lenguaje interterritorial.
“Quesada Solidaria”, una antología poética ilustrada por elegidos pintores jaeneros, fue dirigida por nuestro recordado Pepe Román. Esta edición literaria puede ser un botón de muestra de su brillante trayectoria, no solo como un humanista único, sino también, como amante indiscutible de la cultura de la provincia de Jaén.
Columnista inagotable en las páginas de Diario JAÉN hasta sus últimas horas vitales y emocionales de su vida, dejó huella por su forma estilística, personalizados en el saber y en querer agradar a sus numerosos lectores. Pepe Román, nuestro amigo, murió con las botas puestas, como mueren los valientes, resistiéndose a una enfermedad implacable y pellejona, y por eso que nuestro amigo pedía perdón a las baldosas cuando las pisaba para no causarles molestia. Siempre te voy a recordar, amigo Pepe, así caigan rayos de punta en estos tiempos tan complicados que nos toca por vivir. De ti, Pepe, aprendí una cosa esencial: que al escritor no lo hacen, sino que se hace él mismo si la pluma no la abandonamos durante el rosario de todos los días, de todos los momentos. Las letras jiennenses, algo dispersas y egocéntricas, han perdido mucho con tu último adiós definitivo. Por eso, a los escritores paisanos, o foráneos tal vez, les lanzo el guante desde aquí y expresamente les pido un homenaje póstumo para recordar tu inmarcesible memoria. Oiga, amigo escritor, y si es en la Asociación Arco del Consuelo, hasta mejor será.