Matar al mensajero

Periodistas se juegan la libertad y la vida en muchos países del mundo. Amnistía Internacional siempre ha apoyado la libertad de expresión

04 sep 2016 / 11:36 H.

Decía el escritor inglés George Orwell que “el periodismo consiste en decir cosas que alguien no quiere que digas: todo lo demás son relaciones públicas”. No debemos equivocarnos. El auténtico periodismo consiste en desvelar la verdad. Y la verdad siempre molesta a alguien... y cuando ese alguien es el poder la cosa se complica. Un total de 2.271 periodistas han sido asesinados en todo el mundo mientras cubrían noticias en los últimos 20 años. En 2015 murieron 67 periodistas asesinados en el mundo debido a su profesión. En el primer semestre de 2016, Reporteros sin Fronteras registró 21 casos de periodistas asesinados en América Latina, 14 de ellos en México y Guatemala.

Las zonas más peligrosas contra los periodistas son Irán y Siria, pero México, Francia y Yemen ocupan el tercer lugar. Si al conteo final se añadiera la cifra de informadores que han muerto en 2015 sin que las autoridades hayan determinado el motivo, el número de víctimas ascendería a 110. El Comité para la Protección de los Periodistas ha publicado un informe paralelo el mismo día, en el que habla de 69 asesinados. Las cifras difieren por la disparidad en los criterios para incluir a las víctimas en el listado.

Al menos 54 reporteros están secuestrados en Siria, Yemen, Irak y Libia, todos estos países con presencia de organizaciones terroristas islamistas. China (23), Egipto (22) e Irán (18) encabezan el listado de países con más periodistas encarcelados, de un total de 153 en el mundo.

La profesión de periodistas se transforma así en una profesión de riesgo. Parece que lo de matar al mensajero, lejos de desaparecer en el tiempo, ha ido consolidándose. La verdad incomoda y cuando alguien cuenta la verdad en muchos países del mundo se está jugando la libertad y la vida. Amnistía Internacional siempre se ha posicionado a favor de la libertad de expresión y ha denunciado las agresiones a los informadores por el ejercicio de su profesión.

Creemos que el Estado tiene la obligación de garantizar el ejercicio efectivo de la libertad de expresión y que las personas encarceladas exclusivamente por ejercer legítimamente su derecho a la libertad de expresión son presos de conciencia. El ejercicio del derecho a la libertad de expresión puede ser objeto de ciertas restricciones, pero siempre que se den tres requisitos: deben estar fijadas por ley ; debe poder demostrarse que son necesarias y proporcionadas para proteger intereses públicos especificados o los derechos o la reputación de otras personas. Toda restricción debe ser lo más específica posible. Los periodistas desempeñan un papel fundamental en la realización efectiva de la libertad de expresión. Los periodistas pueden enfrentarse a riesgos especiales derivados de su trabajo; los Estados tienen la obligación de ejercer la diligencia debida para protegerlos de tales ataques, que no son sólo un ataque contra sus vidas y su integridad física, sino también una violación de su derecho y del derecho de otras personas a la libertad de expresión.

Los gobiernos no deben incoar en ningún caso procedimientos penales ni penalizar de otro modo a las personas que, aun teniendo la obligación de mantener la confidencialidad o el secreto, revelen información sobre abusos contra los derechos humanos por motivos de conciencia y de manera responsable. La libertad de expresión es un derecho inalienable de los seres humanos y un derecho esencial en los regímenes democráticos. Cuando matamos al mensajero, en vez de agradecerle su labor, somos una sociedad enferma. Ser periodista es una profesión de riesgo. En todo el mundo.