Querido lector

29 mar 2020 / 13:10 H.

En economía, la teoría del Cisne Negro es la que describe un suceso sorpresivo, de gran impacto socioeconómico y que, una vez pasado el hecho, se racionaliza por retrospección, dando la impresión de que se esperaba que ocurriera. La actual pandemia del coronavirus Covid-19 encaja perfectamente con un Cisne Negro. Otros ejemplos a nivel mundial de Cisnes Negros fueron la Primera Guerra Mundial, la gripe española de 1918, o los atentados del 11 de septiembre de 2001. La gripe española de 1918 provocó entre 20 y 40 millones de fallecidos en todo el mundo. Se le llamó española porque el mundo científico informaba a través de la prensa de nuestro país debido a la ausencia de censura que existía en España como estado neutral en la IGM. Un siglo después, la prensa, de nuevo, ha de cumplir un papel importante en la gestión de este Cisne Negro ofreciendo información objetiva y transparente, ante la saturación que vivimos de noticias falsas que inundan las redes sociales con un efecto casi más pernicioso que la censura de entonces.

El problema del Cisne Negro se genera por la falta de predicción y por el desproporcionado impacto que provoca un acontecimiento que está fuera de las expectativas normales de la historia, la ciencia, las finanzas o la tecnología. Su importancia radica en mostrar la fragilidad de cualquier sistema de organización ya sea estatal o empresarial. En el caso del covid-19 ha provocado una reacción colectiva atípica y que consideramos extrema como es el confinamiento de millones de ciudadanos. Nadie se podía imaginar a finales de febrero, cuando muchos planificaban sus vacaciones, que en menos de dos semanas se iba a parar la economía en nuestro país y todos nos íbamos a enclaustrar en casa. Debemos valorar positivamente la capacidad de adaptación que tiene la ciudadanía. Hemos dado valor a la vida y los que creíamos que eran nuestros motores están ahora olvidados en el garaje, totalmente imprescindibles. Los niveles de ozono de la atmósfera nos lo agradecerán.

Obviamente, lo más importante ahora es centrarnos en vencer la amenaza del virus y priorizar la salud. Toca salvar vidas, pero la sociedad debe estar preparada para gestionar su medio de vida. Vivimos en un Estado cuya misión es proporcionar estos medios a consta de lo que sea. Las familias deben encontrar respuesta en el Estado para cubrir sus necesidades básicas. La empresa privada, aún convaleciente de la crisis de la pasada década, se para en seco. El Estado, cuya viabilidad no se mide en términos de rentabilidad económica, tendrá que endeudarse para conseguir sus objetivos ayudando a empresas y familias. El problema es que el nivel de endeudamiento de España está por encima de lo que la salud permite. En 2008 teníamos un 39,7% sobre el PIB de deuda pública. Tras la crisis pasada, la deuda está ahora en un 95,5%. Elevar excesivamente esa deuda provocará un coste financiero elevado, la ya olvidada prima de riesgo, que mermará las inversiones públicas, el gasto social y la investigación. Considero clave dos factores para vencer a este Cisne Negro, y ambos dependen de la cooperación internacional. La primera centrada en la Unión Europea, que ahora, o nunca, tendrá que demostrar que no es un club de nacionalistas y tendrá que imponer medidas de solidaridad mediante la emisión de corona-bonos para evitar el colapso de los mercados financieros. Y una segunda, necesitamos que se abran las fronteras cuanto antes para restablecer el sector turístico. De nada sirve que nos confinemos y países insensibles se resistan a hacerlo por salvar su economía. Primero la salud y después la economía, pero todos a la par.

Te escribo hoy, domingo 29 de marzo de 2020. Ayer cambiaron la hora y ya es primavera, ¡Quién lo diría! Lo primero quiero preguntarte: ¿Cómo estás?, ¿qué tal está tu familia?, Ojalá que bien. ¿Cómo te organizas?, ¿Ya tienes tu rutina? Te cuento la mía. Empiezo el día trabajando desde casa y en cada correo electrónico escribo, dadas las circunstancias, debería escribir raras circunstancias, ¿no lo crees? Soy funcionaria, así que por suerte no perderé mi puesto de trabajo. ¿Trabajas?, ¿En qué?, ¿Corre peligro tu economía?, Creo que a todos nos va a afectar. Te escribo, pero no te conozco, ¿verdad?. Y aún así te lanzo preguntas: ¿Hasta cuándo estaremos encerrados?, ¿Se pudo haber evitado?, ¿Cómo ha podido pasar?. Veíamos a China y veíamos a Italia, ¿Por qué está pasando esto?, ¿Para qué?. Mi tío tiene el virus. Él está ingresado en la UCI, en Valladolid, tiene 67 años. He llorado. Mis ojos lloran una enfermedad que devasta, que trae muertes inesperadas. ¿Sales a comprar? Hoy cumplo quince días sin salir de casa. Estoy aprendiendo a cocinar con llamadas de teléfono a mi madre. ¿Cómo se hacen los garbanzos, las lentejas, las alubias, los calamares en su tinta, el pastel de merluza, la sopa de ajo, el cocido...? Solo eso... jejeje. -

Por la tarde, leo los mensajes, veo los vídeos, me río con las fotos, leo un poco e intento escribir un mucho y me saltan más interrogantes: ¿Cómo será el mundo tras esta pandemia?, ¿Qué pasará después? Tengo fe en que el mundo que estrenemos será mejor. Siempre aprendemos, ¿no crees? Siempre estamos aprendiendo. No me atrevo a escribir sobre el miedo. ¿Cuándo acabará esto? Lo peor son los datos, la curva en las gráficas y las estadísticas. Los números de las muertes al principio eran globales, ahora son números de muertes diarias. Las muertes son personas, son familias. ¿Qué vas a hacer el primer día que termine el confinamiento, lo has pensado ya? Yo no sé a qué velocidad saldré de casa, cómo pasearé por las calles, cuanta distancia usaré con el prójimo. ¿Sabremos respirar sin mascarillas?, ¿Sabremos tocar sin guantes? Por una lado va a estar guay, ¿sabes? Vamos a hacer tantas cosas por primera vez. El mundo está cambiando, ¿A que estornudas de otra forma?, ¿Te lavas las manos contado veinte segundos? Tengo una amiga que tiene dos fechas de boda, o el 15 de mayo o el 17 de julio. ¿Quién es el coronavirus? Me fastidia no verlo, no tocarlo. Lo bueno es que es una guerra inusual, no es una guerra frente a nosotros. La casa tras la primera semana, ¡obsérvalo! se está ensanchando, no es broma, cada vez es más grande, creo que es la adaptación. Cualquier día me pierdo entre las habitaciones. ¿Tienes miedo? Mi miedo es no volver a abrazar a mi tío.

Por la noche, después de los aplausos, llamo a la familia. El primer día que salí a la terraza, me daba vergüenza aplaudir. Miro a los vecinos, ¿lo haces tú? Los aplausos son tan emocionantes. Diremos antiguamente, cuando el corona... no se podía salir de casa. Abuela, abuela ¿Teníais comida? Sí. ¿Electricidad? Sí, ¿Internet? También. Tía, tía ¿teníais miedo? Sí. ¿Papá, Papá?, ¿Qué hacíais encerrados? Esperar, trabajar, jugar y esperar.

Pasamos mucho tiempo en casa, aguardando a que desapareciera o se inventara una vacuna, esperando que no muriera tanta gente mayor, era una nueva soledad. ¡Fíjate lector! Me preguntó que pensaría mí abuela Aurora de esta pandemia, hoy tendría 98 años, diría: “Peor lo pasamos en la guerra”. Y yo le diría pero abuela esto es una guerra también y ella me respondería: “En nuestra guerra, era vecino contra vecino, ¡qué no lo veáis jamás”. Echo de menos a mi abuela, era el oráculo de la familia. Esos son nuestros mayores, oráculos quienes con su experiencia nos ayudan a vivir. Y es lo cruel de este virus, que les ataca a ellos, a nuestra historia, a nuestra memoria. Por cierto, ¿Qué es lo más importante que harás después del confinamiento?, ¿Yo? Dar un abrazo a mis padres, a mi hermana. Besos a mis sobrinos. Brindar con mis amigos. Aunque el confinamiento con gente que quieres, con llamadas, ayudan a pasar estos días de alarma y de irrealidad momentánea. ¿Tienes esperanza? Esperanza, es que cuando termine esta pandemia será abrazar a mi tío. Me despido lector, hay que aguantar, ¡animo!, esperar un poco, ¡más más más, ánimo!