Ministerio

    19 ene 2020 / 11:58 H.

    El edificio del Ministerio siempre estuvo allí y sobre él se hicieron grandes y continuadas reformas. Tenía un logotipo consistente en una M mayúscula estilo Braggadocio el cual venía a decirnos que estábamos ante el Ministerio Absoluto. Sí, un solo edificio y un solo ministerio para toda la nación. El diseño de su interior era una copia psicológica de una planta de grandes almacenes: no había ventanas que orientaran a la gente, las puertas eran indistinguibles de las paredes y únicamente unas escaleras mecánicas servían para comunicar las plantas. Tanto es así que los funcionarios recibían unos cursillos para poder gestionarse a ellos mismo en un espacio en el que se habían perdido las referencias. Si no eras llamado no había que ir al Ministerio Absoluto. La llamada consistía en un mensaje frío en la pantalla del móvil encabezado por la M mayúscula y seguido del día, hora, planta y terminal de ordenador. Cuando el habitante entraba en una de las plantas del Ministerio no encontraba un lugar al que acudir porque se habían borrado las ventanillas y desaparecidos los funcionarios. Una serie de teclados y pantallas numeradas se extendían ante sus ojos. Si preguntabas a alguien te contestaba: “Perdone, pero estoy en la misma situación que usted, estoy intentando entrar en el Ministerio”. No había otra opción que encontrar la terminal asignada y sentarse ante ella. Una intranet te daba acceso a un menú en el que podías tener la oportunidad de conocer y solucionar el problema por el que te habían llamado. Una vez que el ciudadano se había sentado ante la pantalla aparecía un temporizador que te indicaba en milisegundos el tiempo que disponías. La rapidez con la que pasan los milisegundos, la angustia de introducir los datos, el no tener memorizadas las claves, la espera para recibir en el móvil una serie de códigos que te dieran acceso y el miedo a la equivocación era de una presión desesperante. Y todo ello para descubrir qué es lo que quería de ti el Ministerio Absoluto. Cuando el tiempo asignado se acababa sonaba un bocinazo ronco y breve: la terminal se apagaba. ¿Qué pasaba después? Si el problema estaba solucionado aparecía en la pantalla del móvil un código QR (código de Respuesta Rápida) y el ciudadano podía salir al exterior presentando el QR en el túnel blindado de salida. En caso contrario, es decir, que el problema no estaba solucionado, aparecía en la pantalla del móvil un mensaje: “Está en espera de nueva valoración. Un código personalizado de salida está generándose”. Cuando todos los que habían solucionado el problema se habían ido, las escaleras mecánicas se bloqueaban, se abrían las puertas que estaban disimuladas en las paredes y unos funcionarios invitaban a aquellos que no tenían código de salida a entrar allí. Después se cerraban las puertas y unas máquinas limpiadoras recorrían las plantas del Ministerio Absoluto.