Qué poca gracia tiene esto

22 mar 2020 / 12:11 H.

Esto no tiene gracia, pero ninguna gracia. Me levanto cada mañana incrédulo con lo que está pasando. Nunca me han gustado las películas de desastres en las que el mundo se va al carajo por un meteorito, un terremoto, un tsunami... Y ahora un bichito “de mierda” nos tiene a todos paralizados, confinados, destruyendo la vida de los más vulnerables —sobretodo nuestros mayores—, cargándose la economía global y particular. Esto es ciencia-ficción tan real como la vida misma.

El viernes 13, mi empresa me comunicó que comenzábamos a partir del lunes con el teletrabajo. Se veía venir y en ese momento se me creo cierto desconcierto porque nunca me había expuesto a realizar el trabajo que llevo desarrollando desde hace casi 30 años en las instalaciones del Diario JAÉN en el Polígono de Los Olivares fuera de este entorno. Tenía la sensación de agobio y a la misma vez me llamaba la atención aunque con cierto respeto. Aplaudo a Diario JAÉN porque sigue a rajatabla todas las medidas impuestas para evitar contagios. El domingo, día 15, por la mañana, llegué al periódico para poner mi ordenador en marcha para teletrabajar y mi sorpresa fue que el edificio estaba ya desinfectado, con todas las medidas de seguridad impuestas por el Gobierno para luchar contra el coronavirus y preparado solo para los trabajadores que tenían que desempeñar sus funciones dentro de las instalaciones. Era preferible no entrar en la Redacción y eso fue lo que hice. Vuelvo a aplaudir con la seriedad que se tomaron esas medidas, ojalá todo el mundo se tomara tan en serio el problema que tenemos.

Y llegó el lunes, día 16 de marzo de 2020. ¡Mira que bien!, no me tengo que mover, todo desde casa. Estaba perfectamente conectado, tenía que seguir creando la publicación diaria, diseñar el periódico, hacer la infografía y lo que hiciera falta, el trabajo iba al mismo ritmo que dentro de las instalaciones, buena coordinación con Manuela, todo perfecto y todos los miedos por si la cosa no funcionaba se iban esfumando. Pero no conté con algo que en la vida pensé que pudiera pasarme; me sentí solo, vacío, como si me hubieran cortado las alas, quería volar y a apenas había empezado esta mala aventura. Empecé a echar de menos a todo el mundo. Estaba encerrado, era como un “gran hermano” pero sin espectadores, ni un “super” al que contarle lo mal que estaba porque seguramente estuviera peor que yo. Toda la semana se convirtió en un proceso de concienciación del problema. Tengo miedo, lo reconozco, no porque me pille el “bicho” físicamente, si no por el daño que está haciendo a todos los niveles.

Trabajar en un medio de comunicación te tiene muy al día de lo que pasa —hoy todo es coronavirus— y la verdad es que en muchos momentos te gustaría desconectar, tanta información te vuelve loco, pero es imposible y será por deformación profesional, siempre quieres saber más. Me preocupa la situación, como a todo el mundo. El problema es que nos queda mucho tiempo que estar así. Los chinos llevan 55 días confinados y es ahora cuando dejan de tener contagios nuevos. Nosotros llevamos solo 7 y las noticias en este momento no son nada buenas. Quedan muchos malos días y lo único que hay que hacer es estar tranquilo, aunque eso es muy difícil.

Empiezo a echar de menos, muchísimo, a mi familia, a mis amigo, a los compañeros, no abrazar a mis hermanos, es duro, no comerme a besos a mi David y a mi Nazaret, ni al resto que como son mayores ya no se dejan tanto. Echo de menos el desayuno semanal en los “abogados” con mis hermanos, cuántas veces he faltado, ahora iría siempre. Le doy con todo mi corazón un abrazo enorme a mi hermano José. Me falta tirarme a la calle como cada mañana y caminar, desde Martínez Molina hasta el Polígono de Los Olivares, todas las mañanas sin falta. O correr, simplemente correr cuando me de la gana, ahora hago bici a diario sin gustarme. Parece que hablo como si lleváramos así una eternidad, pero la verdad es que el futuro inmediato no es muy alentador. Le pido a la ciencia que se de prisa para curar este mal y mientras quedémonos en casa por favor. Mucha fuerza.