El aplauso

29 mar 2020 / 13:10 H.

Esta situación extraordinaria, temporal, en pocos días, pasará y todo habrá sido una penosa pesadilla. Todo ya pasó y la noche quedó atrás. Un nuevo sol brillará... con más valor cuando se comparten, sensibilidades, preocupaciones comunes o ajenas. Fuertes razones hacen fuertes acciones en nuestra vida más común; un aplauso, una llamada de ánimo, acompañar a un mayor, ofrecer un periódico, de lo mío qué, una sonrisa... Miles de pequeños momentos ignorados, ahora son más relevantes.

En un momento de complejidad económica, la transformación digital ha llegado para quedarse en nuestros hogares y empresas, siendo la metodología de trabajo asociado a la incorporación del uso de la tecnología en nuestro comportamiento productivo, con cambios de mentalidad y cambios radicales de hábitos en el trabajo. Reinventando centros de negocios, capaces de explotar sus puntos más fuertes, así el cliente será el centro de gravedad, experiencia y flujos de trabajo, y con todo ello posicionar objetivos en el mercado. En resumen diferenciar tu negocio con flexibilidad, inteligencia humana, actitud, escalabilidad y eficiencia empresarial.

En pocos días llegará la bendita rutina y la felicidad plena; la boda de Antonio y Laura, suspendida el sábado, con 325 invitados, la celebrarán en Julio. Mi amigo Jose Ramón en Japón trabajando, podrá por fin venir. Mi sobrino Jose Carlos, con un año, le pondré la canción del tractor amarillo que tanto le gusta Con Hugo veremos el Futbol sala. A mi hija le llevaré el café a la oficina. Con mi amigo Cipri tomaremos el café más largo de brillante charla, antes era muy de prisa. A mi mujer y a los míos le diré muchas veces que los quiero. A mi cuñado Jesus y Mari iremos a visitarlos a Ibiza. Con los miles de amigos, pisaremos con fuerza las piedras y las conversaciones serán más largas. Y a mi compañero Javier, que sea fuerte, rezo cada hora para que salga pronto, pase a planta y vuelva a viajar con los clientes.

Todo esto pasará rápido, sonarán tambores y lo celebraremos como a todos nos gusta: Viajando!!

Aun que nos separen calles u océanos, nos une la misma luna. Cuidaros hasta que todo se normalice.

“Para Marcos Muñoz,
para Pablo Olmedo y para tantos hombres y mujeres de ciencia, arrojo y honestidad”.

Hace unos días, por circunstancias casuales que ahora poco importan, vi una película que ya tiene unos años, Apolo XIII. La película, sobre el fallido viaje del Apolo XIII a la Luna en 1970, y basada en hechos reales, busca el entretenimiento sin mayores pretensiones. Acaso realiza una exaltación de la carrera espacial, en una especie de propaganda de los valores nacionales estadounidenses y de sus astronautas y hombres de ciencia, auténticos centauros del espacio —mitad científicos, mitad atletas— que de alguna manera representarían lo mejor de América: la ciencia, la templanza, el arrojo, la lucha del hombre con el universo y con lo desconocido.

Veía la película en la madrugada de uno de estos días de cuarentena, cuando próximo al final me di cuenta de que ya había visto la película anteriormente pero que la había olvidado. Completamente. Del olvido solo recuperaba mi memoria una escena, la escena final, la del aplauso. Después de fracasar en su alunizaje, la tripulación del Apollo XIII, superando enormes dificultades, consigue llegar sana y salva a la Tierra: en ese momento todo el personal de la NASA en Houston estalla en aplausos. Esa escena, tan solo esa, es lo que mi memoria retenía de toda una película llena de entretenida acción, de hazañas espaciales y de avistamientos de ese enigmático astro que es la Luna.

Comprendí que para mí, rescatar este pequeño recuerdo era como recuperar el ADN de una fantástica criatura ya desaparecida de la faz de la Tierra, pero conservada en una gota de ámbar, que te permite reconstruir mundos perdidos. Un neurocientífico diría que solo se recuerda lo que emociona y que, por lo tanto, el hecho de que recordara tan solo esta escena, sería tremendamente significativo para reconstruir la propia personalidad que es, a fin de cuentas, un mundo tan desconocido e insondable como el propio universo. A veces creemos —yo particularmente, muchas veces creo (producto de la educación, supongo)— que nuestras acciones deben estar guiadas, solo y exclusivamente, por nuestra conciencia, por lo que consideremos que debemos hacer, independientemente de lo que piensen los demás, de su aplauso. Este recuerdo, esta gotita de ámbar, vendría a significar justamente lo contrario, al menos en mi caso: el aplauso de los demás es lo que emociona, lo que significa, lo que se recuerda. Y no solo por el halago que este supone. Profundizo en el recuerdo y es: la exaltación del triunfo colectivo, la apoteosis de la salvación del otro, la emoción de sentirse parte de una comunidad, de compartir un proyecto. La comunidad. El proyecto. El proyecto de traer sanos y salvos a unos astronautas, por ejemplo; el proyecto de salvar —otro ejemplo— al mayor número posible de enfermos de coronavirus. Ciencia frente a caos; ser frente a muerte; solidaridad frente a indiferencia.

Un aplauso, un país, un continente, un mundo en el que cuanto más dura es la guerra mayor es su sentido. Un aplauso que hace de cada ciudad un patio de vecinos, una galaxia.

Espero, desde estas madrugadas de soledad y de cuarentena en las que miro las ventanas de mis vecinos, y en las que estamos todos como colgados en el espacio, habitando las más precarias de las cápsulas espaciales, rodeadas de oscuridad, desconocimiento y enfermedad, espero, que cuando todo esto acabe, quede sobre todo la ciencia, la solidaridad, el amor, la empatía, el aplauso.