José Antonio Llera

15 mar 2020 / 11:13 H.

Profesor de literatura española en la Universidad Autónoma de Madrid. Sus poemarios son: “Preludio a la inmersión”, (1999); “El monólogo de Homero”, (2007); “El síndrome de Diógenes”, (2009); “El desierto está creciendo” [antología mínima], (2010), y “Transporte de animales vivos”, (2013). En 2017 obtuvo el XXIII Premio Café Bretón por el dietario Cuidados paliativos. Tradujo a Robert Bly, Jack Gilbert, Yves Bonnefoy, Ken Smith y Frank Bidart.

Con El monólogo de Homero (2007) combina tradición y modernidad en un ejercicio de intertextualidad y de interculturalidad. Es un monólogo de más de 500 versos:/ Fui dócil y sencillo, pero las aguas / se ensuciaron con la saliva negra / de los crueles. Supliqué a la tribu / de los derrotados, pero enterraron / mi casa, prosiguieron / la cacería, abrieron ventanas / en la culpa”.”Así, indica José María Cumbreño en (http://www.vallejoandcompany.com/jose-antonio-llera-la-poetica-experiencial-insistia-en-la-necesidad-de-una-poesia-util/) que “Preludio a la inmersión” y “El monólogo de Homero” son dos poemas unitarios, que surgen por la fascinación que sentía por libros como “Piedra de sol”, de Octavio Paz; “Espacio”, de Juan Ramón Jiménez, “The Waste Land y Four Quartets”, de T. S. Eliot, o, más cercano en el tiempo, “La tumba de Keats”, de Juan Carlos Mestre. Basados en el endecasílabo, heptasílabo y alejandrino, “Preludio a la inmersión” responde a tonos sentenciosos y existenciales; mientras que “El monólogo de Homero” se vale de la técnica del monólogo dramático, que indaga en la barbarie de la historia, en la nada, en los márgenes de un pensamiento quietista, lotófago.

“El síndrome de Diógenes” está divido en cinco secciones reunidas acerca de alguna afinidad temática, con un sentido moral de escepticismo, desaliento y amargura. Como indica Rafael Morales Barba, en su libro “Poéticas del malestar”, es indicativo su malestar con, por ejemplo, el número de veces que aparece la palabra “basura” como tal o en sinónimos, para mostrar su desazón y desencanto ante las circunstancias: /Reparad en el suicida que lleva al contenedor las horas angulosas de la/ filatelia y el mendigo que hurga en la basura. Sus caminos se cruzan. Tal/ vez si se mirasen un segundo nadie se iría con el corazón en vela, todos/ comprenderían al fin la zoología del despojo, disimulada como la culpa/ de los confesionarios. /. Con “Transportes de animales vivos”, (2014), tenemos treinta y tres poemas divididos en tres partes, esto es, la edad de Cristo al morir dividida entre las personas del Verbo, que implican esa fe que el destino blasfema. Se trata de la conmoción del miedo, del horror de existir. Así lo manifiesta, por ejemplo, su poema titulado “Carta al padre”: /Padre, en el sueño me decías: Yo me ocuparé de regar todas las flores de/ las tumbas/ [...] /¿Quién regará ahora los sueños de los muertos que bajan a beber a las/ piscinas? ¿Cómo habré inventado yo un cuenco en el que no aciertan a/ posarse mis labios?/.