Me voy pal pueblo

31 may 2020 / 14:11 H.

RAMÓN CARPENA | INGENIERO DE CAMINOS, CANALES Y PUERTOS

Estamos inmersos en una crisis sanitaria, originada por un virus y una enfermedad, la covid-19, que ha supuesto un impacto brutal en el orden económico y social a nivel mundial tal como lo entendíamos. Son muchas las incertidumbres acerca del futuro que nos espera, pero está claro que hay un antes y después en lo que se refiere a los estilos de vida que hemos ido conformando en un mundo desarrollado que nos posibilitaba disfrutar de un bienestar que, quizás hemos interpretado, equivocadamente, se nos entregaba de forma gratuita. A partir de ahora, daremos justa importancia a cosas tan fantásticas como abrazar, tomar una caña, cantar con amigos, disfrutar de una clase repleta de alumnos, ir al trabajo todas las mañanas, comer en familia, jugar con un hijo en la playa o contemplar los colores del atardecer. Sin posibilidad de vuelta atrás, un seísmo ha sacudido nuestra escala de valores.

Pero de las crisis, ya lo alumbraba Einstein, nacen grandes estrategias generadoras de cambio y crecimiento. En este punto me quiero detener. Creo que se ofrece con prístina claridad una oportunidad al mundo rural, a eso que últimamente llamamos la España vaciada. Se abre un ventanuco al progreso y desarrollo de nuestros pueblos, a la recuperación de formas de vida en lo humano, mucho más gratificantes y saludables. Y la provincia cuenta con una espléndida y distinguida lista de municipios, salpicados de núcleos y rincones que pueden experimentar esa revitalización. La distribución de la población en el territorio nacional es muy desigual, existiendo zonas de alta densidad y otras de auténtico desierto demográfico, litoral versus interior, con algunas excepciones. Otro rasgo es la concentración de población en las áreas urbanas frente al despoblamiento de las zonas rurales, especialmente preocupante en los municipios de menos de 10.000 habitantes; a lo que añadimos la propensión de ciudades grandes y medias a centrifugar actividad residencial y económica hacia periféricas, buscando cinturones menos congestionados y más baratos.

La pandemia ha obligado a llevar a cabo un excepcional y feroz confinamiento de la población, que ha exigido implementar de la noche a la mañana nuevas formas de trabajo a distancia, que ya eran práctica extendida en grandes compañías, pero que nunca hubiéramos imaginado llegarían al ámbito del sector público en sus distintas ramificaciones; a la enseñanza en sus diferentes niveles; o a parte, incluso, de la atención sanitaria.

Pongo el foco en el caso de las administraciones, instituciones y empresas públicas, pues en el resto de la casuística mencionada, lo deseable es que, cuanto antes, estudiantes, maestros y profesores llenen de vida las aulas, y nuestro doctor de cabecera pueda estrecharnos la mano mientras nos pregunta cómo vamos con la alergia.

Esta situación sobrevenida ha puesto de manifiesto que, en lo público, es posible explorar con éxito modos de trabajo no presenciales en la realización de ciertas tareas. Bien es cierto que depende no sólo de las características del puesto de trabajo, sino también de la experiencia y grado de autonomía en el ejercicio de las funciones por parte del empleado, de la posibilidad de evaluación de los resultados cualitativa y cuantitativamente.

Sintetizando lo expuesto hasta ahora y utilizando la formulación propia de la matemática, nos encontramos frente a una ecuación nueva, generada por una crisis sanitaria desconocida, donde se imponen dos condiciones de contorno meridianas. Por un lado, la tendencia o aspiración que presumiblemente se instalará en un segmento considerable de la población a huir de espacios saturados y con altos flujos de movilidad (más vulnerables frente a situaciones que la ciencia nos anticipa como inevitables) allende los cinturones metropolitanos a los que antes hacía referencia; y por otro, el descubrimiento o constatación, de que en el sector público, nada despreciable en número de empleados, siquiera parcialmente, puede deslocalizarse el ejercicio de algunas actividades profesionales con óptimo resultado, circunstancia que ya venía acaeciendo en el mundo empresarial y privado en mayor o menor medida.

La intuitiva solución al problema ya la apuntaba el encabezado de esta tribuna, que es título y letra de una popular guajira del músico cubano, retirado hasta su muerte en España, Marcelino Guerra, que hicieron suya Los Panchos, y que compuso desde Manhattan avivado por la nostalgia. “Me voy pal pueblo, hoy es mi día, voy a alegrar toda el alma mía”. Dejando a un lado emoción y sentimiento, se evidencia que la recuperación de la vida en los pueblos, con la consecuente descongestión en las grandes aglomeraciones urbanas, se presenta como una solución certera. La redistribución de la población de forma más homogénea supondrá con seguridad un alivio en la presión que ejercemos sobre un medio en equilibrio inestable, aminorando riesgos futuros para todas las opciones de vida. La cuestión que ahora nos ocupa es qué agentes tienen capacidad de acción para impulsar el cambio en la dirección señalada.

Empecemos por el universo privado. Es seguro que, en las grandes empresas, donde ya era una realidad la posibilidad de trabajar a distancia, y teniendo en cuenta los escenarios que se anticipan, con restricciones en espacios comunes, escalonamiento en entradas y salidas, parece evidente que estas soluciones irán a más. Esto facilitará a muchos trabajadores plantearse residencias en lugares alejados de las urbes económicas en las que suelen estar ubicadas las sedes de estas sociedades, dando una oportunidad a muchos pueblos de esa España de interior, capaces de brindar un modus vivendi en mayor armonía con el entorno humano y físico. Aquí es donde pueblos de nuestra provincia pueden posicionarse, siempre desde el realismo y evitando quimeras estériles, como destino de un éxodo que intuimos previsible y en sentido inverso al que se inició en los años del desarrollismo, conformado por profesionales de alta cualificación vinculados a empresas tecnológicas, energéticas, del sector de las telecomunicaciones, etc.; o por profesionales autónomos con un elevado componente creativo, relacionados con la cultura, la música, el arte, la arquitectura, etc. Esto no es una entelequia, ya hay municipios donde un cierto embrión de todo esto se puede identificar con diáfana claridad.

Los gestores municipales que sepan identificar estas oportunidades desde la proactividad, anticipándose con la definición de una estratégica efectiva y valiente junto a la iniciativa privada, y sean capaces de captar o por qué no, generar estos flujos hacia sus municipios con una oferta seductora e incentivada, pueden iniciar un camino de progreso y de recuperación del talento. Tenemos municipios con equipamientos que para sí quisieran algunas capitales medias, pero también debilidades estructurales. Hay que mejorar las comunicaciones por carretera y ferrocarril. La red estatal o autonómica presenta un deficiente estado de conservación, y tenemos que completar el mapa de algunas de las autovías a su paso por Jaén. Si, como es de esperar, la construcción se considera parte de la solución a la salida de la crisis, que es junto con el sector del automóvil y el turismo es una de los pilares que sustenta la economía del país, es primordial trabajar para que sea una realidad el desdoblamiento de la A-32 (Linares-Albacete) y la A-316 (Autovía del Olivar) en todo su recorrido, así como la mejora de la comunicación ferroviaria con Madrid. En cambio, contamos con una buena red provincial, que permite la accesibilidad a cualquier punto habitado.

Tenemos pequeños municipios, reconocidos nacional e internacionalmente por su encanto y belleza, privilegiados para jugar en esta liga, necesitando mejorar la conectividad en cuanto a velocidad de datos, manteniendo centros de enseñanza en las zonas más aisladas y cuidando la atención sanitaria. Otra consideración importante, que desde tiempo atrás y de forma recurrente lastra la generación de actividad económica en estos últimos, es el tiempo que tarda en autorizarse cualquier tipo de intervención, por los preceptivos informes burocráticos. Los plazos se dilatan en el tiempo, resultando en ocasiones ser superior el tiempo necesario para conseguir los permisos, que el de ejecución de la inversión. La demoledora consecuencia es que el empresario o particular, en ocasiones, desiste de la inversión y se marcha a otro lugar.

Continuemos con otros agentes que disponen de capacidad ejecutiva para abrir la puerta a este fenómeno que puede servir para reactivar en alguna medida la España despoblada y a la vez, ofrecer una vía a aquellos que quieran replantear, a partir de este convulso punto de inflexión, cuando menos parcialmente, su forma de vida, o sencillamente, volver a su lugar de origen. Esta crisis ha puesto encima de la mesa de trabajo de las distintas administraciones otras posibilidades de organización de los recursos humanos que pueden, inclusive, mejorar el rendimiento de los empleados públicos. De los distintos escalones en la administración, si hay uno que, por razón de ser, vocación, dimensión territorial, composición de sus plantillas por procedencia geográfica, puede atreverse a indagar en formas de trabajo no presenciales al cien por cien, donde la flexibilidad y adaptabilidad puedan ponerse al servicio de la recuperación de vida en los pueblos, es, sin lugar a dudas, el escalón provincial. Las diputaciones provinciales pueden y deben, como en tantas cosas, ser pioneras y ejemplo de eficacia y eficiencia en la adaptación de sus recursos y modus operandi a un contexto de nueva normalidad, en el que los cambios venideros se precipitarán.

Cuando mi hija, Ana Remedios, era más pequeña, no dejaba de preguntarme qué tenía que ser de mayor para vivir en Segura de la Sierra, y francamente, no era capaz de responderle, ni atisbaba la respuesta en el medio plazo. Mientras escribo estas líneas gano en convencimiento de que un día la encontraré en un espacio de coworking situado en la calle de los Caballeros Santiaguistas, rodeada de comerciales, consultores o programadores, y ella... feliz.

En el transcendental momento que nos ha tocado vivir, en el que las decisiones que se tomen afectarán a las próximas generaciones, a todos corresponde aportar, debatir, criticar de forma constructiva y ofrecer alternativas, para enriquecer o corregir el trabajo que nazca de los órganos decisorios a los que corresponde guiar a nuestra tierra en esta compleja tesitura.