La Rábita y sus fuentes

La amplia historia de la aldea, situada entre los términos municipales de Alcalá la Real, Alcaudete y Priego, este último en Córdoba, está íntimamente ligada a la de sus diversos lavaderos y fontanas

08 dic 2019 / 11:43 H.

La historia de La Rábita, ese núcleo de población con la singularidad de estar distribuido entre tres términos municipales (Alcalá la Real, Alcaudete y Priego), y dos provincias, Jaén y Córdoba, ha estado íntimamente ligada a sus fuentes. Y aún hoy, la vida cotidiana no se entiende sin el agua de una de ellas. Aunque a muchos parezca extraño, a La Rábita no llegó el agua corriente a los grifos de los domicilios hasta mediados los años setenta del siglo pasado. Aún recuerdo el alboroto, y alborozo, que se montó cuando una máquina retro abría en canal las calles para introducir las tuberías de agua potable y para el saneamiento de las fecales. Significó un enorme esfuerzo para los rabiteños, fueron ellos quienes corrieron con los gastos de esta infraestructura tan necesaria como importante para la vida diaria. Hasta aquellos días del verano del 76 el agua era un bien tan preciado que se trataba cual si fuese oro.

Para abrevar a las caballerías, los rebaños de cabras y ovejas, cumplió su labor el Pilar, aún existente, que hay frente a la que fue casa de Eulogia, bajo el parterre que conduce a la Iglesia. Este pilar se sitúa en el vértice exacto que delimita las provincias de Jaén y Córdoba. A escasos cien metros, dirección a Alcaudete, hay un lavadero público en el que antaño se higienizó toda la ropa de cualquier casa, dos hileras de pilas para lavar, cada una con su caño, eran a veces insuficientes para el trasiego que se producía, lo que no hacia raro ver a mujeres, siempre fueron las mujeres quienes cimentaban las tareas de la casa, desde la mañana hasta el atardecer. Frente al lavadero había un grupo de rosales que eran las más de las veces el mejor de los tendederos para sábanas, mantas, colchas... Fue la fuente de La Mina también sitio habitual para el lavado de la ropa. Situada bajo una hilera de frondosas nogueras, el agua brotaba de un hueco del terreno. El sitio tenía un especial encanto, daba lugar a imaginar historias y pasar tardes enteras de aventuras, haciendo de aquellos majestuosos árboles naves que surcaban los mares, y todo mientras que nuestras madres finalizaban la dura tarea de hacer la colada en aquellas pésimas condiciones.

Pero si hay una fuente que antes, y ahora, marcó el devenir diario de todos los rabiteños, sin excepción, también de las gentes de Las Grajeras, San José o Los Canales, incluso de Fuente Álamo, esa es La Malagüilla. Un manantial situado a apenas un kilómetro del núcleo, ya en Alcaudete, del que ni faltaba, ni falta agua en cada casa, en cada cocina. Tan famoso es en la comarca que no se hace raro ver actualmente gentes de Alcaudete, Alcalá e incluso de Almedinilla acudir a por varias botellas. Rica en bicarbonatos, es ideal para la cocción de las legumbres, los potajes de habichuelas y los cocidos rabiteños son con esta agua o no son, y muy adecuada para las molestias intestinales. De un caudal irregular, en verano llegaba casi a secarse y había que pasar horas para llenar unas garrafas. Sobre el sitio se contaban historias y leyendas, muchas de ellas tenían que ver con espíritus que rondaban la zona de noche, tan es así que se hacía raro ver a nadie por allí cuando el manto de estrellas y la luna aparecían en el cielo. Es tal el orgullo que se siente por este manantial que hace ya unos años, un agricultor hizo un pozo que provocó que la fuente original se secase, los veneros son curiosos y parece que el que abastecía decidió buscar el nuevo emplazamiento. Es tal el escándalo que se originó que dicho agricultor hubo de permitir que las gentes del lugar fuesen a llenar agua a aquel nuevo emplazamiento. “Con La Malagüilla has topado”, se oía decir aquellos días por la aldea. Tiene el añadido de estar en un lugar privilegiado, las vistas de Alcaudete son excepcionales.

El agua marca también el carácter de las gentes, su escasez o abundancia determina una cultura que hace del líquido elemento eje central. Son los lugareños muy de sus fuentes, quizá porque la historia reciente, aún fresca en las mentes de los más mayores, enseñó que para tener agua potable, para beber y para la limpieza doméstica, en esas latitudes hubo que hacer grandes sacrificios.