Inimitable, grande, único, Raphael
El cantante linarense recibió el cariñoso tributo de Diario JAÉN en un acto en el que derrochó simpatía y sencillez. Satisfecho, el artista posó, conversó con todos y convirtió en inolvidable la jornada en la que el popularísimo intérprete apadrinó al rotativo provincial por su 75 aniversario
Reza un proverbio japonés que una reputación de mil años puede depender de la conducta de una hora. No un milenio, sino cinco décadas y un lustro dura ya la grandiosa carrera artística de Raphael, ese linarense universal, ese jiennense sin fronteras cuya cercanía de un rato largo en las dependencias de Diario JAÉN reafirmó lo que la sentencia nipona proclama. Artista de fondo y de forma, le pasa lo que a los buenos maestros de la tauromaquia: que merece la pena acudir a los cosos aunque únicamente sea para verlos durante el paseíllo. Pero no solo por eso. Raphael llegó más allá y, una vez abandonado el coche con el que entró en la capital del mar de olivos, conquistó los tendidos periodísticos del rotativo provincial con una “faena” para el recuerdo.
Se espera de una estrella internacional un cúmulo de rarezas, de impertinencias incluso, que en el caso del eterno niño de Linares brillaron por su ausencia. Sencillo hasta el extremo, próximo como un dios descendido, a nadie le negó el saludo, la fotografía, el autógrafo ni, mucho menos, un trato amable con el que dejó claro que su estatura de mito tiene los pies bien en tierra. Hasta en su indumentaria se tradujo la franciscana limpieza de su personalidad, la ausencia de divismo, ese que, sin embargo, derrocha sobre el escenario porque, si no, cada una de sus creaciones —porque eso es lo que hace Raphael cuando actúa, crear— carecería de algo inherente, insustituible, único al fin. Como él mismo.
Pueden contar quienes estuvieron en Diario JAÉN el jueves que trataron en persona con un artista pleno capaz de llenar, ataviado de negro como los toreros de pellizco, los “medios” de todo un escenario con sola su presencia, que diría San Juan de la Cruz. Sí, Raphael merece un poema místico, porque no se puede ser más auténtico después de una trayectoria avalada por un reconocimiento mundial incontestable. Es carne de admiración por lo que hace y por cómo lo hace, delante de los focos y cuando, como el otro día, el público se redujo a un puñado de jiennenses que, a falta de un taquillaje “de escándalo” le pagaron, eso sí, con una devoción reservada casi exclusivamente para iconos sacros, de procesión.
Es su voz la que le pone vida a alguno de los “himnos” musicales más frecuentados por los oídos del ser humano. Ahí están sus personalísimos “Yo soy aquel”, “Digan lo que digan”, “Mi gran noche”, “Estuve enamorado”, “Maravilloso corazón” y tantos otros éxitos con los que varias generaciones entretienen sus viajes o reconocen la banda sonora de un momento irrepetible. Raphael, como el Haendel con el que las trompetas lo recibieron en el vestíbulo de Diario JAÉN, es ya un clásico, un monumento vaciado en el corazón de la gente que, al igual que su paisano el ilustre Andrés Segovia, pertenece a la gloria. Pese a tan alta condición, ahí estuvo, entregado a quienes se le entregaban, hecho abrazo larguísimo para ungir con su afecto a Enrique Alonso, el periodista de esta casa que representó, con tanta dignidad como acierto, a la Redacción, los compañeros con los que repartió las “reliquias” del tacto “raphaeliano”.
¿Cómo puede experimentar sorpresa, cómo es posible que alguien acostumbrado, a diario, a la celebración de su nombre, de su obra conserve todavía intacta la responsabilidad de lo que representa para sus partidarios? Hubiera sido comprensible advertir en el cantante un gesto de cansancio, hasta resultaría lógico si se tienen en cuenta su agenda, los desplazamientos, el ritmo imparable de su existencia. Él no, e impartió una lección magistral propia de un profesional de élite. Así es Raphael.
Divertido, simpático, destiló gratitud desde que Eleuterio Muñoz, presidente de DIARIO JAÉN S. A., y Juan Espejo, director del periódico, le dieron la bienvenida a las puertas mismas de las instalaciones. Con ellos compartió instantes reservados a la memoria, esa que permanece entre las páginas de un medio de comunicación que, precisamente, conmemora en 2015 su setenta y cinco aniversario y que, a los veinte años de nacer, comenzó a hacerse eco de los logros de aquel jovencísimo y prodigioso cantor de la ciudad de las Minas que jamás ha renunciado a su patria chica, acaso insuperable embajador de esta tierra y, ahora, padrino de excepción de la efeméride. El paseo por la hemeroteca evidenció la categoría artística, la trascendencia social del intérprete. Conciertos, discos, premios... Una biografía inconmensurable que tiene en Diario JAÉN una “sucursal” impresa por la que mostró inusitado interés.
marco perfecto. El encuentro entre el linarense y los suyos tuvo lugar en un espacio en el que se respiraba “raphaelismo”. Paneles plagados de fotografías en blanco y negro y en color resultaron el marco perfecto para una ocasión no menos memorable, en la que el tributo merecido dio pie a que la admiración se hiciese palabra y música. Palabra en la intervención del presidente, el director y el redactor, la vicerrectora de la UNIA baezana, Yolanda de la Fuente, y música a través de la singularísima actuación de Juan Adolfo de la Torre. Vicepresidente de la Asociación de Amigos del cantante, tomó el micrófono y, sin dudarlo, “brindó el trance” a su ídolo para, en la línea estética de Raphael, firmar un “Estuve enamorado” que, entre otros logros, puso de manifiesto que imitar al divo es tarea tentadora pero a todas luces imposible. Hubo aplausos porque el “discípulo” se hizo acreedor a ellos gracias a su desparpajo sobre las tablas, allí, delante de nada más y nada menos que el origen, la causa primera de su mitomanía.
Más de uno se hubiese arrancado, pero eso sería como hacer un dibujito ante Miguel Ángel o recitar un soneto con Petrarca al lado. Y muchos soñaron escuchar al cantante así, a capela, íntimo como en una reunión de amigos. Aunque tanta emoción, seguramente, tanto delirio no tenían su día. Para eso están el escenario, el teatro, la televisión.
Cantó de otro modo, con el ritmo discursivo del agradecimiento. Y sonó a gloria, cómo no. Pero, sobre todo, escuchó mucho. Puso atención a cuanto recibía, distinguió en los labios, en la mirada de los “privilegiados” de aquella cita lo que cada uno de ellos le hubiera dicho si el acto, el entrañable acto nunca terminara. Ni siquiera bajó el nivel de la complicidad cuando, pandereta en mano, los trabajadores de Diario JAÉN entonaron el más oportuno de los villancicos para regalárselo a él, ellos que han crecido escuchando “El tamborilero” y, aquella jornada, lo tenían justo delante para recibirlo como el niño que, en la letra navideña, sonríe mientras el pastorcillo le ofrenda la monótona, la sonora flor de sus baquetas.
Se le citó el tranvía y una alegría irónica le acentuó, aun más, su perpetua simpatía. Quienes le dedicaron la “pieza”, firmada por la redactora jefa Manuela Rosa, podrán contar a sus nietos que el mismísimo Raphael les aplaudió al terminar la interpretación. Casi nada.
Luego, la exposición gráfica abierta en la sala lo reclamó. Sin prisas, otra vez asequible, repasó su “vida según Diario JAÉN”, completísimo itinerario que le reservaba la emoción de lo entrañable. ¡Cuánto disfrutaron del genial artista quienes asistieron a su enésimo reencuentro con el “Jaén de su alma”! Raphael estaba a gusto, sabía que el homenaje de JAÉN destilaba verdad, y él se la bebió a pausados sorbos.
hasta siempre. Se llevó con él un muñeco, un vendedor de diarios, en palabras del director, Juan Espejo, “que representa la esencia de un periódico, que nace y muere en veinticuatro horas”. Y mucho más. Con el linarense se fueron unas pocas horas que si en su requerida memoria supondrán un episodio más de fervor popular —eso sí, desde dentro, de sus paisanos, que tiene más valor—, en el libro de hitos de cuantos compartieron con él un precioso momento ocupa ya un capítulo primordial, príncipe, al que acudir cuando la vida precise de instantes para la resurrección. Debe de ser hermoso eso de acaparar la admiración, de ser el punto de destino de multitud de sentimientos, el resumen de lo que tantos y tantos quisieran ser. Y mucho más cuando la aclamación recibida se justifica en una carrera construida a fuerza de honestidad, de trabajo y talento a partes iguales.
Cuando Raphael bajó las escaleras de acceso a Diario JAÉN para dejarlo, cuando su figura reconfortada y reconfortadora, su ejemplo de hombre aferrado a la existencia, devolvió normalidad a las instalaciones, “algo se derrumbó”. Algo, sí, pero no tanto como para que el milagro de su voz, de su eternidad artística no puedan levantarlo.
Raphael visitó la exposición de la hemeroteca y el archivo fotográfico de Diario JAÉN —cuyas noticias fueron seleccionadas por el documentalista de Diario JAÉN, Juan Carlos Bautista— con Eleuterio Muñoz y Juan Espejo, una experiencia sorprendente dada la cantidad de información sobre el artista linarense contenida en las páginas del periódico. Entre las que llamaron su atención se encontraba una de 1966 referente a la grabación de su exitoso trabajo “Cuando tú no estás”, que daría pie al rodaje de una película del mismo título. Igualmente, el eterno niño de Linares reparó en la información que se hacía eco de la compra de su casa de Madrid, en 1967, “harto de ir de hotel en hotel”. Las exposiciones lo llevaron a recordar conciertos en la provincia, acontecimientos familiares y la inauguración de su Casa Museo en Linares, en 2011, recogida por el periódico.
“Sigo aquí, sigo queriéndoles! Gracias por tanto!!! Es la cariñosa dedicatoria que escribió y firmó el gran Raphael, de su puño y letra y con tinta verde, para el periódico provincial sobre un panel en el que, asimismo, figura el texto que plasmó para Diario JAÉN en los primeros años 60, junto a sendas fotografías, una de ellas, jovencísimo, perteneciente a la “década prodigiosa” y la otra, a la actualidad.