Entregar la sonrisa
Acercar la medicina a países como Etiopía requiere grandes dosis de vocación profesional y, sobre todo, humanitaria. La doctora Marta López-Sidro supera la barrera del idioma y la falta de medios con su sincera sonrisa
Marta es una persona especial, de esas en que Dios parece haberse esmerado de forma particular. Su sensibilidad hacia el que sufre no sólo se la ha dado su formación como médico sino que es algo que está escrito en su ADN. La conocimos a través de su hermano Rafa. Ella quería tener una experiencia de misión y nos pidió poder visitarnos con una compañera y otro amigo. Llegaron a Ecuador cuando acabábamos de mudarnos al “Hogar de Belén” y nos ayudaron muchísimo en esta primera etapa. Nos llamó la atención su dulzura en el trato, su capacidad de servicio y el mirarlo todo con ojos limpios. Lo mismo pesaba y tallaba a los niños de la guardería como acompañaba al mercado y ayudaba a cargar las compras. Vimos en esos días sus ganas de darse a los demás.
Volvió de nuevo unos años después con una compañera enfermera y supimos que sentía una especial vocación por la misión, por salir a otras tierras y poner lo que sabe y lo que es a favor de los últimos. Desde entonces Marta ha crecido, ha trabajado, se ha seguido formando y ha dado pasos hacia ese objetivo que hace tiempo estaba en su horizonte. Así que en febrero dio un salto al vacío sabiendo que Dios mismo la sostendría en esa elección. Ahora está en Getema (Etiopía) como voluntaria de Cáritas Internacional. Los primeros meses los pasará en un dispensario que dirigen las religiosas combonianas: “La misión de las hermanas es bonita, una casa abierta a la naturaleza que la rodea, con un terreno donde cultivan un huerto, tienen vacas que proporcionan leche, con la que además hacen mantequilla, y suministran leche a las familias de la zona. También tienen plantas de café y algunos árboles frutales. Dicho así suena a algo grande, pero lo cierto es que es todo muy sencillo, a la vez que muy acogedor. Aquí está todo pensado para ser aprovechado al máximo, incluidos los excrementos de las vacas que se utilizan para producir biogas, que sirve para cocinar... Las religiosas son tres italianas, una etíope y una mejicana, también diversidad en esta casa, que es un verdadero remanso de paz y sosiego. Y que, por ahora, es mi hogar aquí. Ellas son encantadoras”.
Sus primeras impresiones sobre el país nos llegan a través de su blog “Descalzos caminantes”: “Aquí la realidad te aplasta, y nada de lo que te traes en la mochila preparado para afrontar la realidad te sirve, ni tu supuesto saber, ni tus idiomas, ni tu experiencia, ni tu gracia, ni tu forma de ser afectuosa, ni todos los planes B que traías por si acaso. La situación política y social en estos momentos es complicada, tras una supuesta democracia se oculta una dictadura que oprime a la población, pero que ya se está empezando a alzar para hacer oír su voz, y, como siempre, esto trae consecuencias desgraciadas para muchos. Mientras la mayoría de la población lucha por sobrevivir a cada día, en unas condiciones de miseria extrema. En esas casas de adobe sin luz, ni agua, con esas mujeres vencidas por el peso de las enormes cargas que portan a la espalda. Con tantos niños alegres que enferman con tanta facilidad, por falta de una alimentación adecuada, y que además no tienen un correcto desarrollo ni físico ni intelectual... Aquí estoy, tratando de encontrar mi lugar en esta inmensa tarea que supera a cualquiera. Aquí, sin poder ofrecer unas palabras de ánimo a la madre que acude con su hijo enfermo en brazos, porque no hablo su lengua. Aquí estoy comenzando a enfrentarme a enfermedades que nunca vi en España y por estas tierras son endémicas. Tifus, fiebre tifoidea y malaria, son hallazgos diarios. Aquí estoy experimentando en primer lugar mi pobreza de recursos que ofrecer, mi incapacidad para comunicarme con los que más lo necesitan, mi inexperiencia en todo lo que aquí ocurre, mi vulnerabilidad... pero creo que este experimentar mi pequeñez y mis manos vacías es el primer paso para acercarme a esos con los que quiero caminar, con los que nada tienen. Eso sí, la sonrisa es mi arma secreta, que nadie me puede quitar, con ella puedo comunicarme con todos, y a todos consigo sacar esos dientes tan blancos que lucen por aquí, la sonrisa ablanda al más duro, y a mí me da fuerza. Por ahora, es lo único que puedo ofrecer... y lo entrego”.
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Getema, es una pequeña población a 30 km al sur de Nekemte. Cuenta Marta que las familias cultivan su pequeño huerto para subsistir pero que un gran problema es la falta de agua.
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Marta López-Sidro posa con un bebé en sus brazos, en una de sus visitas a Ecuador, al Hogar de Belén. Es de esas personas con un ADN especial para cuidar a los que sufren, más allá de su vocación como doctora.
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El equipo básico que llevaba en su maleta Marta para poder practicar su profesión de médico en Etiopía.
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La casa de las hermanas misioneras combonianas donde Marta vivirá, al menos, los primeros meses de su estancia en este país. Comenta que es un lugar para todo aquel que acude pidiendo ayuda.