Los palos y
su evolución

23 abr 2016 / 20:57 H.

Una estampa muy popular, posiblemente la más conocida de todas, sea aquella en la que se ve un árbol y de sus raíces salen los cantes por tonás campesinas y por una segunda raíz aparecen las seguiriyas. De estas dos grandes raíces van saliendo dos troncos que a su vez se van ramificando dando a entender que de esos cantes que se encuentran más abajo del árbol, son los más antiguos y por tanto de estos van naciendo o creándose los diferentes palos. En verdad esta metáfora es muy bonita, a la vez que nos ofrece una visión de cómo se ha ido formando el flamenco.

¿Qué problema podemos ver en esta clasificación de los palos? Pues pensándolo bien solamente tengo que decir, aparte de que como metáfora me gusta bastante, que cada arista ha colocado los diferentes palos como Dios le ha dado a entender, y de esta manera nos encontramos que a algunos palos se les ha dado una antigüedad que no les corresponde o que otros palos aparecen como “palos matrices” que han sido “la madre” de una serie de ellos y por tanto crean bastante confusión. Tengo en mis manos un dibujo del famoso “Árbol del Cante” que me regaló un buen amigo para que sirviera de ilustración para mi segundo libro de flamenco. Yo no me inmiscuí en cómo colocaría mi buen amigo el orden de las procedencias de los palos, él es un artista aficionado al flamenco, así que lo realizó con la más completa libertad. El dibujo, a todo color y realizado de forma preciosista y minuciosa, es uno de los cuadros que adornan mi despacho.

No le pedí que hiciera un tratado resumido de la Historia del Flamenco, mi intención, y el artista la conocía, era la de rendir homenaje a los “miles de árboles del flamenco” y que me sirviera de base para aclarar lo que estoy intentando decir en estas líneas.

En resumen: todos los “árboles del flamenco” aportan algo importante, (la teoría del carácter evolutivo de este arte) y en segundo lugar, todos los “árboles” son una buena base para entrar en una discusión flamenca, pues todos tienen sus aciertos y sus errores.

Otra de las formas de agrupar los cantes, y esta vez no puede ser más simplista, es hacer dos grandes grupos: Cantes grandes y cantes chicos. ¿Qué entienden estas personas por cante grande o por cante chico? ¿A caso se refieren a que los pertenecientes a un grupo son “más importantes” debido a su antigüedad? O acaso quieren decir que unos son más flamencos que otros? ¿Son los cantes chicos los “menos flamencos”?

Ante estas preguntas solamente cabe decir que los diferentes palos en sí mismos no son ni más flamencos ni menos flamencos puesto que la “flamencura” se la da el artista en su interpretación. Pongamos por caso, ¿pueden tenerse por flamenco ese conjunto de sevillanas interpretadas por corros más o menos rocieros y que tanto abundan en estos tiempos? ¿Se parecen estas sevillanas a las que interpretó Camarón, la Paquera de Jerez, o aquellas míticas “Sevillanas Bíblicas” de los Hermanos Toronjo?

Pues eso, yo he escuchado soleares tan poco flamencas que ni siquiera deberían llevar este nombre, y no digamos ya algunas interpretaciones de garrotín que bailan los alumnos de algunas academias de baile. Cualquier parecido con el flamenco, es pura coincidencia.

Otro intento de clasificación, y que yo usé en, mi primer libro de flamenco, es aquel que agrupa todos los palos en tres grandes bloques: 1.- Sones aflamencados. En este apartado se incluyen palos como sevillanas, campanilleros, trilleras, peteneras... 2.- Cante flamenco. Aquí se encontrarán, según esta clasificación, los derivados de la soleá (bulerías, cantiñas...). Los tangos y tientos, (unidos como en santo matrimonio). 3.- Los fandangos: naturales, Huelva, malagueñas, granaínas, verdiales...

El tercer grupo lo denominan cante jondo. Comprendería un subgrupo compuesto por soleares, caña, polo, alboreás y romances, un segundo grupo con las tonás ciudadanas, martinete, debla, carcelera... Un tercer grupo derivado de los fandangos en el que entrarían las tarantas, mineras, cartageneras... y, por fin, el cuarto comprendería las seguiriyas, serranas y livianas.

Estas son las formas más tradicionales y populares de clasificar los diferentes palos y, como vemos, cada una de ellas nos ofrece una visión diferente, acorde con la teoría que cada cual acepte como la mejor, aunque ninguna de ellas se atiene a características musicales.

Pienso que para poder clasificar el flamenco, como arte musical que es, tenemos que atenernos a normas musicales, única manera de no dejarnos influir por los sentimientos y las ambigüedades, así que pienso que la única forma científica de clasificar los diferentes palos es ateniéndonos a compás.

Así nos encontramos con palos que van al compás de 4/4, compás de cuatro por cuatro, compás de 3/4, compás de 6/8 y palos libres de compás.

Esta forma de clasificar no admite discusión alguna, pues nadie osará llevar la contra a estas normas musicales a las que se adaptan todos los tipos de música existentes.

Para aquellas personas “más puestas” solamente me queda recordar los tanguillos de Cádiz, que son una excepción pues van a compás de 6/8 en el que se superpone en compás de 3/4 formando un polirritmo único en España, aunque a veces se interpreten al compás de tangos.