Y tras la manifestación, ¿qué?

02 feb 2020 / 11:35 H.

Una vez más, y ya hemos perdido la cuenta de cuantas van, los olivareros de Jaén se manifiestan en defensa de la principal y casi única riqueza de esta provincia: el aceite de oliva. Todos estamos con ellos. ¿Cómo no estar de acuerdo en que merecen unos precios justos que compensen su trabajo y su esfuerzo? Pero discrepo. Discrepo de las Organizaciones Agrarias que promueven esta movilización, porque no las entiendo. Y es que, ¿Contra quién nos manifestamos? ¿Contra los Centros Comerciales, los intermediarios, La Junta de Andalucía, El Gobierno Central, La Unión Europea, los consumidores...? ¿Se han confabulado todos contra nosotros? No. No lo creo. Pienso que toca ser honestos y decir la verdad pues sólo así, identificando seriamente los problemas, se pueden afrontar y darles solución real y duradera. Y el principal de ellos tiene un nombre: Ssuperproducción. A nuestros olivos les extraemos más aceite del que demanda el Mercado. Esto tienen que saberlo los agricultores y, a partir de ahí, ponernos todos a trabajar para remediarlo. Y no vale decir que hay que buscar nuevos mercados. Eso ya se está haciendo, las empresas comercializadoras españolas están ya a un altísimo nivel y son líderes a nivel mundial. Pero nuestro país consume sólo una tercera parte del aceite que produce, y va descendiendo mientras que en Italia, a quien solemos dirigir también nuestras iras, necesita importar porque el consumo interno supera a la producción propia. Ahí radica la principal diferencia de precios. Entonces, ¿no se puede hacer nada? Claro que sí, pero dudo mucho que lo hagamos. A la par que buscamos nuevos mercados, hemos de rebajar la producción o destinar los aceites de baja calidad a usos no alimentarios. Así de fácil y así de difícil. Los precios de los aceites vírgenes y vírgenes extra, repuntarían de inmediato en un escenario de escasez de producto. Además, estos aceites de calidad superior, se producen mayoritariamente en el olivar tradicional, de secano y de montaña, con lo que estos territorios, ahora los más deprimidos de la provincia, mejorarían sustancialmente en sus niveles de renta y en sus expectativas de desarrollo. Un “tratamiento” efectivo contra el despoblamiento. Pero hay más. Hablamos y hablamos de que el olivar de sierra no es rentable. No es verdad si a la medida señalada en el párrafo anterior añadimos la equiparación de las ayudas de la Unión Europea, es decir, que todos los olivos, estén en las montañas, las lomas o las campiñas, tengan los mismos derechos. Hoy, una finca de cien olivos de cualquier comarca montañosa de nuestra provincia, percibe alrededor de una cuarta parte respecto a otra del mismo tamaño situada en las tierras más fértiles. Y la Unión Europea, no se opondría sino que, por el contrario, aplaudiría la medida por estar más en consonancia con sus directrices. Está en manos del Gobierno de España, de la Junta de Andalucía y de las Organizaciones Agrarias y se podría aplicar ya en la próxima Reforma de la PAC. Los olivos de nuestras sierras, plantados en su mayor parte hace ya dos siglos y que conforman un bellísimo paisaje, volverían a ser rentables y los pueblos serranos tendrían futuro.