¡Gracias por haber venido!

Juan José Aguirre, misionero comboniano cordobés y obispo de Bangassou, agradece en una misiva la reciente visita realizada por el Papa Francisco a Africa como mensajero de paz y de esperanza

09 dic 2015 / 18:55 H.

Hoy os dejamos con un extracto de la carta que Juan José Aguirre, misionero comboniano cordobés y obispo de Bangassou, ha escrito al Papa Francisco con motivo de su visita al país centroafricano, donde ejerce como obispo. No tiene desperdicio:

“Al principio no nos lo creíamos: ¿Cómo todo un Papa viene a pisar la tierra roja de este país ensangrentado por la sangre de tanta pobre gente? Sin embargo, querido Papa Francisco, te saltaste a la torera las recomendaciones de los más cautelosos, no quisiste chaleco antibalas, te subiste en el Papa móvil sin blindar, para que todos te vieran mejor y te pusiste a hablarnos de paz y reconciliación. Que con la paz todo se gana, mientras que con la guerra todo se pierde. Cosas sencillas pero que necesitábamos volver a oír. Que la violencia no conduce nunca a la paz, sino que genera más violencia... Tocaste a los niños desplazados, que han perdido casa, familia, escuela... heridos por las balas, niños de casas quemadas que miran el horizonte sin ver ya nada más porque les habían robado su inocencia, de tantas maldades de las que han sido testigos... Te paseaste entre ellos, con los zapatones negros que trajiste desde Argentina... Gracias porque te pusiste en su lugar y denunciaste sin paliativos que muchos de aquellos niños y jóvenes habían sido utilizados por criminales como carne de cañón y esclavas sexuales. ¡Entraste en la mezquita de Koudoukou sin miedo a las balas! La habían pintado y aderezado solo para ti, porque decían que era un gran honor que pisaras sus esteras con tus pies desnudos y les hablaras de paz. Cinco minutos quisiste rezar donde suele predicar el Imán, en silencioso recogimiento... No sé si los violentos te escucharán, pero sé que aquellos que te escucharon quedaron sobrecogidos. Lo mismo cuando hablaste en la escuela de Teología protestante... Tuviste un recuerdo para los combonianos de la parroquia de Fátima, que no pudieron verte por no abandonar a los 500 desplazados sentenciados a muerte si salían de la verja de la misión. ¡Dijiste que te hubiera gustado ir a Fátima, insuflar ánimos allí! No pudo ser, por motivos de seguridad. Estuviste “sembrao” Papa Francisco cuando sugeriste entre líneas que los que mueven los hilos para que nada funcione en Centroáfrica, curiosamente, no viven en Centroáfrica, y que nadie tiene que huir por ello, porque tuviste valor de decirlo todo sin pelos en la lengua... Gracias porque nos has dado valor y esperanza, porque no te callaste, porque miraste a la cara a los pobres... Nos enseñaste un camino, nos mostraste cómo salir de hoyo, del laberinto en el que estamos... Cuando, después de la foto ritual en la Nunciatura, te cogiste a mi brazo para subir los escalones, sentí tu fuerza, no tanto física, sino sobre todo humana y espiritual... La multitud del estadio de 20.000 plazas te sobrecogió, se te vio en la cara, porque rugían de amor y respeto cuando les dijiste de “pasar a la otra orilla” es decir pasar página y empezar de nuevo en la sociedad centroafricana. Cuando me dijiste en español que rezara por ti y me guiñaste un ojo... Luego, querido Papa Francisco, subiste al avión... y nos quedamos mirándote y mirándonos... huérfanos ya de ti, como embobados, despertando de un sueño... porque mientras has estado, las armas se han callado unas horas, por respeto a ti. ¡Ojalá que te quedaras para siempre!...¡Mi gente de Bangassou han recogido en unos botecitos tierra en donde tu pisaste! Dicen que está bendecida por tu huella... Que tus palabras de perdón y de paz, a fuerza de repetirlas, se nos metan en la piel, en el vientre y en el corazón. Y gracias de corazón a Dios Padre que nos ha permitido que nadie nos agüe la fiesta, que ningún retorcido nos estropee el encuentro, que ningún descerebrado haga daño a nadie. Y gracias sobre todo a Dios Padre que ha querido regalarnos dos día de ensueño, teñidos de paz...”.