Presidente de la Casa de Úbeda en Madrid, Juan José Almagro es doctor en Ciencias del Trabajo, licenciado en Derecho (especialista en Derecho Público) y Abogado. Ha sido Consejero y Director General de Mapfre y de su Instituto de Acción Social, y fue Presidente de Bionaturis, Vicepresidente de Unicef España, Presidente de la cátedra de Responsabilidad Social de la Universidad de Alcalá de Henares y vocal del Cerse y de su Comisión Permanente. A su vez es escritor y ha pronunciado un sinfín de conferencias en universidades, escuelas de negocio y diferentes foros, en numerosos país sobre temas relacionados con el mundo de la empresa, la ética, la comunicación, el seguro, el liderazgo, etcétera.

—¿Cuál es la labor que hace la Casa de Úbeda en Madrid?

—La Casa de Úbeda es una institución que tiene cincuenta años y tenía como principal tarea agrupar a todas las personas, sin distinción de raza, sexo, creencia, ideología, que, de una u otra forma, tuviera un origen en Úbeda, por nacimiento o por devoción. Tuvimos primero una sede social en la Plaza de Celenque y ahora en el mismísimo Ateneo de Madrid. Fundamentalmente destacamos, tal y como nos ha reconocido la propia Junta de Andalucía y otras instituciones, por la labor cultural que hacemos y que se basa en una programación de charlas, conferencias, ponencias, presentaciones de libros, Son temas culturales que siempre están vinculados a la ciudad de Úbeda o a la provincia de Jaén. Porque en esta casa nunca se ha cerrado el cupo a socios de Úbeda, sino que hay gente de otros lugares de Jaén o del mismo Madrid. Al final es un grupo de amigos, una gran familia que pensaba en su provincia y que trataba de hacer que la cultura andaluza, ubetense y jaenera primase por encima de cualquier cosa.

—¿Cómo es su papel como presidente en la asociación?

—Durante mucho tiempo el papel fue hacer que la asociación fuese conocida y hacer conocer a la gente que nos visitaba la ciudad de Úbeda y la provincia jiennense. Lo hermoso es que desde el principio nos dedicábamos a hacer cosas pidiéndole a nuestros visitantes que nos atendieran gratis y a la Casa de Úbeda en Madrid han ido personalidades de toda clase y condición sin cobrar un céntimo y con el único obsequio de una garrafa de aceite de oliva virgen extra. Se trata de poner a Jaén en el centro de nuestra actividad cultural, fundamentalmente porque nos parecía que había personas que echaban de menos su tierra estando en Madrid y porque pensábamos que también era positivo que personas que no conocían Jaén se acercasen a nosotros. Hemos hecho, por ejemplo, muchas excursiones a diferentes lugares.

—¿Cómo ha sido ver en primera persona a esa gente que se ha acercado a conocer la asociación y a la ciudad de Úbeda sin saber nada de ella de forma previa?

—La casa participó activamente en la proclamación de Úbeda y Baeza como Ciudades Patrimonio de la Humanidad y el propio Antonio Gala presidió la mesa. Diferentes personalidades de la cultura, del arte, de la escena o de los negocios contactaron con nosotros, vinieron ellos mismos que han querido pasar por nuestros salones para contarnos lo que piensan de nuestra tierra y sobre otros temas. Se trataba de poner en común lo que cada uno siente con lo que cada uno es. Eso es lo hermoso, conseguir que mucha gente sienta a la Casa de Úbeda y que sea una institución que siempre está ahí para aportar, abrir camino, enseñar cultura sin apellidos y para, simplemente, poder dialogar que es una de las características esenciales de la cultura andaluza. Y es que la cultura es diálogo y asimilación y eso lo hacemos desde hace cincuenta años.

—Tantas excursiones, conferencias y actividades implica un lazo familiar entre sus socios muy fuerte, ¿verdad?

—Ahora mismo tenemos menos actividad, entre otras cosas por la crisis que tenemos, pero seguimos celebrando conferencias en el Ateneo y hemos suspendido actos desde entonces. Esperamos que en cuanto pase el verano la actividad se pueda reanudar porque se hacen muchas actividades: charlas, mesas redondas, de todo tipo de temáticas sociales. Siempre vamos pegados a la actualidad y con personas de renombre en cada asunto. Entonces, claro, se crea un vínculo fuerte por personas que han nacido en la ciudad o porque se enamoran de ella. Eso siempre suele ocurrir con la provincia de Jaén en general, a mi juicio de forma característica sucede más con Úbeda y Baeza, pero pasa en toda la provincia. La razón es que la gente descubre un lugar del que no sabían y descubren que es una provincia singular con bellezas naturales como las sierras maravillosas que tenemos, ciudades monumentales y otras rutas que son igualmente extraordinarias.

—A nivel personal, ¿qué significa Úbeda para usted?

—Rpresenta el lugar en que nací. El poeta Rilke decía que aunque naciéramos provisionalmente en cualquier parte, después, poco a poco, componemos el lugar de nuestro origen para nacer más tarde y cada día definitvamente. Servidor nació en Úbeda y como muchos otros ubetenses o jaeneros he ido confirmando durante mi vida que yo quería ser de Úbeda, no solo haber nacido. Jaén representa en España una tierra no demasiado conocida, que tiene un maravilloso futuro y en la que, a través del aceite, hemos aprendido a trabajar al estilo olivar, damos fruto como el aceite pero sin presumir demasiado. Al final somos capaces de producir esa maravilla de la naturaleza que es el aceite y que es alimento y remedio porque sirve para curar. En Jaén, sin que nos demos cuenta está parte del origen de la cultura andaluza donde hay diálogo y un abrazo a la tierra que es hermosa.

—Imagino que lleva tiempo sin ir a Úbeda, mínimo desde la crisis sanitaria, ¿cómo son los lazos con la ciudad, solía ir mucho?

—Claro. Justamente el 13 de marzo tendría que haber ido a Úbeda porque tengo casa allí y vamos mínimo una vez al mes y, precisamente, ese día tendría que haber estado yendo a Úbeda, pero al final no fui y llevamos desde entonces sin viajar. Así que bueno, llegaremos en cuanto se arregle. La primera salida será, sin duda, hacia Úbeda y disfrutaremos de pasear por sus calles, de tocar sus piedras, de hablar con su gente. Esa es la felicidad de tener un lugar donde recalar siempre. Respuesta.

—A nivel profesional ha sido director general y consejero de Mapfre.

—Así es, durante un tiempo lo fui y, una vez abandoné la actividad ejecutiva, me dediqué a las cosas que me gustaban. Dar conferencias en diferentes partes del mundo, fundamentalmente Europa y Latinoamérica, escribir sobre temas de mi interés y que son de diversa índole. Al final de la vida uno se da cuenta de que lo importante es tener la posibilidad de compartir en lo que cree. A eso me dedico actualmente.

—¿Cómo cree que se plantea el futuro a nivel social tras esta pandemia y crisis sanitaria?

—Yo no soy sabio, entonces lo único que haría sería divagar. Todo el mundo habla sobre lo que va a pasar en el futuro porque es absolutamente incierto y la única certeza es la incertidumbre. No sabemos qué va a pasar, pero sí sé que el virus vino de Oriente y, probablemente, la solución venga allí. Con la globalización Occidente se echó en manos de Oriente y nos olvidamos de que todo lo que consumimos viene de países sin democracia, sin derechos humanos, ni libertad, ni nada parecido. Al final, creo que el virus ha venido a ponernos en nuestro sitio y a demostrar que no somos semi dioses y tendremos que hacer las cosas de una manera diferente, pensando más en los demás. La pandemia ha puesto de relieve que los que eran invisibles han hecho posible que sigamos viviendo, ya fuera el panadero, la cajera del supermercado, el barrendero, los médicos y sanitarios. Todos ellos existen. La globalización, probablemente, sea menor en el futuro y se produzca más dentro de los países. Esta es una crisis muy profunda que solo se va a resolver trabajando todos poniendo el hombre y juntos. Solo así el país saldrá adelante. Hará falta una ayuda económica, arrimarnos los unos a los otros, saldremos adelante, pero harán falta sacrificios. Apelo a la responsabilidad individual de cada quien, no solo para cumplir lo que nos piden las autoridades, sino para ser responsables y libres. La desigualdad debe desaparecer del panorama. Esto nos hace peores y tenemos que luchar porque la desigualdad esaparezca. Siempre la hubo y la habrá, pero lo grave es que se ha instalado y da la sensación de que la aceptamos como cualquier otra cosa y la pandemia lo ha puesto de relieve. Ahora somos todos iguales, altos, bajos, morenos o rubios. La pandemia nos ha igualado y necesitamos un mundo que sea algo diferente y menos egoísta.

—¿Cree que la sociedad ha aprendido algo tras la crisis sanitaria?

—No lo sé. Sé que de la crisis del 2008 no se aprendió nada. No sé si de esta, que ha empezado siendo una crisis sanitaria y acabará siendo económica, nos ayudará en algo. Tengo la esperanza en que sí, pero no tengo la confianza. Espero que la sociedad civil empujará y el poder transformador está en las personas. Con esfuerzo, trabajo y decencia sacaremos esto adelante. En Jaén tenemos uno de los lugares más hermosos del mundo y en donde uno puede disfrutar de su gente, del mar de olivos, del aceite de oliva que es un producto único, tenemos arte, cultura, tradición e historia. Cuando tengamos un momento de dificultad tendríamos que acordarnos de nuestros mayores y salir adelante como ellos. En eso sí que debemos de confiar.