“Cuando veo las imágenes, se me viene el olor de la sangre”
Blas Molina
Aún hoy, 25 años después, no puede desprenderse del recuerdo del olor a muerte que exhalaban los cadáveres tirados en las calles, tras la matanza de Puerto Hurraco. Un asesinato múltiple ocurrido en la tarde del 26 de agosto de 1990, que se saldó con 9 muertos y 12 heridos. Los hermanos Antonio y Emilio Izquierdo, de 53 y 58 años, respectivamente, dispararon sobre los vecinos en un acto de venganza. Primero, sobre miembros de la familia Cabanillas, con la que mantenían viejas rencillas y, después, sobre todo el que se cruzó en su camino. Avanzaron por la calle armados con sendas escopetas de repetición, cargadas con cartuchos de postas. Incluso llegaron a disparar contra una unidad de la Guardia Civil, que acudió alertada por los vecinos. Los dos agentes resultaron gravemente heridos en el interior de su vehículo. No les dio tiempo ni a darles el alto.
En su vida en la Guardia Civil como jefe del Equipo de Policía Científica, Blas Molina Cantero ha visto mucha sangre, pero cada vez que mira las fotos de la masacre se le viene el olor que desprendían aquellas víctimas de la España profunda a flor de piel. Hoy, ya jubilado, vive apartado del mundanal ruido en su pueblo, Beas de Segura, enfrascado en sus estudios de Teología, una asignatura pendiente de sus años mozos.