Ildefonso Gómez López ha trabajado durante casi tres décadas en el patronato de Cultura y Turismo del Ayuntamiento de Jaén. Ha pasado por diversos espacios de la capital en los que ha tenido la suerte de conocer a grandes artistas y de visitar cada día la joya de la corona del Santo Reino, su Castillo, donde vendía las entradas. Ahora, se ha jubilado dejando entre todos los que le conocen un gran recuerdo de lo que siempre ha sido, una persona leal, amigable y trabajadora.

—¿Cuándo comienza a trabajar en el patronato de Cultura y Turismo del Ayuntamiento?

—Empecé a trabajar en el patronato en el año 1991 a través de una bolsa de trabajo. A partir de ahí, he pasado por varios espacios dependientes del Ayuntamiento de la capital.

—¿Qué espacio turístico le asignan en un principio?

—El patronato de Cultura y Deportes tenía, por entonces y se sigue manteniendo, un espacio para cultura y deporte y otro para festejos. En un principio, me destinaron al Teatro Darymelia, me encargaba un poco de la organización, apertura y cierre, ayudaba al montaje, estaba pendiente de las compañías. Era una época en la que había mucho trabajo y se desarrollaban múltiples actuaciones, por lo que las semanas eran muy intensas. Al poco tiempo abrieron el auditorio de la Alameda y empecé a trabajar en invierno en el Darymelia y en verano en el auditorio, me encargaba de las mismas labores en ambos lugares. Allí estuve unos tres o cuatro años.

—¿Qué recuerdos guarda de aquellos primeros años?

—Muy bonitos. Tuve la suerte de conocer a grandes artistas y grupos de la época que pasaron por el teatro y el auditorio, tales como Rocío Jurado, Montserrat Caballé, Ecos del Rocío, José Manuel Soto o Juanito Valderrama. Fueron unos años sumamente bonitos para mí. En otros lugares como la universidad recuerdo varias actuaciones de gran nivel.

—¿Qué otras funciones ha desempeñado desde el patronato?

—También participaba en las distintas actividades culturales y festejos que se desarrollaban a lo largo del año en Jaén. Ejemplos como la cabalgata de Reyes, el desfile inaugural de feria. Junto con mis compañeros, organizábamos el desarrollo y el recorrido. En la caseta municipal de San Lucas me encargaba de abrir y cerrar cada día.

—¿Cómo recuerda la ciudad en aquellos años?

—Recuerdo que se desarrollan una gran cantidad de actividades que además eran continuas, más que las que se realizan ahora, imagino que también influyen el presupuestos con los que cuenta el Ayuntamiento.

—¿Y la propia sociedad?

—La amplia programación repercutía en el comportamiento de la sociedad, que era muy participativa y llenaba los auditorios. Fue una etapa de gran prosperidad cultural en la capital.

—¿Qué aspectos cree que se deberían mejorar para que el movimiento cultural de la ciudad vuelva a ser como en esa época?

—Imagino que influye mucho el presupuesto del que disponen los Ayuntamiento, algo de lo que no puedo opinar. Sin embargo, creo que una apuesta clara por actuaciones interesantes atraerían a una gran cantidad de gente y motivarían a la sociedad a la participación. A nivel turístico también se podrían llevar a cabo muchas acciones, como la mejora en la señalización al Castillo y el parador, uno de los diez mejores de España. En definitiva, darle vida a nuestra ciudad que tiene muchas posibilidades pues con la implicación de todos se puede hacer de Jaén un destino idílico para los demás.

—¿Hay algún momento que recuerde con especial interés?

—Uno de los momentos más especiales de mi vida lo protagonicé en las navidades del año 2005 cuando tuve la oportunidad de participar en la cabalgata de los Reyes Magos como uno de sus majestades. Fue una experiencia maravillosa, ojalá todo el mundo tuviera esa oportunidad. Poder ver la ilusión y la inocencia de los niños, recoger sus cartas de deseos y el ambiente que se crea es algo que aún me emociona cuando lo recuerdo y que jamás olvidaré.

—La mayor parte de su trayectoria profesional en el Ayuntamiento de Jaén la pasó en el Castillo de Santa Catalina. ¿Cuándo lo trasladaron a este espacio?

—Pasé en el Darymelia unos cuatro años aproximadamente. Fue a mediados de la década de los 90 cuando me propusieron el cambio al Castillo y decidí aceptarlo y allí me quedé.

—¿Cómo fueron los primeros años?

—Al principio no tenía ni caseta, mi lugar de trabajo estaba en una de las torres, la llamada de las Damas. Cuando llovía entraba el agua y me tenía que tapar como podía. Antes, estuve en las caballerizas y me pasaba lo mismo en invierno. Más tarde, crearon una caseta de madera cuando se creó el centro de interpretación. En los primeros años me encargaba de abrir el propio Castillo que en aquella época era solo algunos días.

—Cuando comienzan las visitas diarias, ¿qué impresión tenían quienes pasaban por el Castillo?

—Muy positiva. Se crearon ofertas para grupos, colegios de Jaén y el resto de la provincia y para mayores. Todos se iban sorprendidos por la belleza del Castillo y con una gran imagen tras poder contemplar la ciudad al completo desde la Cruz.

—En el caso de los niños del resto de la provincia. ¿Cuál era su impresión?

—Se iban encantados. Hay varios momentos con sorpresas a lo largo de la visita y, aunque más de uno se asustaba, aprendían mucho y se les notaba a todos ellos en la salida.

—¿Ha notado mayor afluencia con el paso del tiempo?

—Sí, mucha más que en los primeros años tanto de la propia provincia y el resto de España, como de visitantes de otros países.

—¿Qué anécdotas recuerda de su estancia en el Castillo?

—Tengo muchas. Las que más recuerdo era mi forma de entenderme con las personas que venían de otros países. A través de gestos y con paciencia siempre nos comprendíamos.

—¿Y su experiencia con el resto de compañeros?

—Se trata, sin duda, de una de las cosas más importantes que me llevo. El ambiente de grupo que teníamos era sensacional. He tenido compañeros muy competentes y a los que les tengo un enorme cariño, empezando por David, mi compañero de taquilla, junto con Teresa, Sole, Mariam, Leo, Ángela, Félix, Milagros y otros muchos más que guardo en mi corazón. El compañerismo era el gran protagonista durante todo el año, lo hemos pasado muy bien y hemos compartido grandes momentos.

—Por tanto, cuando echa la vista atrás, ¿qué le viene a la mente?

—Casualmente, yo vivo en una zona desde la que puedo contemplar todo el Castillo, cuando me siento en mi terraza y miro hacia arriba me dan ganas de volver porque he sido muy feliz en mi trabajo y siento una gran añoranza. Aún subo a ver a mis compañeros y gran parte de mi vida está allí.

—Durante su carrera profesional ha convivido con distintos partidos políticos al frente del Gobierno local. ¿Cómo se lleva?

—Creo que en mi caso y en el de mis compañeros, con mucha profesionalidad. Hemos tenido buenos líderes y también nos ha tocado adaptarnos en determinada épocas, pero me llevo un grato recuerdo en ese sentido.

—A todos aquellos que estén pensado en venir a Jaén, ¿cómo los invitaría a la capital?

—Les diría lo imprescindible que es pasar por el Castillo de Santa Catalia, una auténtica joya. Además, contamos con un rico patrimonio, como los Baños Árabes, la Catedral, el Refugio Antiaéreo, un centro maravilloso y una gran historia. Por tanto, Jaén merece, y mucho, la pena.

—Hace unos meses que se jubiló. ¿A qué quiere dedicar su retiro?

—De momento, estoy centrado en disfrutar de mis tres hijos y mis nietos puesto que mi mujer aún trabaja. Cuando ella se retire, tenemos muchos planes, principalmente viajar y conocer otros lugares juntos. Al final, lo más importante es disfrutar de la familia.