Cómo estar en cuarentena y no morir en el intento

22 mar 2020 / 12:11 H.

Estar recluida en casa 15 días, a priori, puede parecer una eternidad para los que están acostumbrados a estar más tiempo fuera de casa que dentro; pero, cuando te gusta estar tranquilita en el salón con tu gata y tu perra no es tan catastrófico. La peor parte, desde luego, se la ha llevado Carmela, la segunda de ellas. Han cerrado su parque canino favorito y, ahora, sus paseos se circunscriben a las tres calles que rodean la ubicación de nuestro domicilio.

Exceptuando este pequeño cambio, mi día a día tampoco se ha visto realmente alterado. Formar parte del equipo de fin de semana de Diario JAÉN hace que, de lunes a viernes, no tenga una agenda especialmente “apretada”, por lo que no hago grandes cosas como puede ocurrir en el caso de mis compañeros. Por ello, esta semana se ha reducido, básicamente, a avanzar con la historia que estoy creando en los Sims —mi avatar ha tenido una hija y hay que prestarle más atención de la que en la vida real me gustaría dar a nada— y a ver la segunda temporada de una serie que mezcla zombies con el periodo de la Dinastía Joseon de la historia de Corea.

Entre los momentos más apasionantes de esta semana, además de haber dado a luz a una hija digital, estuvo la visita que hice al supermercado porque me era imposible sobrevivir con una tarrina de mantequilla, un par de tomates y media bolsa de macarrones. Fue toda una aventura llegar, hacer la cola porque no podían estar dentro más de 30 personas y buscar en los estantes ya claramente diezmados una cantidad suficiente de comida que me permitiera no salir de casa en al menos una semana (vivo en un quinto sin ascensor y no puedo subir yo sola demasiadas bolsas, soy fuerte e independiente, pero hasta un punto). Y, gracias a esta copiosa compra, pude hacerme un puré de calabaza, otro de los momentos cúlmenes de estos peculiares días.

Sin embargo, he de confesar que no todo se sintió como una apoteosis de los simples hechos del día a día dentro de casa. Sufrí una pequeña crisis. Para entender esto, cabe recordar algo que no me canso de decir, y es que soy de Carmona, un pueblo de Sevilla, por lo que obviamente no puedo ver a mi abuela cada día. La crisis comenzó el viernes 13, cuando fue su cumpleaños. La llamé (cinco veces), pero no contestó. Lo achaqué a que, como está un poquito sorda, no escuchó el teléfono. Volví a llamarla durante el fin de semana y los siguientes días, obteniendo el mismo resultado. Empecé a preocuparme un “poquito”, por lo que le pedí a mi mejor amiga que se acercase a su casa (son vecinas), pero cuando fue, nadie contestó, pero sí escuchó a las dos perras de mi abuela ladrar. Psicosis total la mía cuando me lo contó. Ante la situación, tuve que llamar a uno de mis tíos por si él sabía algo. Y tanto que lo sabía. Se la había llevado a su casa y a mí, la sobrina que vive en Jaén, nadie me avisó. Mi abuela está bien, aunque cuando hablé con ella me dijo que tenía hambre. No puedo parecerme más a ella.